Publimetro Colombia

COCA: LA MATA DE LA VIDA, LA MUERTE Y EL OLVIDO PARA EL CHOCÓ

Por ser uno de los departamen­tos en el que hay menos cultivos de coca, el Gobierno no lo incluyó en el sistema de sustitució­n. Entonces, ¿qué alternativ­as tienen los que viven de la siembra de esta planta?

- ESPERANZA ARIAS esperanza.arias@publimetro.co

En la tercera parte del especial de PUBLIMETRO desde la región selvática de este departamen­to, hablamos con los campesinos que viven desde adentro el conflicto, en una zona en la que su único medio de subsistenc­ia son los cultivos de coca, y para la cual el Gobierno no contempla la sustitució­n

Eran casi las 10:00 a.m. El fotógrafo que me acompañó en esta travesía y yo estábamos en una casa de palafito a orillas de un afluente que desemboca en el río San Juan, en el departamen­to de Chocó. Las tablas desgastada­s que servían de pared solo tapaban el frente de la vivienda y una parte de los costados. El fondo estaba descubiert­o y lo único que separaba a la casa de la selva era el metro y medio de altura de las vigas que la sostenían.

Aunque al inicio del día se habían asomado rayos de sol, con el paso de las horas, el cielo se fue nublando y las gotas empezaron a caer. Los dos hombres y la mujer que viven en ese pequeño lugar hablaban esporádica­mente entre ellos, mientras oían en un radio de pilas cómo avanzaba el paro indígena.

El sonido de la lluvia comenzó a mezclarse con el de varios helicópter­os. El ruido se intensific­aba a medida que las aeronaves de las autoridade­s se acercaban. Nos miramos de inmediato, intercambi­ando pensamient­os sin pronunciar una sola palabra. Escuchar helicópter­os en la ciudad es normal, pero en un territorio que está en medio del conflicto, es sinónimo de enfrentami­entos, de violencia.

Sin embargo, nuestra cara de terror en nada se asemejaba a la de los campesinos. “Esa es la Policía. Vienen a erradicar coca por aquí cerca”, nos explicaron. Según los habitantes del Medio San Juan, en la región hay miles de hectáreas de cultivos de coca que están siendo erradicada­s poco a poco por la Policía. De hecho, ellos cultivaban esta hoja porque era el único medio de sustento que tenían, pero debido a la violencia tuvieron que dedicarse a la siembra de arroz para el consumo propio, porque no resulta rentable producir para venderle a las grandes compañías.

Las aeronaves militares pasaron por encima de la casa de palafito y el sonido se detuvo muy adentro de la selva. Dos horas después abandonaro­n el lugar. No hubo ráfagas de disparos desde la tierra ni bombas lanzadas desde el cielo. El cese al fuego fue respetado por ambas partes.

En otra época, el paso de helicópter­os de las Fuerzas Militares sobre campamento­s del Eln o el desembarco de unidades del Ejército y la Policía en fincas con cultivos de coca hubieran causado enfrentami­entos en los que, inevitable­mente, la población civil hubiera quedado atrapada. Hoy, la situación es distinta.

Después del mediodía empezaron a aparecer en el río lanchas rápidas en las que se movilizaba­n los miembros del frente Occidental del Eln, los mismos a los que les estábamos siguiendo el rastro. Tras esperar durante 24 horas en la vivienda de esos tres campesinos, una lancha con varios guerriller­os nos recogió. Ahí emprendimo­s un viaje a un punto del río San Juan, donde pasamos varios días junto a los insurgente­s y la comunidad para entender el cáncer que consume al departamen­to y que aumenta la desconfian­za de la gente hacia el Estado.

El Programa Nacional Integral para la Sustitució­n de Cultivos de Uso Ilícitos (Pnis) fue creado este año mediante un decreto de la Presidenci­a para solucionar el problema de las drogas ilícitas, así como quedó pactado en el cuarto punto del acuerdo de paz con las Farc. Según el papel, al finalizar este año esperan haber sustituido 50.000 hectáreas de cultivos ilícitos y erradicado otras 50.000. Pero el programa de sustitució­n no incluyó al Chocó.

De los 32 departamen­tos que conforman Colombia, la sustitució­n se hará en los 12 departamen­tos donde hay más cultivos de coca: Putumayo, Norte de Santander, Guaviare, Antioquia, sur de Córdoba, Nariño, Caquetá, Meta, Vichada, Valle del Cauca, Cauca y Arauca. Nuevamente, el Chocó quedó a un lado.

Eso siente la gente que vive en ese punto del Pacífico colombiano y que no entiende por qué, siendo el Chocó uno de los departamen­tos que históricam­ente ha tenido los índices más altos de pobreza, el Gobierno no les da la oportunida­d de hacer parte del programa de sustitució­n, con el que cada familia recibirá un total de 36 millones de pesos a lo largo de dos años.

Al llegar a la población a la que nos llevó el Eln, vemos a un grupo de hombres afros apilando arroz y luego de caminar varios metros nos encontramo­s con otros dos que extraen el jugo de la caña de azúcar en una máquina que flota en el río. Cruzamos el saludo con varios habitantes y después de un tiempo empezamos a conversar con uno de ellos sobre la seguridad y los cultivos de coca.

“La semilla de la coca la trajeron hace muchos años los paramilita­res. Se la entregaban al campesino para que la sembrara con el compromiso de vendérsela únicamente a ellos”, contó. “Luego, empezaron a ponerle normas a las comunidade­s. En eso apareciero­n las Farc y después el Eln”, explicaba este hombre de 72 años. “Ahí comenzó el choque, porque las Farc empezaron a sembrar y a comprar. Las Farc pagaban la coca un poco más cara y por eso la gente prefería vendérsela a ellos. Así comenzó la muerte”, dijo mientras se agarraba las manos y agachaba su cara.

Después de décadas de conflicto armado, las Farc abandonaro­n el territorio gracias a la firma del acuerdo y el Eln tomó control de esas zonas en el Chocó. Pero para este campesino, la paz no sirvió de mucho, porque la violencia “dañó la vida que tenía”.

“Uno finalmente se acostumbra. Muchos se han ido, pero uno se queda aquí y tiene que vivir con eso”, nos dijo refiriéndo­se a los constantes enfrentami­entos entre los militares y guerriller­os, cuya causa es, entre otras cosas, por la erradicaci­ón de cultivos que, así como lo dijo ‘Uriel’, el comandante del frente Occidental del Eln, “la gente no siembra hoja de coca porque sí. La gente siembra hoja de coca porque es la única alternativ­a que tiene”.

Entonces, entre los relatos de decenas de enfrentami­entos que ha soportado este viejo campesino continuó diciendo: “El problema de la siembra de coca es que el Gobierno ha estado con el tema de la sustitució­n, prometiend­o platica, pero aquí solo han fumigado”.

Y así, mientras hablábamos sobre cómo el Estado ignoraba al Chocó una vez más, sobre cómo este hombre tenía que replantear su vida cuando ya había vivido más de la mitad, se volvió a escuchar el sonido de helicópter­os. “¡Ahí vienen!”, gritó un guerriller­o para poner en alerta a los demás. Pero todos se quedaron quietos, mirando cómo las aeronaves pasaban muy cerca de los techos. Temblamos, sudamos, esperamos que alguien corriera para ir detrás de ellos. Pero solo escuchamos a un guerriller­o decir: “Qué impotencia la que se siente”. Tal vez la misma que los campesinos de la zona.

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JUAN PABLO PINO - PUBLIMETRO Campesinos cultivador­es de arroz ven pasar sus días.
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