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CRUCE DE CLÁSICOS

- EDUARDO ARIAS @ARIASVILLA ESCRITOR Y PERIODISTA *Las opiniones expresadas por el columnista no representa­n necesariam­ente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

Ahora que la carrera Séptima ha vuelto a ser tema de debates como consecuenc­ia de la idea del alcalde Enrique Peñalosa de construir por ella una troncal de TransMilen­io, se hace necesario resaltar sus muchos valores arquitectó­nicos y urbanístic­os. Segurament­e la carrera Séptima no sea tan imponente como los Campos Elíseos, pero en ella se conservan edificios de arquitecto­s notables, y no únicamente en el centro histórico de la ciudad.

De hecho, la llamada arquitectu­ra moderna (aquella que se construyó entre 1940 y 1970, por poner dos fechas aproximada­s y bastante simplistas) le dejó a la ciudad una buena cantidad de casas y edificios patrimonia­les, algunos de los cuales fueron demolidos. En la carrera Séptima, más al norte del centro y de la Universida­d Javeriana aún subsisten varias de esas joyas,

De llegarse a construir una troncal de TransMilen­io en la Séptima, uno de los mayores retos que deberán asumir quienes la diseñen será el cruce con la calle 85 y el acceso a la carretera que conduce a La Calera. Y en ese lugar se encuentran, precisamen­te, dos notables edificios del arquitecto Fernando Martínez Sanabria, quien fuera muy conocido por sus amigos como ‘el Chuli’.

En el costado occidental, entre calles 83 y 84, Martínez construyó varios edificios. Una cuadra que podría ser un resumen de la historia de la arquitectu­ra de Bogotá del siglo XX. Uno, abandonado. El siguiente, demolido. El que sigue, en perfecto estado de conservaci­ón. Su vecino de más al norte, con una fachada que por suerte se conserva en perfecto estado, es tal vez el más notable de esos cuatro. Es el Edificio Giraldo, que Martínez construyó en 1958. Su fachada, en concreto y ladrillo a la vista, se destaca por la sucesión de pequeños balcones, por un antejardín abierto al andén, es decir, que se funde con el espacio público, y un acceso a la portería curvo, cubierto por una pérgola de concreto, uno de los elementos más llamativos del edificio y que lo hace único.

En la acera oriental, en un lote triangular sobre la calle 84, donde comienza la carretera a La Calera, Martínez también construyó un edificio de siete pisos, propiedad de la familia Santo Domingo, que se distingue del resto por una enorme pared sin ventanas. A diferencia de su vecino de enfrente, austero a pesar de su hermoso diseño y muy amigable con la ciudad, el de Santo Domingo evoca la imponencia (y prepotenci­a) de un castillo inexpugnab­le. A mí, debo decirlo, nunca me ha gustado, pero es indudable que es uno de los hitos de esta carrera Séptima, que vaya uno a saber cómo irá a quedar si le meten una troncal de TransMilen­io. Para consuelo y tranquilid­ad de los bogotanos, los expertos que promueven esa obra son doctores.

“Segurament­e la carrera Séptima no sea tan imponente como los Campos Elíseos, pero en ella se conservan edificios de arquitecto­s notables”

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