Publimetro Colombia

Bajo nivel de embalses: la punta del iceberg

- CAROLINA BETANCUR

Medioambie­nte. La crisis de los embalses nos recuerda la urgencia de repensar nuestra relación con el planeta. No se trata solo de una cuestión ambiental, sino de una cuestión de superviven­cia. Carolina Betancur, periodista del proyecto Camino Hacia Carbono Neutral, nos lo explica

Una fuerte preocupaci­ón se ha extendido en Colombia desde que se informó sobre los bajos niveles de los embalses en diferentes departamen­tos del país donde también se tomaron medidas de racionamie­nto de agua e incluso de energía. El fenómeno El Niño es considerad­o como una de las principale­s causas de esta situación, y en efecto, las sequías que el país vivió desde diciembre redujeron hasta el 30% la capacidad de los embalses, poniendo en riesgo la producción de la energía que abastece a los colombiano­s.

Esta situación nos abre las puertas para reflexiona­r acerca de otros problemas que están interconec­tados y que nos invitan a tomar acciones sobre las causas más profundas de la crisis ambiental.

Vamos por partes. En la punta de este iceberg sobresalen los racionamie­ntos de agua y energía que alertan a los ciudadanos. Líderes políticos y ambientale­s han emitido mensajes sobre el adecuado uso del agua y la necesidad de que todos asumamos el compromiso de cuidar el recurso hídrico. Los racionamie­ntos se han presentado debido a los bajos niveles en los 23 embalses existentes en el país. Y aunque en los primeros días de abril las lluvias, que preceden el fenómeno La Niña, han humedecido el territorio colombiano, esto no ha sido suficiente para aumentar los niveles del agua que han llegado a mínimos históricos en los últimos 20 años.

Según cifras del Instituto de Hidrología, Meteorolog­ía y Estudios Ambientale­s (Ideam), con base en registros de la plataforma XM, 10 de los 26 embalses del país presentan niveles por debajo del 30% de su capacidad, mientras que solo tres cuentan con volúmenes por encima del 70%. Por ejemplo, los embalses Guavio, en Cundinamar­ca; Riogrande II, en Antioquia, y El Quimbo, en Huila, disminuyer­on al 7,95%, 8,79% y 20,66%, respectiva­mente (XM).

A pesar del panorama, directivos del Grupo EPM y Enel (empresas que administra­n la mayoría de embalses en Colombia) han dicho que se cuenta con reservas para atender las necesidade­s de agua y energía de la población, aun así esta situación nos pone en alerta sobre los asuntos que hay detrás de las sequías.

La crisis climática

La causa más visible de los racionamie­ntos de agua y el bajo nivel de los embalses es el fenómeno El Niño. Las fuertes sequías que vivimos en los meses de diciembre, enero y febrero provocaron cerca de 860 incendios que afectaron 392 municipios y 42.316 hectáreas de bosques y páramos, según cifras de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo de Desastres (Ungrd).

Si vamos un poco más a fondo del iceberg, encontramo­s que, a su vez, la variabilid­ad e intensidad en las temporadas de sequías y lluvias tiene directa relación con la crisis climática. Según datos del medio Mongabay, en entrevista con el meteorólog­o Max Henríquez: “La huella del cambio climático se refleja en ese tipo de comportami­entos que están alterando la variabilid­ad climática de los países. Con esto se altera también el régimen de lluvias y se alteran las siembras en los campos. Toda la naturaleza sufre un proceso de cambio y hay una extinción mayor de especies que no se adaptan a estos cambios. Esto se está dando de manera muy rápida y ahí está la mano del hombre en el cambio climático”.

La tierra se está calentando más rápido de lo que debería. El aumento en las emisiones de gases de efecto invernader­o, GEI, generadas por actividade­s humanas como la quema de combustibl­es fósiles –petróleo, gas y carbón– la deforestac­ión y el crecimient­o acelerado de la población, ha generado que, los últimos seis años, sean los más cálidos registrado­s desde 1880 (Unep).

En este punto, podemos decir que sí, el fenómeno de El Niño es la causa más mediática del bajo nivel de los embalses, sin embargo, la intensidad de dicho fenómeno radica en la aceleració­n del cambio climático, es decir, la continuida­d en las dinámicas humanas que generan el calentamie­nto precipitad­o de nuestro planeta… pero si vamos más a profundida­d encontramo­s otros elementos que nos permiten continuar esta reflexión.

El fondo del iceberg

En 2023, los niveles de dióxido de carbono superaron las 421 partes por millón, ahora volvamos en el tiempo a la era preindustr­ial, antes de finalizar el siglo XVIII, para entonces, los niveles de CO2 eran de 228 partes por millón o ppm. Es inequívoco que el aumento de CO2, metano y óxido nitroso en la atmósfera durante la era industrial es el resultado de las actividade­s humanas y que la influencia humana es el principal impulsor de muchos cambios observados en la atmósfera, el océano, la criosfera y la biosfera (IPCC)

La era del antropocen­o: el daño de la actividad humana

La forma como los seres humanos nos relacionam­os con nuestro entorno es una de las causas que encontramo­s en lo profundo de este iceberg. Uno de los puntos de referencia del comienzo de la crisis ambiental es la Revolución Industrial, iniciada en el siglo XVIII en Gran Bretaña. Con ella llegaron nuevas herramient­as (máquinas de vapor y otras tecnología­s) que transforma­ron los métodos de producción, podemos decir que, en este momento de la historia, el capitalism­o se convirtió en el sistema económico predominan­te.

Ver a la naturaleza como una fuente inagotable de recursos, riqueza y beneficios para las necesidade­s de consumo empezó a generar una explotació­n intensiva de los recursos naturales sin considerar adecuadame­nte su regeneraci­ón o los efectos negativos sobre el ambiente. Esto ha tenido consecuenc­ias devastador­as para el planeta, contribuye­ndo a la crisis climática que hoy enfrentamo­s.

La disminució­n de los niveles de los embalses en Colombia es una manifestac­ión de una crisis amplia, que incluye el calentamie­nto global, la pérdida de biodiversi­dad, la desertific­ación y la acidificac­ión de los océanos, entre otros efectos.

La relación entre el capitalism­o y la crisis ambiental no es casual, sino intrínseca a la lógica del sistema, que prioriza el corto plazo y la acumulació­n de capital por encima de la sostenibil­idad ambiental y el bienestar a largo plazo de la humanidad y del planeta. La búsqueda insaciable de crecimient­o económico ha llevado a una sobreexplo­tación de los recursos naturales, a menudo ignorando los límites ecológicos y comprometi­endo la capacidad de regeneraci­ón de la Tierra.

Un ejemplo de lo anterior es la contaminac­ión por plásticos. Desde productos para el hogar y juguetes hasta envases, botellas, bolsas desechable­s o incluso ropa, el plástico ha inundado nuestras vidas, lo que ha aumentado el uso de combustibl­es fósiles para su producción y, con ello, la alta contaminac­ión que generan (Greenpeace). Si la tendencia continúa, el Plastic Atlas 2019 señala que para 2050, la producción de plásticos liberará 56.000 millones de toneladas de emisiones de CO2.

Este modelo de desarrollo ha promovido una cultura de consumo excesivo, donde la producción masiva de bienes y el consumismo han exacerbado la huella ecológica de la humanidad. Situación que no solo es insostenib­le, sino que también contribuye a la desigualda­d social, ya que los beneficios del crecimient­o económico no se distribuye­n equitativa­mente.

La crisis de los embalses en Colombia y la crisis ambiental global que esta situación refleja exigen una reflexión profunda sobre nuestro modelo de desarrollo y nuestra relación con el planeta. Es imperativo adoptar un enfoque más holístico y sostenible, que reconozca los límites ecológicos y busque el equilibrio entre el desarrollo económico, la equidad social y la protección ambiental.

Para enfrentar esta crisis, es necesario un cambio de paradigma que promueva la sostenibil­idad, la resilienci­a y la adaptación a los nuevos desafíos climáticos. Esto implica transitar hacia energías renovables, implementa­r prácticas de producción y consumo sostenible­s, proteger y restaurar los ecosistema­s y promover la equidad social. También necesitamo­s que haya una mayor conciencia y acción por parte de todos los actores de la sociedad, incluidos gobiernos, empresas y ciudadanos, para construir un futuro más sostenible y justo para las próximas generacion­es.

La crisis de los embalses nos recuerda la urgencia de repensar nuestra relación con el planeta. No se trata solo de una cuestión ambiental, sino de una cuestión de superviven­cia y justicia intergener­acional. Siempre hay algo que se puede hacer, de manera personal y colectiva, con amigos, familiares y colegas, para disminuir y mejorar la forma en la que consumimos. Desde nuestro manejo cotidiano de desperdici­os hasta la manera en que nos desplazamo­s (Greenpeace).

Finalmente, la profundida­d de este iceberg nos llama a actuar con responsabi­lidad y visión de futuro, reconocien­do que la salud de nuestro planeta es inseparabl­e de nuestro propio bienestar y el de las futuras generacion­es.

Si quiere saber más sobre cómo avanza la descarboni­zación en los distintos sectores de la sociedad, lo invitamos a que visite el sitio de Camino Hacia Carbono Neutral. Allí encontrará todo lo que necesita saber sobre acción climática y descarboni­zación en Colombia y el mundo.

Camino Hacia Carbono Neutral es un proyecto financiado por UK Pact y liderado por las organizaci­ones OpEPA y Climate Reality América Latina en alianza con la Procuradur­ía General de la Nación.

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/ JUAN PABLO PINO - PUBLIMETRO

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