Salsero y filántropo de nacimiento
Además de compartir el nombre con su padre, Carlos
Jr. le heredó el gusto por la salsa. Creció en medio de salseros y no tuvo otra opción, dice. Incluso una vez ahorró para comprarse un disco de Juan Luis Guerra y su papá se lo desaprobó con par palabras. Pero a este hombre hay algo que lo mueve más que el titicó de la campana: desde hace varios años se involucró en labores sociales y trabaja con niños y adolescentes para ayudarles a formar un proyecto de vida y mostrarles un panorama distinto al que muchas veces eligen quienes viven en ese barrio del centro de la ciudad.
Carlos Molina hijo, de 37 años, creó la Fundación Alma Solidaria, de la que hacen parte 40 niños de barrios como Sucre y Obrero. Y aprovechando que su papá se animó a abrir al público el Museo de la Salsa en el primer piso de la casa, le pidió que lo dejara organizar ahí unas fiestas solidarias cuyos fondos aportan al mantenimiento de la fundación. Las hace el primer y último sábado de cada mes, así que la próxima será el 30 de septiembre. Por un aporte de $5000, quienes quieran pueden disfrutar una noche de música, baile y exhibición de 1000 fotografías únicas y originales.
Por el momento, el Museo de la Salsa se abre solamente para las fiestas solidarias. Claro, si quizá algún curioso quiere conocerlo otro día puede ponerse en contacto con Carlos papá o hijo y cuadrar la visita, pero no disfrutará el mismo ambiente. En un futuro cercano, gracias a que la hija de Daniel Santos se enamoró del proyecto de la fundación, los niños tendrán instrumentos musicales y los aprenderán a interpretar. Y aunque financiar todo ha sido difícil, Carlos se apoya en las fiestas en el museo, algunos planes de padrinazgo y otras actividades que hace mes a mes para que los chiquitines no anden por ahí en la calle expuestos al mal.
Entre los sueños está ampliar el recinto y unirlo con la casa de enseguida para que Alma Solidaria tenga su sede propia, incluido el taller de formación musical. Por lo pronto, la familia Molina sigue sosteniendo que no hay ningún otro lugar en Colombia que guarde mejor la historia de la rumba salsera como el museo en sus imágenes. Memoria fotográfica, tertulia, orquestas en vivo, baile y ayuda a los niños vulnerables, ¿habrá algún otro plan mejor para un caleño con la salsa incrustada en el tímpano y en el corazón?