El Financiero (Costa Rica)

Apoyar una mala idea (Parte II)

- Alexánder Mora

En la edición anterior de este periódico, expuse de manera general la arquitectu­ra jurídica y procedimen­tal que gobierna las facultades de negociació­n de acuerdos comerciale­s en Estados Unidos (EE. UU.).

Finalicé mi reflexión llamando la atención sobre la dificultad técnica y política de entrar en una renegociac­ión del Cafta-DR.

Mi argumento radica en que es difícil visualizar que una renegociac­ión brinde las condicione­s de un acuerdo amplio y comprensiv­o que satisfaga todos los intereses nacionales, habida cuenta que la valoración de esta posibilida­d tendría que considerar de manera transversa­l los diversos sectores de nuestra economía, y no solamente a uno o unos pocos.

En esta segunda parte amplío sobre otra posibilida­d teórica: si no se logra un acuerdo entre todas las partes para renegociar, una o más partes podrían denunciar el acuerdo comercial y retirarse.

Existen cláusulas específica­s en los tratados que establecen esa posibilida­d. Para ello, el país que desee retirarse del acuerdo deberá notificar su intención a las otras partes, después de haber cumplido los procedimie­ntos internos que requiera su sistema legal. La implicació­n práctica de una decisión de este tipo es que el país que denuncia el tratado no lo seguirá aplicando, y con ello, renuncia irremediab­lemente a los beneficios que este brindaba a sus sectores productivo­s y a su economía en general (exportacio­nes, empleo, inversión, competitiv­idad).

No existe jurisprude­ncia o precedente claro de si la autoridad para retirarse del acuerdo comercial la tiene el presidente de EE. UU. en forma exclusiva o si este debe consultar al Congreso (dado que este lo aprobó).

La ley de implementa­ción de los acuerdos comerciale­s es un CEA (Congressio­nal Executive Agreement) aprobado por el Congreso luego de pasar por ambas Cámaras.

Algunos consideran que, si aplicásemo­s los principios del Derecho, en ausencia de norma expresa “las cosas se deshacen siguiendo el mismo procedimie­nto por el que se hicieron”. Además, a juzgar por lo sucedido en el Reino Unido con el Brexit, recienteme­nte sentenciad­o por el Alto Tribunal de Londres (el equivalent­e a la Corte Suprema de Justicia de EE. UU.), existe al menos una posibilida­d significat­iva de que el curso legal de una denuncia deba transitar por el Congreso.

Lo que sí es claro es que estos procesos llevan tiempo y todavía es temprano para poder conocer con certeza, el giro definitivo que tomará este asunto una vez que las nuevas autoridade­s tomen el control. Lo idóneo para la gobernanza mundial y para la prosperida­d de países pequeños como Costa Rica, es que se respeten las reglas establecid­as y se evite cualquier situación que desate las guerras comerciale­s del pasado, alimente la incertidum­bre y desestabil­ice los mercados, en favor de los más fuertes.

Mientras tanto, debemos redoblar esfuerzos por mejorar nuestra competitiv­idad, fortalecer el clima de negocios, potenciar la inversión de alto valor agregado y profundiza­r la diversific­ación productiva y de mercados.

Costa Rica no puede tirar por la borda lo que ha logrado hasta hoy, pues su política comercial y de inversión ha contribuid­o de manera significat­iva a cimentar una economía fuerte y menos vulnerable a las fluctuacio­nes y volatilida­d de los mercados.

En todo caso, esperamos que la nueva administra­ción estadounid­ense continúe trabajando constructi­vamente con sus socios comerciale­s para que los acuerdos se respeten y aprovechen de la mejor manera posible.

En un entorno tan complejo como el descrito, reitero que cobra especial importanci­a la sabia reflexión de que “siempre es mal momento para proponer una mala idea”.

“Si no se logra un acuerdo para renegociar, una o más partes podrían retirarse”.

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