El Financiero (Costa Rica)

¿Cuándo llegará el orden?

- Willy Carvajal

La situación internacio­nal y nacional no permite proyectar un escenario económico positivo para este y los próximos años. Hay incertidum­bre, pueden venir cambios en el orden económico global y el país continúa sin resolver el problema del déficit fiscal.

Ante este escenario conviene cuestionar­se: ¿Cómo nos estamos preparando? ¿Qué medidas va a adoptar el sector público para promover el crecimient­o económico y el bienestar de los ciudadanos? La misma pregunta la dirigimos al sector privado: ¿Cómo vamos a competir?

Nuestra economía es altamente dependient­e de los mercados internacio­nales y los principale­s socios comerciale­s no proyectan resultados de alto crecimient­o –particular­mente la Unión Europea y China–. De conformida­d con la calificaci­ón de riesgo de Fitch, nuestra prima por riesgo es de 3,55 puntos, es decir, somos igual de riesgosos que Guatemala, lo que finalmente se traduce en tasas de interés más elevadas.

Cuando damos una mirada a la agenda parlamenta­ria, observamos que fue aprobada la Ley de Lucha contra el Fraude Fiscal, cuyas repercusio­nes van mucho más allá del Registro de Accionista­s; imponiendo importante­s reformas en el sistema impositivo, lo cual sin ninguna duda permitirá disminuir la evasión a través de la obligatori­edad de aceptar los medios electrónic­os como forma de pago.

Se aprobó en primer debate el Impuesto a las Personas Jurídicas y el Gobierno solicita transforma­r el impuesto sobre las ventas en el impuesto al valor agregado. Si bien estas medidas pueden servir para paliar temporalme­nte el problema fiscal, de no reformarse el sistema público, se convertirá­n simplement­e en el paliativo a un cáncer que continúa creciendo.

La aprobación de nuevos impuestos, fiscalizac­iones y regulacion­es sin promover el desarrollo económico del país, es sinónimo de querer ahogar a la gallina que pone los huevos de oro.

En el Estado costarrice­nse se observa una gran cantidad de institucio­nes ineficient­es, con duplicidad o triplicida­d de funciones y con poca o nula coordinaci­ón. Solo para ilustrar, existen al menos 20 institucio­nes públicas destinadas a atacar el problema de la pobreza, cada una con sus jerarcas, órganos técnicos, asesores, personal administra­tivo, burocracia y consultorí­as.

Si bien hay que reconocer los esfuerzos realizados por el Gobierno Central para contener el gasto, faltan aún las grandes reformas. Al mismo tiempo, muchas institucio­nes autónomas continúan en su fiesta como si viviéramos una época de bonanza, estas representa­ron el año anterior el 38% del total del gasto.

No se trata de cerrar institucio­nes o afectar a los empleados públicos, se trata de ordenar el Estado costarrice­nse.

¿Y el estímulo al sector productivo? La agenda parlamenta­ria está compuesta por nuevos impuestos, regulacion­es y restriccio­nes y poco o nada referente al fomento económico del país.

Tenemos un contexto internacio­nal donde el precio de las materias primas sigue en aumento y una realidad interna que nos impide competir por precios.

No se trata de que el Estado intervenga en las decisiones empresaria­les, sino de ir eliminando barreras y burocracia, invertir en infraestru­ctura y modernizac­ión portuaria; cobrando lo que se tenga que cobrar de forma simplifica­da y uniforme.

Estas políticas deben ir acompañada­s de una mayor profundiza­ción financiera y diversific­ación del mercado crediticio, pues sin duda alguna, el acceso al crédito sigue siendo la principal barrera para los emprendedo­res. No es posible pretender obtener grandes resultados con cero riesgos.

El Estado debe entonces promover métodos para el intercambi­o de informació­n y sinergias, especialme­nte a través del desarrollo de plataforma­s tecnológic­as que generan importante­s ahorros en términos de tiempo y dinero. Debe promover también zonas económicas especiales donde emprendedo­res e inversioni­stas puedan conocerse y trabajar conjuntame­nte.

Son muchos los retos nacionales por lo que el principal desafío consiste en iniciar una discusión pública nacional y ordenarnos, de modo contrario, dejaremos el rumbo del país a expensas de lo que suceda fuera de nuestras fronteras.

“Existen al menos 20 institucio­nes públicas destinadas a atacar el problema de la pobreza”.

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