Más limpio que nunca
Desde 2013 las emisiones de carbono en el valle de Sogamoso comenzaron a bajar. La región empezó a generar más empleo y se cambió toda una tradición ancestral.
Hasta hace dos años el cielo del valle de Sogamoso, en Boyacá, convivía con una neblina permanente. Todos los días estaba allí, instalada sobre la planicie y las montañas que lo rodean. Pero esos nubarrones blancos no eran neblina sino la contaminación producida por los 600 hornos tradicionales de ladrillo y cal que estaban en los municipios de Sogamoso y Nobsa. Hoy el cielo está despejado.
“De acuerdo con los estudios, los hornos artesanales de producción de ladrillo y teja generaban el 56 por ciento de la contaminación en el valle de Sogamoso”, explica José Ricardo López, director de la Corporación Autónoma Regional de Boyacá, Corpoboyacá. Pero eso no es todo. Según él, hasta 2014 las mediciones de la concentración de material particulado en el aire en esa región registraban 62 microgramos/metro cúbico, cuando no pueden sobrepasar los 50. Lo peor es que así estuvo el aire durante décadas.
Los efectos de esta contaminación se hacían evidentes en las cifras. Un estudio de la Universidad de la Salle indicaba que las enfermedades respiratorias agudas eran las principales causantes de morbilidad y mortalidad en Boyacá. Aparte de esto, en Nobsa los accidentes de tránsito causaban muchas muertes, pues el humo de los hornos artesanales de cal de este municipio se convertía en una neblina que impedía la visión de conductores y peatones.
Ante esta problemática, Corpoboyacá planteó un proyecto denominado ‘Erradicación de las fuentes de emisiones contaminantes para los sectores artesanales de producción de ladrillo y cal’. “Hubo un acercamiento con los productores de ladrillo y cal. Se les habló con sinceridad y se les dijo que había normas que debían cumplir. La corporación tenía que tomar decisiones drásticas. Fueron seis meses de conversación y diagnóstico”, cuenta López. Y aunque al principio los alfareros y caleros se preocuparon por perder su única forma de sustento, el ejercicio de autoridad de Corpoboyacá resultó beneficioso para ellos y para todos los boyacenses.
La normativa exigía tres requisitos: los hornos de ladrillo y cal debían tener un sistema de conducción de gases; preferiblemente debían usar el coque como combustible y, por último, solo podían funcionar en lugares permitidos en el plan de ordenamiento territorial.
“En total había 400 hornos de arcilla (material con el que se hace el ladrillo) y 200 de cal en Nobsa y Sogamoso. A los dueños se les dio un plazo de seis meses para acogerse a la resolución. En ese tiempo hubo negociaciones y, al final, se les dio un tiempo más para que hicieran la conversión tecnológica”, explica Mauricio Rojas, coordinador de Calidad del Aire de Corpoboyacá.
De ese modo, desde 2015 cerca de 350 hornos tradicionales funcionan con filtros (parecidos a chimeneas) y dejaron de usar carbón, al que reemplazaron por el coque. Otros dueños de hornos decidieron unirse y conformar empresas.
“Con el apoyo de la Gobernación de Boyacá logramos conseguir el dinero para comprarles los hornos a las