Compostpack nació en 2016 con el objetivo de cambiar los hábitos de consumo y la industria del plástico para construir un planeta más limpio.
ricas en carbohidratos, con las que obtienen las resinas CPK, materia prima para fabricar bolsas para el depósito de residuos orgánicos en el hogar, restaurantes, hoteles o industrias de gran superficie.
Sus bioplásticos se pueden compostar en casa o pueden ser regresados a la empresa; la cual los transforma en abono de alta calidad que enmienda y nutre los suelos.
“Somos pioneros y especialistas en el desarrollo y comercialización de bioplásticos. Nuestros materiales cuentan con certificación según el estándar europeo EN 13432, el cual establece una compostabilidad en un periodo inferior a seis meses y la no-toxicidad del producto”, afirma Freddy Carrión Rivas, jefe de ventas de la organización.
El Departamento de Investigación y Desarrollo de Compostpack crea productos para todos los consumidores, desde los dueños de mascotas, que utilizan las poopy bags para recoger sus desechos, hasta la industria plástica, a quienes vende su resina CPK, asesora en la fabricación de productos compostables y certifica su trabajo.
“Somos un modelo de economía circular, a lo largo del ciclo evitamos el almacenamiento de basura en rellenos sanitarios, suelos y ríos. Queremos replicar nuestro negocio dondequiera que haya consumo de plástico”, afirma Carrión Rivas.
Pago por servicios ambientales
Los bosques en pie prestan el servicio ambiental más importante para la humanidad: captura de CO2 de la atmósfera, causante del efecto invernadero y del aumento en la temperatura. Y Colombia es líder mundial en la operación de un mercado de carbono. Fondo Acción es activo en ese mercado representando proyectos de conservación que han vendido más de dos millones de créditos de carbono (moneda transaccional en el mercado de carbono).
Inversiones de impacto
Es uno de los pilares en la relación a futuro con nuestros públicos. Destaco que desde 2012 venimos investigando e implementando ecodiseño de empaques y educando a los consumidores con campañas como ‘Sin pitillo, por favor’. Además, apoyamos la conservación de 52 hectáreas de bosque en la cuenca media alta del río Otún, la principal fuente abastecedora de agua de Pereira. Todas nuestras acciones han reducido nuestra huella ambiental.
Para este pilar creamos la Fundación Frisby hace 41 años. Su proyecto más importante es el Colegio Instituto Tecnológico Dosquebradas, que nació hace 35 años y hoy en día tiene 601 egresados. Su modelo es la educación biocéntrica –basada en la protección de la vida– y el desarrollo de habilidades para el emprendimiento mediante el programa Acuma. Desde 2018 trabajamos en tres frentes: el primero es Entorno, en el cual, además del colegio, educación biocéntrica y Acuma, contamos con la metodología de Aprender Jugando; el segundo, Negocios Inclusivos, a través del cual incorporamos en nuestra cadena de valor a comunidades de pequeños productores; y el tercero, Nuestra Gran Familia Frisby, donde trabajamos de la mano del talento humano, fortaleciendo capacidades y generando oportunidades para nuestros colaboradores.
El municipio de Paipa se ha caracterizado por ser un importante destino turístico por su historia, paisajes y aguas termales. Para potenciarlo, Gensa –empresa generadora de energía por medio de la Central Termoeléctrica de Paipa (Termopaipa), que soporta el Sistema Interconectado Nacional (SIN)– gestiona la construcción del Parque Industrial Ecológico Termopaipa, un espacio para la sostenibilidad que aportará al fortalecimiento de los ecosistemas y a la relación entre la comunidad y el sector productivo.
Este es el primer proyecto de estas características que desarrolla Gensa. La consolidación del parque es de gran importancia para la restauración ecológica del área de influencia, la activación de ecosistemas, la apropiación del territorio y el saneamiento ambiental e identificación de riesgos y usos. Para que este sea una realidad, actualmente, en Termopaipa se adelanta la extracción de buchón de agua de las piscinas de enfriamiento, de tal manera que en el futuro los visitantes puedan desarrollar senderismo, canotaje, natación, pesca y avistamiento de aves.
“Para mí es un gusto iniciar esta importante apuesta; fue uno de los principales objetivos que tuve al llegar a Gensa, convertir a Termopaipa en un parque industrial ecológico. Sin duda alguna, para nosotros, la sostenibilidad de los territorios es una prioridad”, dice Tony Jozame Amar, presidente de Gensa.
El modelo de sostenibilidad de Gensa involucra otros procesos, como control de emisiones y ruido, tratamiento de lixiviados del patio de carbón, mantenimiento de taludes, zonas de acceso y áreas de manejo de subproductos y residuos; extracción y disposición de lodos de sedimentación, y la activación de un vivero en instalaciones de la Central.
Uno de sus principales proyectos es el Plan de Reconversión Tecnológica, que busca cerrar el ciclo de enfriamiento de aguas de Termopaipa, separándolo de la quebrada El Volcán y el río Chicamocha, y la construcción de un sistema de control de temperatura de los vertimientos. Asimismo, en alianza con Corpoboyacá, realiza la restauración ecológica de 5 hectáreas que se integrarán al sistema de aulas ambientales de la autoridad ambiental, lo que contribuye a la campaña Boyacá Reverdece.
Como asegura Andrés Arbeláez, director de Sostenibilidad Corporativa de Gensa, “nuestro modelo de sostenibilidad, además de dar cumplimiento a los requerimientos ambientales, generará mayor armonía con el ecosistema y optimizará el proceso de la generación de energía. Gensa hace todos los esfuerzos necesarios para entregar soluciones adecuadas al país”.
La sostenibilidad se compone del triángulo ambiental, social y económico; si falta uno de estos factores las políticas de una empresa no se consideran sostenibles. Una de las organizaciones destacadas por ser conscientes e implementar esta tríada es Arroz Blanquita, nacida 1950 en el Valle del Cauca, con el propósito de producir arroz de excelente calidad y ser socialmente responsable con sus empleados, agricultores, la comunidad y el Estado.
Las acciones de sostenibilidad de Arroz Blanquita, ejecutadas en sus prácticas diarias, le han dado las certificaciones Fair Trade y For Life de Ecocert y la han avalado como Empresa B, lo cual garantiza un triple impacto positivo en lo económico, lo social y lo ambiental. Es una compañía pionera en estas certificaciones internacionales y la única empresa arrocera que las ostenta.
Dentro de los logros de sus acciones sostenibles está reducir el uso del agua en los cultivos, pasando de 24.000 metros cúbicos por hectárea a 7.000, lo que en 2013 le otorgó el primer puesto en el Premio Planeta Azul.
Además, Blanquita ha adaptado equipos agrícolas de última generación y alta eficiencia para obtener menor dosificación en la aspersión –mediante drones y trasplante mecánico–, lo cual disminuye el volumen de la semilla y genera mayor sanidad en el cultivo, menor consumo en combustible y menos impacto al suelo. Esto logró optimizar el tiempo y redujo el contacto humano con los agroquímicos.
Su plan de sostenibilidad le apuesta a la rotación de cultivos con arroz, generando grandes beneficios agronómicos como mejorar la condición de los suelos y aumentar la productividad de los cultivos. Gracias a estas prácticas, hoy en día se utiliza la quema de la cascarilla del arroz para generar la energía con la que se seca el cereal.
En el aspecto social, se destaca que el 70 por ciento de sus trabajadores son comunidad afro, 20 por ciento indígenas y 10 por ciento mestizos. Adicionalmente, los reinsertados han encontrado en la compañía una excelente oportunidad para enfocar su proyecto de vida.
Respecto a lo económico, su área de Investigación, Desarrollo e Innovación creó la alianza Academiaempresa-estado con la Universidad del Valle y el Icesi, y en conjunto con Colciencias y el Sena ha elaborado proyectos agrícolas e industriales para reducir costos, mejorar rendimientos y hacer un uso eficiente de subproductos.
Blanquita opera para que sus prácticas de sostenibilidad sean visibles en el ecosistema. Sus cultivos son lugar de paso de la mayor cantidad de aves migratorias en Colombia. De allí que los arroces Oryza, Blanquita Premium y Orgánico sean “Arroces amigos de las aves”, certificación que otorgó la Asociación para el Estudio y Conservación de las Aves Acuáticas en Colombia.
Según la Cepal, se estima que hay cerca de 526 millones de personas habitando las zonas urbanas de América Latina, este aumento de población ha generado escasez de agua y ha aumentado la contaminación de las cuencas, debido a malas prácticas agropecuarias y a la disposición de residuos y vertimientos inadecuados.
La Alianza Latinoamericana de Fondos de Agua, integrada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Fundación FEMSA, el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), la Iniciativa Internacional de Protección del Clima (IKI) y The Nature Conservancy (TNC), contribuye a la seguridad hídrica de América Latina y el Caribe, mediante la creación y fortalecimiento de Fondos de Agua. Estos ayudan a garantizar agua para millones de personas, para la agricultura y para las industrias. Actualmente, existen en la región 25 fondos, de los cuales siete se encuentran en Colombia.
The Coca-cola Company y su embotelladora en Colombia, Coca-cola FEMSA, se sumaron a esta alianza desde 2013, con el programa Agua por el Futuro. Este busca devolver a la naturaleza el total del agua utilizada en sus productos terminados hasta 2020, por medio de la optimización del uso en sus plantas de producción y el fortalecimiento de dos Fondos de Agua: ‘Agua somos’, de Bogotá, y ‘Cuenca verde’, de Medellín.
“El sector privado es consciente de la importancia de proteger las cuencas y los ecosistemas estratégicos. El Sistema Coca-cola ha movilizado importantes recursos y promueve el desarrollo sostenible de la mano de las comunidades”, afirma Juan Sebastián Lozano, especialista de agua de TNC.
Agua por el Futuro protege ecosistemas estratégicos, promueve la reforestación y regeneración natural, fortalece los planes prediales y genera alternativas económicas sostenibles. Restaurar y preservar los páramos y bosques cuenca arriba contribuye a la regulación de los flujos de agua, lo que es fundamental para el abastecimiento de las dos ciudades.
“Estamos muy orgullosos de haber superado las metas del proyecto. Devolvimos a la naturaleza 2,1 millones de metros cúbicos de agua, reabasteciendo el 140 por ciento del recurso utilizado. Agua por el Futuro es, sin duda, un ejemplo de nuestro compromiso con la seguridad hídrica del país”, menciona Vivian Alarcón, de Comunicaciones y Sostenibilidad de Coca-cola FEMSA Colombia. Con este proyecto se han beneficiado más de 10.000 millones de personas que reciben agua de las cuencas protegidas por el programa.
A la fecha, con Agua por el
Futuro se han conservado y restaurado 1.944 hectáreas y se han reabastecido a la naturaleza 2.161.100 metros cúbicos de agua, que influyen en los principales sistemas de abastecimiento de Bogotá y Medellín, 29 familias beneficiadas directamente y capacitadas en mejores prácticas agro-silvopastoriles y más de diez millones de personas beneficiadas indirectamente en Bogotá y Medellín.
De acuerdo con el último Informe de Sostenibilidad, auditado por la firma EY, la compañía avanzó en la articulación y ejecución de proyectos que buscan aportar al alcance de 13 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, mediante la innovación, inclusión social, progreso en el campo y aumento tanto de la competitividad como de la productividad en las regiones.
Cuestión de compromiso
Colombia tiene importantes ventajas en el sector agropecuario. Su potencial la ubica entre los países que son despensa agrícola. Según Minagricultura, existen 40 millones de hectáreas para la producción de alimentos, y solo 7,6 millones de ellas están cultivadas. Esto representa una oportunidad de crecimiento exponencial, pero a su vez supone retos.
De acuerdo con el Instituto Internacional de Nutrición de Plantas (IPNI, por sus siglas en inglés), los cultivos colombianos tienen deficiencias de nutrientes. De allí que la calidad de los fertilizantes que usa la industria sean la clave para la calidad de los alimentos que se cosechan.
Yara es una compañía internacional con presencia en Colombia desde hace 36 años, dedicada a la fabricación de fertilizantes minerales y soluciones para la nutrición de cultivos. Los productos fabricados por Yara son ciento por ciento colombianos; se producen en su planta principal ubicada en Cartagena y cubren parte de la demanda doméstica de fertilizantes –que se estima en 1,6 millones de toneladas–. Además, exporta este producto con sello nacional a 16 países del mundo.
Los fertilizantes suelen confundirse con los agroquímicos, pero son lo opuesto: mientras los agroquímicos son medicamentos para las plantas, los fertilizantes minerales son el alimento, que ayuda a mejorar la calidad de la cosecha y no modifica el ADN de la comida.
“Nuestros fertilizantes se fabrican con fuentes de nitrógeno más eficientes y menor huella de carbono que otros productos, como la urea. Las soluciones basadas en nitratos ofrecen mayor rentabilidad para los agricultores y también mejoran su responsabilidad ambiental; de esta forma, transferimos conocimiento y creamos valor compartido para ellos y la sociedad, garantizando la seguridad alimentaria de todo el país”, dice Marcelo Altieri, vicepresidente sénior para Latinoamérica.
En su compromiso con la sostenibilidad, Yara adelanta una inversión de 12 millones de dólares en su planta de Mamonal, Cartagena, para reducir en un 90 por ciento las emisiones de N2O (un importante gas de efecto invernadero) en 2022. De esta manera, busca contribuir a su meta global de convertirse en una compañía carbono neutral, líder en nutrición de cultivos.
“El Gobierno colombiano se adhirió al Acuerdo de París y dentro de los compromisos adquiridos está reducir el 20 por ciento de sus emisiones de gases de efecto invernadero con miras al 2030. Yara aportará a este compromiso nacional con una reducción de mínimo 450.000 toneladas de CO2 equivalente al año, lo que representa la huella de carbono generada por la energía eléctrica de 16 millones de viviendas en un mes”, asegura Ángela Ramírez, gerente HSEQ para Latinoamérica.
Reptiles, los más traficados
La especie que predomina en los decomisos son los reptiles. Tan solo la Corporación para el Desarrollo Sostenible de La Mojana y El San Jorge (Corpomojana) ha decomisado 1.644 tortugas hicoteas, mientras que la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y del San Jorge (CVS) registró 1.083 reptiles, más 2.524 huevos de iguana. A estos les siguen las aves, especialmente con individuos de pericos y loras; luego, mamíferos como perezosos y zarigüeyas, y en menor proporción, peces, crustáceos y anfibios.
El aumento de los conflictos ambientales debido a la utilización de los recursos naturales es una de las mayores problemáticas que enfrentan los Estados, las empresas y la sociedad civil. La garantía de los derechos de acceso a la información, a la participación y a la justicia ambiental se hace fundamental para lograr el desarrollo sostenible y la protección del entorno natural.
Con el fin de que estos derechos sean una realidad, el Acuerdo de Escazú establece estándares para producir mecanismos que permitan obtener información oportuna y de calidad, crear escenarios de participación ciudadana y garantizar el acceso a la justicia ambiental sin obstáculos y sin barreras. Este acuerdo es el instrumento regional más importante y detallado para lograr la democracia ambiental, por lo cual Colombia deberá adecuar el ordenamiento jurídico a los estándares determinados en Escazú y avanzar con la región hacia un futuro mucho más justo en materia ambiental.
Justamente, los días 14, 15 y 16 de octubre, la Universidad Externado de Colombia realizará las XXII Jornadas Internacionales en Derecho del Medio Ambiente, que se enfocarán en el estudio teórico y práctico de los derechos a la información, a la participación y a la justicia ambiental como herramientas para alcanzar el desarrollo sostenible y la democracia ambiental.
En el marco del encuentro se estudiará el Acuerdo de Escazú, especialmente el contenido de los tres derechos y los estándares que propone, con una mirada al derecho comparado, específicamente al Convenio de Aarhus.
En cuanto al acceso a la información ambiental, en el evento se analizarán los principales avances y las dificultades en el manejo, construcción y socialización de la información ambiental en Colombia, así como las estrategias que se proponen para consolidar un sistema de información al servicio de todos los ciudadanos.
Finalmente, en torno a la garantía de la justicia ambiental, en las Jornadas Internacionales se partirá de conceptualizar términos como ‘justicia hídrica’ o ‘justicia climática’, para luego analizar el papel de las altas cortes colombianas en la búsqueda de la justicia ambiental y las tendencias en torno a la creación de una jurisdicción ambiental en el país.
Las ponencias serán desarrolladas por conferencistas nacionales y extranjeros con amplia trayectoria en el estudio de los derechos de información, participación y justicia ambiental en Colombia, y en derecho comparado. En el sitio web del evento se exponen todos los detalles de este encuentro académico.
Iniciamos la década de los grandes cambios y transformaciones que debemos emprender como sociedad para lograr un planeta seguro en términos climáticos, mediante la restauración de la biodiversidad perdida y la regeneración de la economía que comprenda los límites de funcionamiento de la Tierra. El último informe del Foro Económico Mundial, ‘El futuro de la naturaleza y los negocios’, advierte que más de la mitad del PIB mundial (44 trillones de dólares) está en riesgo por la pérdida de la naturaleza, y que no son suficientes las medidas asumidas contra el cambio climático. La Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible es por ahora la hoja de ruta para poder crear cambios, pero como ya se advierte, debemos entre todos acelerar los procesos para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Colombia es uno de los países megadiversos del planeta; sin embargo, las tendencias de deterioro de la naturaleza son muy preocupantes. La huella humana y sus consecuencias se distribuyen de manera diferente a lo largo del país, y el deterioro en las regiones Caribe y Andina debería prender las alarmas de todos. En este escenario, las contribuciones que hacen los parques nacionales naturales, no solo como lugares donde se conserva una parte de nuestra biodiversidad, sino en su papel menos visible con el cumplimiento de los ODS, son fundamentales.
Los ecosistemas en los parques nacionales son fuente de flujos de contribuciones ecológicas hacia sus entornos, claves para evitar la desertificación y la pérdida de regulación hídrica; mantener la polinización, la fertilidad de los suelos, el hábitat para especies de importancia pesquera; controlar inundaciones y tormentas, entre muchos otros servicios ecosistémicos. Con esto cada uno de los 59 parques nacionales contribuyen al cumplimiento de varios de los ODS, como: 1. Poner fin a la pobreza, 2. Hambre cero, 3. Garantizar una vida sana, 4. Garantizar educación inclusiva, 5. Lograr la inclusión de género, 6. Garantizar la disponibilidad de agua y 13. Adoptar medidas contra el cambio climático.
Las contribuciones más importantes de los parques nacionales son para el objetivo 14: Conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible, y el objetivo 15: Proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad.
Las políticas para la adaptación climática y el cumplimiento de las metas de la Agenda 2030 deberán fortalecer el papel de la conservación y acelerar los programas de restauración como una tarea urgente; la necesidad de una recuperación económica ante la crisis de la pandemia podría ver en este tipo de proyectos una fuente de nuevos empleos y una oportunidad para redireccionar la trayectoria de deterioro hacia una economía regenerativa.