Con clases, hasta los más ‘troncos’ podrán volverse el alma de la fiesta
En la capital son muy populares las academias de baile, que ayudan a ‘azotar baldosa’ a todo el que no puede ni con el paso básico de un merengue
“Aprenda a bailar”, ¿quién no ha visto alguna vez publicidad con esta frase al caminar por algún barrio o avenida de la capital?
Tal vez si hacemos memoria recordamos letreros, papeles o paredes con teléfonos de alguna academia ofreciendo este servicio, tanto para los que no dan ni el paso básico de un merengue, hasta para los que parecen un trompo en la pista de baile. Y es así porque la danza no discrimina a nadie, ni siquiera a nosotros, los rolos, que no tenemos precisamente la fama de ser buenos bailarines entre las distintas regiones del país. Quizás por ello son tan
“Ahora puedo sacar a varias parejas a bailar, ya no lo voy a pensar dos veces”
Jairo Vásquez, alumno de baile de 60 años
populares las academias de baile en Bogotá.
Eso sí, lo único garantizado en torno a estos lugares es tener una hora de rumba asegurada, en la que experimentará la mayor cantidad de ritmos con personas que no juzgarán su descoordinación a la hora de mover las caderas.
¡Sí se puede!
Para conocer a fondo la trascendencia de las escuelas de baile, llamamos a uno de los teléfonos que se encuentran pintados en la calle y que ofrecen este servicio.
Así, llegamos hasta la localidad de Engativá, donde está situada la Academia de Baile Abanico Rítmico, que tiene varios años de experiencia enseñando a bailar.
Allí, el fuerte sonido de la música y la alegría de los asistentes desbordaba por todo el lugar antes de cruzar las puertas.
Frente a un gran espejo, los aprendices coordinan sus movimientos uno al lado del otro, sin pena ni excusas, pues ‘azotan baldosa’ hasta que los pies no les dan para más.
Reguetón, salsa, merengue, bachata y ritmos que marcaron una tendencia (como Mayonesa, Carrapicho, El meneaito, Calimenio, y más) hacen parte del repertorio que todos se gozan de principio a fin.
“Yo llevo un año aprendiendo a bailar, porque antes solo sabía lo básico, muy básico. Bailar me ayuda para el entrenamiento físico y la relajación; me mantiene en forma y me quita el estrés. Es un hábito que me alegra la vida”, relató Érika Vargas, de 21 años, tras finalizar una clase.
El caso de Juan Carlos, un bogotano de 28 años, es algo diferente, ya que lleva un poco más de un mes tratando de ‘cogerles el paso’ a las canciones, entre otras cosas, para poder conquistar alguna chica mientras rumbea: “Inicié este proceso porque me cansé de ver a todo el mundo bailar en las fiestas, mientras yo estaba sentado tomando”.
Otro ejemplo es el de Jairo Vásquez, quien a sus 60 años tomó la decisión de aprender a bailar, porque se cansó de ir a las fiestas para sentarse a charlar: “Ahora puedo sacar a varias parejas a bailar, ya no lo voy a pensar dos veces”.
Estas personas son el vivo ejemplo de que no es necesario tener unos tragos encima para ‘soltarse’ y ser el alma de la fiesta en Bogotá, porque para ‘azotar baldosa’ solo necesita determinación, buena actitud y, por supuesto, algunas clases en la ciudad.