Anneleen Kenis
Profesora de ecología política y justicia medioambiental en la Universidad Brunel de Londres
¿Qué despertó su interés por estudiar la propuesta de desregular gran parte de los organismos modificados genéticamente?
Nuestro trabajo analiza la propuesta de la Comisión Europea de desregular una gran proporción de organismos modificados genéticamente (OMG) fabricados con nuevas técnicas genómicas. Uno de los argumentos que esgrime la Comisión Europea para desregularlos es que la actual legislación más restrictiva (que exige que los OMG se
sometan a pruebas de seguridad, trazabilidad y etiquetado antes de poder cultivarlos o comercializarlos) llevaría demasiado tiempo y, por tanto, obstaculizaría la innovación que consideran útil para adaptarse al cambio climático. Somos muy escépticos ante este argumento.
Llevo más de 15 años estudiando cómo las empresas, los gobiernos y las instituciones internacionales (como el Banco Mundial) intentan convertir el cambio climático en una oportunidad de negocio.
Presentar los cultivos modificados genéticamente como herramientas indispensables para adaptarse al cambio climático es otra forma en que las empresas juegan la carta del clima para hacer negocio. Afirmar que necesitamos los OMG para hacer frente al cambio climático es una estrategia de marketing o una forma de lavado verde.
Como la gente está muy preocupada por el cambio climático, las propuestas que
podrían ser parte de una solución suenan atractivas. Las soluciones tecnológicas, como los cultivos modificados genéticamente, resultan especialmente atractivas porque prometen ofrecernos un atajo: una forma de abordar el cambio climático sin tener que afrontar los difíciles retos económicos y políticos que conllevan las soluciones reales. Por desgracia, estos atajos a menudo resultan ser falsas promesas.
¿En qué consiste la propuesta de la Comisión Europea?
La industria biotecnológica esperaba poder eludir la normativa europea sobre OMG para las plantas creadas con nuevas técnicas genómicas, como CRISPR-CAS. Sin embargo, en 2018, el Tribunal Europeo falló en contra. Las empresas biotecnológicas comenzaron entonces a presionar a la Comisión Europea, lo que ha dado lugar a la propuesta actual. Varios de los argumentos de la propuesta de la Comisión se remontan
a argumentos que fueron presentados estratégicamente por grupos de presión biotecnológicos.
Las empresas biotecnológicas quieren deshacerse de las pruebas de seguridad debido a la inversión financiera y de tiempo. Quieren poder sacar sus productos al mercado con unos costos mínimos y sin retrasos. Las empresas biotecnológicas no quieren que sus productos se etiqueten como OMG porque saben que muchos consumidores no los comprarán.
En nuestra opinión, la propuesta se reduce a una combinación de lavado verde y engaño estratégico. Como mucha gente no quiere comer OMG, la solución que ha encontrado la industria biotecnológica es dejar de decir a la gente que está comiendo OMG. Para ello, proponen eliminar el etiquetado y reformular sus técnicas como cultivo de precisión o edición genética, evitando toda connotación con la controvertida práctica de la modificación genética.
¿Cómo argumentan que este tipo de alimentos puede ayudar a combatir el calentamiento global?
La propuesta afirma que estas nuevas técnicas genéticas podrían conducir al desarrollo de plantas que, por ejemplo, sean más tolerantes al estrés medioambiental (como las sequías) o más resistentes a plagas o enfermedades. Pero sigue siendo una gran incógnita si estas promesas se cumplirán.
También deberíamos analizar qué significan en la práctica estas nuevas características de las plantas. Las plantas resistentes a las plagas suenan muy bien, pero en la práctica significa que producen sus insecticidas. Estos cambios genéticos pueden proteger a las plantas contra las plagas, pero también pueden tener efectos devastadores sobre la población de insectos. Más aún si se introducen en los campos sin haber sido sometidas previamente a las pruebas adecuadas. ¿Y si resultan ser tan
venenosos que los insectos de los que dependen los ecosistemas sanos mueren en masa? O las plantas productoras de insecticidas podrían estimular de forma similar un auge de superplagas, como las supermalezas creadas por la primera generación de OMG. Esas supermalezas son plantas que desarrollaron resistencia contra los glifosatos y crearon así enormes problemas a los agricultores.
¿Por qué no es una buena idea?
Aparte de las razones mencionadas, mi principal preocupación es que los OMG engrasan un sistema alimentario insostenible al tiempo que crean riesgos innecesarios. La nueva propuesta obstaculiza la posibilidad de una agricultura libre de transgénicos. Los consumidores no tendrán la opción de no comer OMG.
A menudo se considera erróneamente que la propuesta ofrece a los agricultores la posibilidad de utilizar OMG. En la práctica, se trata de todo lo contrario.