Todos somos hijos del agua
Hacer una edición sobre mujeres fue una decisión unánime en el último consejo de redacción de Semana Sostenible. Pero, con qué enfoque: ¿Líderes vivas y asesinadas, mujeres en el campo, mujeres guardaparques, mujeres en la minería? Cada día surgía una idea nueva. Hasta el 3 agosto, fecha en que se inauguró la exposición Hijas del agua, en el Museo Santa Clara, de Bogotá. La artista Ana González y el fotógrafo Ruven Afanador traían a este espacio una obra que recogía, en cada fotografía e intervención, la cultura, la tradición, el legado y el misterio de las mujeres misak, wayuu, arhuacas y gunadule. Cuatro pueblos indígenas tan diferentes como similares. Los últimos datos oficiales que hay en el país sobre la población indígena son de 2005. Según el censo del Dane, había 1.392.623 personas, de las cuales 49,5 por ciento eran mujeres. Entre estas 689.577 están Jacinta, Leticia, Carmen y Conchita, algunas de las mujeres capturadas por el lente de Afanador e interpretadas por González con tinta, carboncillo y otras técnicas que exaltan la identidad de estos pueblos que se resisten a desaparecer. Ahí está el enfoque de esta edición. Una mirada periodística a una obra que nos abre la puerta para explorar en profundidad lo que representa ser mujer en una etnia. Y que, además, nos pone frente a una relación con un elemento vital: el agua. El tema, sin embargo, no acaba en estas 22 páginas. Casi que sin proponérnoslo, cada artículo nos sumerge en perspectivas distintas. Unas más críticas, otras más estéticas. Maneras diversas de presentar asuntos tan importantes como la delimitación de los páramos, la deforestación o la declaración de nuevas áreas protegidas. Hechos y acontecimientos que plantean retos fundamentales como el cambio climático o una jurisprudencia ambiental más fuerte. Todos relevantes, en cualquier caso, para que el país continúe andando la senda del desarrollo sostenible. Agua y género, dos temas principales en la agenda de la segunda versión de nuestra Cumbre de Sostenibilidad, un evento para reflexionar y, además, proponer alternativas. Para tomar acciones encaminadas a promover cambios como la Plataforma 17, una alianza que involucra a sectores y ciudadanos con el fin de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y es que al final, cuando uno mira la obra de Ana y Ruven, lo que se ve en los ojos de esas mujeres son los de cada uno de nosotros y, a la vez, los de toda la humanidad. Lo que se siente es la necesidad y el compromiso de actuar para preservarlas, para cuidar su cultura y el entorno natural. Porque cuando comprendemos que todos somos hijos del agua, la mirada cambia y las acciones fluyen.