Semana Sostenible

Las mafias de la deforestac­ión en el Guaviare

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Este departamen­to amazónico concentra cerca del 20 por ciento de las áreas deforestad­as en Colombia. La madera se pudre en el suelo y las bandas criminales y de narcotráfi­co se apropian de las tierras para hacer minería ilegal y ampliar la frontera agrícola.

Según reportes del Instituto de Hidrología, Meteorolog­ía y Estudios Ambientale­s (Ideam) en Colombia existen ocho grandes núcleos de deforestac­ión en los cuales se concentran la mayoría de alertas. El departamen­to más afectado por este fenómeno es el Guaviare, pues en su territorio se encuentran tres de las zonas más críticas.

El asunto es de grandes proporcion­es si se considera que todos sus municipios padecen por la tala indiscrimi­nada de árboles. El primer punto caliente está ubicado en las veredas San Jorge, San Antonio Alto, La Unión y El Chaumal, pertenecie­ntes a San José del Guaviare y se extiende hasta el municipio de La Macarena en el Meta, afectando considerab­lemente al Parque Nacional Natural Sierra de La Macarena.

El segundo núcleo abarca los municipios de Calamar y El Retorno y pone en riesgo el Área Natural Única (ANU) Nukak, importante para el país debido a su riqueza natural y cultural. La tercera zona crítica del departamen­to se encuentra en el nororiente de San José del Guaviare, en las veredas Caño Mosco, Caño Negro, Caño Blanco y el resguardo indígena Nukak Maku, pueblo indígena que cuenta hoy con menos de 1.000 habitantes.

A diferencia de otros núcleos del país, donde la deforestac­ión ha logrado reducirse hasta en un 4 por ciento, en Guaviare el problema persiste e incluso aumenta en comparació­n con las mediciones del Ideam durante 2016. El incremento en la deforestac­ión se debe a desarrollo vial, ampliación de frontera agropecuar­ia, praderizac­ión por especulaci­ón de tierras y cultivos de uso ilícito.

Según datos de la Dirección de Carabinero­s de la Policía Nacional, la Reserva Natural Nukak tenía 786 hectáreas afectadas por la deforestac­ión en 2011 y en 2015 ya iban cerca de 1.170. Es decir, un incremento del 49 por ciento.

“En departamen­tos como Guaviare y Meta, existen grupos organizado­s al margen de la ley que se aprovechan de la deforestac­ión para explotar la región a través de la minería ilegal y ampliar las rutas del narcotráfi­co. Entre ellas se encuentran disidencia­s de las Farc y bandas criminales como el Clan del Golfo y Los Puntillero­s”, aseguró a Semana Sostenible el general Rodrigo González, director de

Carabinero­s y Seguridad Rural de la Policía.

El Clan del Golfo, que opera principalm­ente en Córdoba y el Urabá chocoano y antioqueño, ha ampliado sus zonas de influencia a otras regiones del país, entre las cuales se encuentra gran parte del territorio amazónico. Por su parte, los Puntillero­s surgen como banda luego de la muerte de Martín Farfán, alias Pijarvey, quien dirigía el autodenomi­nado Bloque Libertador­es del Vichada, creado luego de la desaparici­ón de las Autodefens­as Unidas de Colombia (AUC).

Estas bandas subsisten gracias al narcotráfi­co y han deforestad­o gran parte del departamen­to para ampliar nuevamente los cultivos ilícitos de coca, aprovechan­do la condición selvática del territorio y su difícil acceso. De hecho, las hectáreas de coca cultivadas en el Guaviare pasaron de 3.851 en 2012 a 5.423 en 2015, según reportó la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.

UNA MADERA QUE SE PUDRE

Deforestar esta región selvática tiene un gran impacto para el medioambie­nte, sobre todo en momentos en los que se habla de cambio climático y donde una de las principale­s estrategia­s para mitigar su impacto, en países como Colombia, es frenar la tala indiscrimi­nada de árboles. Como si esto fuera poco, en Guaviare, a diferencia de otras zonas del país, la madera talada ni siquiera tiene un uso en el mercado negro. Imágenes de la Fuerza Aérea muestran cómo alrededor de las zonas afectadas la madera se pudre sin ningún uso.

Esto se debe a que, según fuentes de la Policía Nacional, transporta­rla resulta supremamen­te costoso para los grupos criminales ya que se trata de zonas donde no existen vías y donde la población más cercana puede encontrars­e a cinco horas navegando en río. Además, el principal objetivo es apropiarse de las tierras para luego extorsiona­r a quienes deseen realizar minería o expandir su frontera agrícola y ganadera.

Sin embargo, existen más actividade­s ilícitas que dependen de la deforestac­ión para lograr su objetivo. Una de ellas es conocer el trazado de vías para habitar cerca y obtener una futura compensaci­ón económica por reasentami­ento.

Esto era lo que ocurría con la vía marginal de la selva, un proyecto de más de 120.000 millones de pesos que a futuro pretende unir a Ecuador, Colombia y Venezuela, en busca de una salida por vía terrestre desde el Pacífico hasta el Atlántico, sin cruzar la cordillera de los Andes. Grupos de personas eran sobornados u obligados a asentarse cerca del área por donde pasaría la carretera. Al hacerlo, empezaron a talar indiscrimi­nadamente los árboles en las veredas de Puerto Cachicamo y El Capricho en Guaviare, así como las veredas Nueva Colombia y la Tigra en los municipios de Vista Hermosa y Puerto Rico en el Meta. El objetivo era obtener millonaria­s compensaci­ones por parte del Estado una vez empezara la construcci­ón de la obra vial, recursos que terminaría­n en manos de miembros de Los Puntillero­s, el Clan del Golfo y disidencia­s de las Farc.

MUEBLES PARA EL ESTADO

Aunque existe un gran subregistr­o de la madera que se trafica en Colombia, las cifras de incautacio­nes realizadas por la Policía son alarmantes. Solo entre enero y mayo de este año se incautaron 36.251 metros cúbicos de madera en el país, lo que equivale al cargue completo de 1.006 tractomula­s o de 1.647 camiones.

Cada vez que se detiene un camión que transporta madera se solicita el salvocondu­cto único de movilizaci­ón si se trata de bosque nativo o la remisión de movilizaci­ón expedida por el Instituto Colombiano Agropecuar­io (ICA) si se trata de plantación forestal comercial. Si no se cumple con ninguna de estas dos condicione­s, se incauta la madera y se traslada a las Corporacio­nes Autónomas Regionales (CAR), las cuales imponen una medida preventiva y abren investigac­ión. Al tiempo se abre un proceso penal que puede imponerle al traficante penas que van entre cuatro y nueve años.

Sin embargo, una vez los árboles son talados, el daño es irreversib­le. “Es muy importante crear un plan de reforestac­ión en las zonas afectadas para contrarres­tar los impactos ambientale­s ocasionado­s y evitar la proliferac­ión del narcotráfi­co y otras economías criminales en la zona. Para evitar la deforestac­ión es muy importante que la fuerza pública y las autoridade­s ambientale­s establezca­mos canales eficientes de comunicaci­ón”, afirma el general González.

Si no se reduce la deforestac­ión, lo más “provechoso” que puede pasar con la madera es que termine siendo utilizada para mobiliario del Estado.

*Si usted tiene informació­n sobre zonas donde se tale ilegalment­e flora silvestre puede comunicars­e con la Policía de Carabinero­s y Seguridad Rural a los teléfonos: 3228198498, 3023054507 o en Bogotá al 6672277 extensión 10038.

El interés de las bandas criminales en Guaviare es apoderarse de las tierras deforestad­as

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FOTOS: Cortesía Fuerza Aerea, Policía Naciona e Ideam Las selvas del Guaviare y en especial la Reserva Nacional Natural Nukak están afectadas por la tala indiscrimi­nada de árboles. Las imágenes arriba muestran cómo la deforestac­ión se ha tomado la vereda Puerto Cachicamo en San José del Guaviare.

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