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Mejor que ayer: Diego Torres acude a la esperanza desde la exploració­n y la honestidad

- LUZ LANCHEROS

Color esperanza es una canción infaltable, casi que un cliché para reuniones corporativ­as, coaches de medio pelo y para reuniones de oficinista­s de pesadilla. Pero fue el himno que puso en el mapa a Diego Torres, que desde 1992 ha puesto su corazón y su energía en dar música que inspire al mundo. Podría sonar, sí, como discurso de la ONU, pero al menos en su décimo álbum de estudio, Mejor que ayer, el argentino ha llegado a miles de escuchas desde un sentimient­o cultural que se demanda y es más bien escaso en estos tiempos: la honestidad, la derrota y el no juzgarse en medio de un triunfalis­mo absurdo.

El funk, el pop, trabajar con la familia, explorar nuevos ritmos, incluso grabar un plano secuencia con un colega como Carlos Vives en la canción Kapun (que tuvieron que ensayar, aunque ellos van en perfecta sincronía) muestran cómo ha evoluciona­do un músico que se toma el tiempo para ser él mismo y crear. NUEVA MUJER entrevistó al argentino a propósito de su proceso creativo.

Creo que acaba de crear otro himno generacion­al con Mejor que ayer. Acá, para los escépticos, ¿cómo es llegar al corazón con una canción de esperanza?

Tampoco soy fanático del optimismo, por más que me hayan puesto a veces mucho en ese lugar. Siempre digo que el optimismo por sí mismo no tiene sentido si no sufrimos, si no pasamos malos momentos y no entendemos que ahí es donde vamos a aprender mucho más para tener algo de optimismo y seguir adelante en la vida, ¿no?

¿Cómo es trabajar con la familia y también explorar con nuevos ritmos en este álbum?

Es muy lindo poder abrir este disco con una canción como Las leyes de la vida, junto a mis sobrinos Benja y Ángela. Una canción que escribimos con Benja, que cantamos los tres, que habla de la vida, de la familia, de los momentos hermosos vividos que quedaron en el pasado, en nuestra historia y ya no están. De valorar las cosas a tiempo. Y, sobre todo, esta columna vertebral importante en nuestras vidas que es nuestra familia, con sus cosas buenas, con sus cosas malas, como todas.

Además, el video y la canción son muy emotivos, porque hay imágenes de archivo cuando ellos eran chiquitos, cuando fueron creciendo, cuando hoy son adultos y cantamos juntos. Entonces, era algo para mí muy importante, era un sueño que tenía que cumplir.

Y sí, después hay ritmos nuevos ahí: hay muchas cosas que tienen que ver con sonidos de los años noventa, cosas bailables que tienen que ver con lo latino, con lo caribeño. Es decir, siempre buscando ese horizonte amplio dentro de la música.

Hablando de lo caribeño, ¿cómo fue el proceso de trabajar con Carlos Vives, y la grabación de su video?

Tenemos una relación de hace mucho tiempo y una buena amistad, entonces siempre nos tenemos en el satélite, nos cruzamos. Y cuando escribí esta canción, volví del estudio, había trabajado ese día en sesiones con un par de colegas que habían trabajado conmigo como autores, y sentí que esa canción era para compartir con Carlos, que era naturalmen­te así.

Entonces le escribí y ahí se enganchó y le encantó. Empezó a proponer ideas y nos empezamos a comunicar.

Ahora, el video lo decidí hacer con Diego Peskin, que es el mismo director que hizo el video de Mejor que ayer. Simplement­e le tiré la idea: ‘No sé por qué me imagino que nosotros estamos saliendo de un concierto, en un camarín, transpirad­os después de haber dado todo, de haber recibido todo y es eso de mirarnos en el espejo, ese momento de intimidad después de haber venido de un show, ¿no?’. Y bueno, él me propuso hacerlo en plano secuencia, o sea que la cámara empieza a filmar y no hay corte, y eso le da mucha dinámica y mucha precisión en los movimiento­s, en el foco, en la cámara.

Dice que no está desde el optimismo, pero incluso sus canciones tristes suenan como si uno se llenara de energía. ¿Cómo hace eso?

Bueno, creo que soy una persona que trata de ver el lado bueno de las cosas. Creo que por eso mi música también se ha visto reflejada en el reggae, en el funk, no solamente en una balada, en toda la influencia y todo lo que viví de viajar con mi música y conectarme con otras músicas, con otras culturas, con otros artistas, otros públicos y todo eso a mí me ha significad­o una experienci­a que me ha enriquecid­o, me ha desafiado.

¿Y cómo saber qué es eso nuevo con una carrera como la suya ?

Porque uno sabe lo que ha hecho, de dónde viene y sabe humildemen­te, yo sé dónde me puedo repetir y dónde no quiero repetirme, entonces ahí es donde abro la puerta, ¿no? Después, lógicament­e buscas referencia­s, decís qué buena la estética, qué bueno el ritmo, qué bueno el sonido de esa guitarra y después te vas planteando tu propia idea, vas buscando una base, vas buscando una armonía, vas buscando líneas de melodías que te permitan poner frases y la historia de esa canción. Luego, con la gente, defiendes lo que defiendes y sueltas lo que sueltas, como gran ejercicio para la vida.

Por último,¿cómo darse el privilegio, en una industria que exige que se produzca y se produzca, para tomarse un tiempo para la creación?

“SIEMPRE DIGO QUE EL OPTIMISMO POR SÍ MISMO NO TIENE SENTIDO SI NO SUFRIMOS, SI NO PASAMOS MALOS MOMENTOS”

Uno convive entre la vida profesiona­l, el trabajo, las giras, el estudio y después mi vida de padre. Al estar presente, mi hija es una de las que me aporta música nueva. No llegaría a escuchar algunas cosas a no ser por ella. Ahora, con un disco y con esa convivenci­a de tiempo, todo es una experienci­a intensa donde pasan un montón de contradicc­iones, pero donde hay mucha pasión puesta ahí. Por eso, cada vez que uno saca un disco, hay que celebrarlo.

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