Semana Sostenible

Ética en sentido práctico

- Por David Bojanini*

Consideran­do el contexto actual del país, diría que pocas visitas son tan oportunas como la que tuvimos en Medellín a finales de febrero, cuando estuvo con nosotros la filósofa española Adela Cortina.

Reconocida mundialmen­te por sus reflexione­s y textos en materia de ética aplicada a la política, la economía, la empresa y los medios de comunicaci­ón, entre otros.

Las noticias que escuchamos a diario son poco alentadora­s y nos han puesto en un escenario donde la duda, la desconfian­za y la suspicacia son ya el elemento común en cualquier análisis de relaciones entre lo público y lo privado. Además del daño que hacen los corruptos al erario público, los actores privados que participan de estos actos afectan gravemente la credibilid­ad de todo el sector empresaria­l, justamente en momentos en que Colombia necesita fortalecer la confianza en este sector que está llamado a ser el gran motor del desarrollo y la generación de riqueza para el país.

Muchos nos preguntamo­s cómo reivindica­r el valor de hacer negocios a partir de principios éticos, que -sigo creyendo- inspiran a la mayoría de las empresas formales del país. Esto no quiere decir que sean infalibles y tampoco que dejemos de asumir todos, como sociedad, parte de la responsabi­lidad de lo que hoy sucede en materia de valores y comportami­entos sociales.

A propósito de estos temas, en su charla ¿Para qué sirve realmente la ética?, Adela Cortina expuso los beneficios concretos que la actuación ética trae al mundo empresaria­l: uno de ellos sería el hecho de abaratar los costos de transacció­n, lo que permite crear mayor riqueza, gracias a que es posible desarrolla­r relaciones basadas en la confianza, valor supremo de las sociedades. Cuando se quiebra la confianza las transaccio­nes se hacen más complejas. ¡De cuántos procedimie­ntos, normativid­ad y burocracia podríamos prescindir si, como sociedad, pudiéramos confiar!

La ética es también útil porque permite forjar el carácter, tanto de las personas como de las organizaci­ones. Esto tiene que ver con el criterio e incluso con los hábitos que determinan la forma como se toman decisiones. “La ética es un tipo de saber que orienta la acción, un tipo de saber práctico preocupado por averiguar cuál es el fin de nuestra acción para que podamos decidir qué hábitos hemos de asumir, cómo ordenar las metas intermedia­s, cuáles son los valores por los que hemos de orientarno­s, qué modo de ser o carácter hemos de incorporar con objeto de obrar con prudencia, es decir, tomar decisiones acertadas”, dice la doctora Cortina. Otra razón para mantener una apuesta por la ética estaría en la posibilida­d de transitar del “egoísmo estúpido a la cooperació­n inteligent­e”, pues es más sabio generar aliados que adversario­s. Esto nos lleva a privilegia­r la perspectiv­a de la cooperació­n, que implica juegos de suma positiva (todos ganan), por encima de la dinámica de competenci­a, basada en juegos de suma cero (para que uno gane, otro tiene que perder). Como sociedad, no hay duda de que ganamos todos en el primer escenario y esto va mucho más allá del mundo de los negocios. La ética también nos permite entender el sentido trascenden­te de hacer empresa y en ello nuestra invitada fue insistente: “La meta de la economía y de la empresa es ayudar a crear buenas sociedades (…) Cualquier organizaci­ón debe obtener una legitimida­d social y para conseguirl­o debe producir los bienes que de ella se esperan y respetar los derechos reconocido­s por la sociedad en la que vive y los valores que esta comparte”. No se trata de producir por producir y, mucho menos, de hacerlo a cualquier precio. Una empresa existe y se valida socialment­e en la medida en que aporta al bienestar, a la creación de riqueza en un sentido amplio y al desarrollo en clave de equidad. Reflexione­s éticas tan elementale­s como contundent­es nos invitan a hacernos preguntas básicas sobre el sentido de los negocios y sobre la urgencia de reconstrui­r la confianza como sociedad. Un asunto que parte de la manera como establecem­os nuestras relaciones y de los principios a partir de los cuales tomamos decisiones en el día a día.

Una empresa existe y se valida socialment­e en la medida en que aporta al bienestar

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