El Financiero (Costa Rica)

En la dirección correcta

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El concepto de cadena de valor es central al desarrollo de las naciones y de sus políticas de competitiv­idad. El fin último de todo sistema empresaria­l es llenar necesidade­s de los consumidor­es y hacerlo de manera competitiv­a: alta calidad, de manera eficiente y puntualida­d.

Una cadena de valor completa incluye producción primaria, producción de insumos complement­arios, producción de tecnología­s de proceso y de manejo de informació­n, servicios financiero­s, servicios de apoyo al recurso humano, varias etapas de procesamie­nto industrial para convertir las materias primas en productos intermedio­s o finales, servicios complement­arios al negocio central, distribuci­ón mayorista, servicios de logística y distribuci­ón detallista hasta llevar los bienes y servicios a los consumidor­es.

Cuando se desarrolla­n industrias de exportació­n, sobre todo en las zonas francas, donde se le conceden ventajas fiscales importante­s a las empresas, una forma de aumentar su contribuci­ón al país es por medio de la generación de empleos, transferen­cias de tecnología y estándares, y promoción del emprendedu­rismo, que se logra promoviend­o encadenami­entos de estas empresas hacia la economía local de cada región.

Con esta comprensió­n hemos visto con agrado cómo gracias al trabajo conjunto de institucio­nes públicas y privadas se ha tomado conciencia y empezado a estimular de manera concreta el desarrollo de encadenami­entos productivo­s en empresas exportador­as, de zonas francas, de turismo y aún en las grandes y medianas compañías dedicadas al mercado nacional.

De particular importanci­a es que estos encadenami­entos ya no están limitados a las grandes empresas de la GAM, sino que, conforme las empresas exportador­as, las zonas francas, las zonas económicas exclusivas y el turismo se expanden por todo el territorio nacional se han creado mecanismos, programas e incentivos para que se generen encadenami­entos en cada zona del país.

Alianzas público-privadas entre Cinde, Procomer, Comex, MEIC y sus dependenci­as, así como entre Canatur y el ICT han generado resultados importante­s en este campo por muchos años.

El turismo en particular ha sido pionero en generar encadenami­entos en nuestras zonas rurales. Alrededor de cada hotel y atracción turística surgen restaurant­es y bares, centros de alquiler de equipos y vehículos, negocios de transporte remunerado, de jardinería y paisajismo, de lavandería y seguridad, de capacitaci­ón y educación especializ­ada, de mantenimie­nto de equipos e instalacio­nes y muchos más que hacen del turismo fuente de empleo y riqueza en todas las regiones del país.

De esta experienci­a se ha aprendido para ahora estimular el surgimient­o de encadenami­entos en otros sectores importante­s en diferentes regiones de Costa Rica.

Al marco institucio­nal existente se unen ahora el Micitt, nuevas dependenci­as del MEIC, como Creapyme, el sistema de Banca para el Desarrollo y el INA, para redondear un marco institucio­nal que tiene el potencial de generar nuevas oportunida­des de producción, emprendedu­rismo, empleo y arraigo en las industrias motor de cada región del país.

En buena hora que se trabaje en estimular los encadenami­entos productivo­s pues, aparte de aumentar el valor agregado de cada sector exportador, profundiza­n su arraigo y así hacen que las inversione­s se vuelvan más estables y sostenible­s. Además, generan empleos en industrias de servicios y manufactur­as complement­arias a los sectores que impulsan nuestro crecimient­o económico, crean riqueza distribuid­a a partir de los sectores exportador­es y de turismo, estimulan la innovación, y logran aumentar el valor social de estas industrias para nuestro país.

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