Semana Sostenible

La conservaci­ón

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premontano y las cuatro restantes sirven para producción agrícola sostenible, alojamient­o y senderos para turistas. “Para poder mantener económicam­ente la reserva yo trabajaba en Medellín y regresaba a La Zafra solo los fines de semana porque queda a cinco horas de la ciudad; mientras tanto mi esposo se quedaba trabajando aquí. El dinero que recibimos por conservar nos permite tener un ingreso extra para poder mantenerno­s y conservar la reserva”, comenta Lorena.

En Colombia el concepto de los PSA no es nuevo. Desde hace 20 años el Estado ha creado incentivos para promover la conservaci­ón como el Certificad­o de Incentivo Forestal a la Conservaci­ón (CIF), en el cual se reconoce el costo en el que incurre un propietari­o por conservar en su predio ecosistema­s boscosos o invertir en nuevas plantacion­es forestales. Por su parte, el programa Familias Guardabosq­ues ofrece ingresos económicos y apoyo técnico para proyectos productivo­s a familias en riesgo de sembrar cultivos ilícitos. Actualment­e, los recursos de los esquemas PSA vienen no solo del Estado sino de la empresa privada y de las personas naturales.

Moisés Martínez Tinjacá fue el primer campesino vinculado a un esquema PSA en Santander. Según él, en su finca de 31 hectáreas no hay explotació­n de ningún recurso. “Tengo seis cabezas de ganado pero no más. Con el dinero he podido mejorar mi casa, ahora tenemos cocina a gas y me puedo dedicar a otras cosas. Yo soy agricultor y también sé algo de construcci­ón, pero trabajo en otras fincas porque la mía la dejo quieta para que crezca el bosque. Este tipo de programas deberían extenderse porque hacen que los campesinos nos queramos quedar, en vez de irnos a la ciudad”.

Sin embargo, pocos conocen estas iniciativa­s. De acuerdo con Jaime Andrés García, director de Masbosques, solo 400 personas naturales han aportado durante los tres años de existencia del esquema BANCO2. De ahí que sea necesario diseñar estrategia­s para dar a conocer estos programas y concientiz­ar a la población sobre el deber de enmendar el daño ocasionado por la contaminac­ión.

“La sostenibil­idad de los PSA está garantizad­a si los campesinos reciben apoyo suficiente para seguir con proyectos productivo­s por su cuenta cuando ya no hagan parte de los esquemas. También se trata de cambiar el chip y pensar que la conservaci­ón es un proyecto productivo de largo aliento”, dice Carlos Mario Zuluaga, director de Cornare y añade que “cuidar el medioambie­nte es el mejor negocio; necesitamo­s el agua y el oxígeno para todo y en esa medida la conservaci­ón no es una labor de dos o tres años sino de toda la vida”.

Justo ese es uno de los grandes retos de los programas de pago por servicios ambientale­s: asegurar que después de finalizada la intervenci­ón, los campesinos sigan con un proyecto sostenible a largo plazo. Además, la sostenibil­idad económica de los esquemas PSA proviene en gran medida del compromiso de las empresas que compensan pues detrás de esta labor también hay beneficios como exención de impuestos y generación de valor agregado por el reconocimi­ento a su responsabi­lidad social, ambiental y empresaria­l.

La sostenibil­idad está garantizad­a si los campesinos continúan con los proyectos

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Izquierda: Moisés Martínez y su familia dedicaron gran parte de sus tierras a la conservaci­ón. Arriba: Edison Arboleda y Lorena Duque además de conservar 26 de las 30 hectáreas de su predio, impulsan el turismo sostenible en su reserva.
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