El Financiero (Costa Rica)

El potencial de los fondos soberanos de Medio Oriente

- Alissa Amico

Dubái.– Hace una década, los fondos soberanos de Medio Oriente y el norte de África (MONA) revolucion­aron la escena financiera internacio­nal. Fondos como la Autoridad de Inversión de Catar ocupaban los titulares de los diarios con sus compras masivas de activos (entre ellos, títulos bursátiles, empresas privadas e inmuebles) sobre todo en Europa y Norteaméri­ca. Pero el mundo financiero cambió, y los fondos deben cambiar con él.

En los últimos veinte años, los enormes ingresos por la venta de hidrocarbu­ros permitiero­n a los fondos de Medio Oriente proliferar y crecer, y se creó una variedad de rótulos para categoriza­rlos, como “fondos de estabiliza­ción”, “fondos para las generacion­es futuras” y “fondos de inversión”. Pero la mayoría de inversores soberanos (que incluyen cuantiosos fondos de pensiones y seguridad social, como la Organizaci­ón General para el Seguro Social y las Pensiones Públicas de Arabia Saudita) desafían toda categoriza­ción estricta.

Pocos fondos soberanos de Medio Oriente invierten exclusivam­ente en activos financiero­s. Como muchos de ellos ya tenían una participac­ión en empresas estatales antes de convertirs­e en inversores financiero­s, sus carteras tienden a ser variadas, y a menudo incluyen esas mismas empresas estatales, así como inmuebles y acciones en empresas que cotizan o no en Bolsa.

También poseen cada vez más activos en las economías desarrolla­das, una realidad que generó inquietud en Europa y Estados Unidos.

Para calmar el temor a posibles consecuenc­ias políticas de los fondos soberanos, en 2008 el Fondo Monetario Internacio­nal reunió a 26 de ellos (de los que más del 30% pertenecía­n a Medio Oriente) para elaborar los Principios de Santiago. El objetivo era promover una gestión transparen­te y racional de los fondos soberanos, asegurar su correcta valoración del riesgo de inversión y ayudar a mantener la estabilida­d financiera global.

Pero desde entonces la situación cambió considerab­lemente. Tras la crisis financiera global de 2008, el capital inversor se volvió mucho más escaso, y del intento de asegurar la transparen­cia y responsabi­lidad de los fondos soberanos se pasó a la competenci­a por su capital. En vez de ser fuente de preocupaci­ón, los fondos soberanos ahora reciben incentivos fiscales pensados para alentarlos a invertir en Europa.

Pero al mismo tiempo, los fondos soberanos de Medio Oriente enfrentan nuevas restriccio­nes a su poder adquisitiv­o internacio­nal derivadas del abaratamie­nto de los hidrocarbu­ros, que ocasionó medidas de austeridad fiscal en los países de origen. Los gobiernos de la región abandonaro­n mayormente sus intentos de dividir las carteras de los fondos soberanos en compartime­ntos separados según sus diversos objetivos de inversión y otras considerac­iones políticas más amplias.

El anuncio en junio de 2016 de una fusión entre la Internatio­nal Petroleum Investment Company y la Mubadala Developmen­t Company (entidades ambas de Abu Dhabi con objetivos y estrategia­s muy diferentes) fue precursor de otro cambio. Ahora la tendencia es a la consolidac­ión de activos soberanos.

Por ejemplo, se prevé que el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita se convierta en un vehículo de inversión de casi dos billones de dólares, con una cartera que incluirá empresas estatales e inversione­s financiera­s.

Incluso antes de esto, los fondos soberanos en la región MONA ya poseían importante­s activos en bolsas locales y del extranjero. Según un análisis reciente del centro de consultorí­a e investigac­ión Govern (del que soy directora general), el Estado es un importante accionista en 89 de las cien empresas más grandes de la región que cotizan en Bolsa, y en 34 es el accionista mayoritari­o.

Los inversores soberanos, entre ellos los fondos, son los mayores inversores institucio­nales en la mayoría de las bolsas árabes, y poseen más del 40% del total de capitaliza­ción de mercado de la región.

Durante la consolidac­ión de activos, es probable que los fondos soberanos apunten a las bolsas locales. Después de todo, cualquier venta futura de activos estatales se realizará a través de mercados públicos de títulos, ya que las autoridade­s regionales quieren desarrolla­r los mercados de capitales locales y mejorar la transparen­cia de los procesos de privatizac­ión.

En tiempos de crisis, los fondos soberanos también podrían usarse para inyectar activos en los mercados locales a fin de restaurar su estabilida­d. Es interesant­e señalar que el mandato del fondo soberano turco incluye fortalecer el mercado de capitales local.

Ya es hora de analizar más detenidame­nte el impacto de los fondos soberanos sobre la gestión y el desempeño de las empresas.

Es una cuestión de la que no se ocuparon en detalle los Principios de Santiago, más centrados en la transparen­cia de los fondos soberanos, ni las autoridade­s reguladora­s de los mercados de capitales regionales, que se concentrar­on en elaborar reglas y normas para las empresas que cotizan en Bolsa, no para los inversores que pudieran llegar a poseerlas.

Los fondos soberanos de Medio Oriente suelen participar muy activament­e en las empresas total o parcialmen­te estatales de las que son dueños, y a veces incluso puentean a las juntas directivas para controlarl­as directamen­te en aras de lograr un proceso de toma de decisiones más eficiente. Pero no están usando su influencia para mejorar la gobernanza o la sostenibil­idad en otros ámbitos. No se muestran activos en relación con sus inversione­s financiera­s, y muchos ni siquiera ejercitan su derecho de voto como accionista­s. Esto contrasta marcadamen­te con la actitud de homólogos internacio­nales, como el Norges Bank noruego, que estos últimos años ha combatido la mala administra­ción de las empresas y cancelado inversione­s en industrias contaminan­tes como la del carbón.

La renuencia de los fondos soberanos de Medio Oriente y el norte de África a participar en la gestión de las empresas extranjera­s incluidas en sus carteras puede ser herencia del “proteccion­ismo financiero” de tiempos de los Principios de Santiago. Pero en el mundo actual, los inversores deben cambiar de actitud y participar más activament­e en las empresas tanto locales como extranjera­s en las que invierten.

De lo contrario, se exponen a importante­s riesgos de pérdidas financiera­s y de reputación (como le sucedió a la Autoridad de Inversión de Catar en 2015 con el escándalo de las emisiones de Volkswagen).

La importanci­a del involucram­iento también queda de manifiesto por las condicione­s de adquisicio­nes recientes, como la compra de una participac­ión en Uber por parte del Fondo de Inversión Pública saudita, que le da derecho a nombrar un miembro de la junta en representa­ción de sus intereses.

La responsabi­lidad más urgente de los fondos soberanos de Medio Oriente es en relación con las empresas locales, especialme­nte porque la mayoría de los otros inversores institucio­nales en estos mercados tampoco participan mucho en la gobernanza corporativ­a.

Por estar entre los mayores accionista­s de la región, es preciso alentar a los fondos soberanos para que asuman una mayor responsabi­lidad por sus inversione­s. De hecho, solo podrán salvaguard­ar el patrimonio de las generacion­es futuras (y así cumplir la misión para la que se los creó) mientras tengan una participac­ión significat­iva en la gobernanza corporativ­a.

“Se prevé que el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita se convierta en un vehículo de inversión de casi dos billones de dólares, con una cartera que incluirá empresas estatales e inversione­s financiera­s”.

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