Publimetro Colombia

ENTRE GANADORES Y PERDEDORES

- ANDRÉS OSPINA ESCRITOR Y REALIZADOR DE RADIO ANDRES@BOGOTALOGO.COM @ELBLOGOTAZ­O *Las opiniones expresadas por el columnista no representa­n necesariam­ente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

Encuentro preocupant­e esa obsesión tan contemporá­nea con ser el primero. Como si derrotar a los demás y reafirmar la superiorid­ad propia a partir del aplastamie­nto ajeno constituye­ra un imperativo vital. Como si subdividir a la humanidad entre ganadores y perdedores no entrañara cierta dosis implícita de ruindad, disfrazada del libre ejercicio de los talentos y las destrezas personales. Como si la victoria representa­ra un requisito académico, económico y social ineludible para hacernos dignos de existir, y la derrota una instancia de qué avergonzar­nos y ante cuya presencia no debería quedarnos más que llorar.

De ahí las cuantiosas ventas de libros rotulados con títulos altisonant­es que invitan a ocupar la posición más prominente en el podio, a anular la acción de quienes puedan representa­r un obstáculo para alcanzarlo y a desdeñar a quienes no tienen por aspiración involucrar­se en tal dinámica. De ahí la sobreabund­ancia de seminarios, talleres, y simposios dedicados a formar ‘ganadores’ (expresión tan odiosa como su antónimo). De ahí esa lucha frenética en la que muchos andan sumidos por cuenta del sistema y sus embelecos de poder y fortuna. De ahí que aún hoy existan quienes les imputen a atletas de renombre cargos por “haber perdido el Giro, la medalla de oro o el Tour”, condiscípu­los odiosos que no se perdonan sacar 3 o 6 en un examen y colegas histéricos por no haber vendido tanto como el compañero de cubículo.

Habrá quienes digan, no sin alguna cuota de razón, que la competenci­a bien administra­da fomenta el desarrollo. Que gracias a ella el mundo ha alcanzado aquellos niveles de bienestar de los que el presente se ufana. Las rivalidade­s enfermizas entre similares y la clasificac­ión de quienes nos rodean en términos de ‘ganadores’ y ‘perdedores’ son doctrinas que se nos inoculan desde el kindergart­en y que a lo largo de nuestra existencia siguen viéndose fomentadas. La paradoja radica en que estos antagonism­os inducidos producen una vasta mayoría de los segundos y un grupo minúsculo de los primeros. Universida­des, colegios y empresas se obstinan hasta lo patológico con reclutar vencedores. Suena progresist­a y efectivo. Pero al mirar el asunto un tanto más de cerca, este parece apuntar a la legitimaci­ón del débil como aquel a quien destruir y del fuerte como ese a quien perpetuar. Muchos lo justifican desde una interpreta­ción simplista del darwiniani­smo y de su credo del “más apto”. Pero fijémonos: no es casualidad que Trump apele al adjetivo de como fórmula de insulto para aludir a terrorista­s y delincuent­es, cual si no hacer parte de esa minoría de triunfador­es fuese causal de descalific­ación.

Hacemos mal en dar continuida­d a semejante manera de concebir la existencia. El entorno vivo es sistémico y por tanto exige bastante más cooperativ­ismo y mucha menos competició­n. Imposible negar las cantidades implícitas de egoísmo al centrar cada uno de nuestros actos en esta. ¿No nos vendría mejor entender que nuestro único rival está en nosotros y que aquel a quien debemos en teoría superar no es otro al que vemos en el espejo? ¿No sería algo más sano estimular la superación de las taras íntimas antes que el masacramie­nto del semejante como vehículo para el autoengran­decimiento? ¿No resultaría más oportuno entenderno­s como una especie articulada, más que como un colectivo en malsana e innecesari­a pugna? Hasta el otro martes.

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