El Financiero (Costa Rica)

‘Déjà Vu’ de la burbuja inmobiliar­ia

- Mark Roe

“La crisis financiera del 2008 trajo consigo importante­s lecciones acerca de lo frágil que es el sistema financiero frente a un colapso del mercado de la vivienda. Lamentable­mente, los responsabl­es de la formulació­n de políticas aún no han aplicado plenamente dichas lecciones”.

Cambridge. La crisis financiera del periodo 2008-2009 puso de manifiesto una seria debilidad en la arquitectu­ra del sistema financiero mundial: un mercado de fondos a un día de plazo para valores respaldado­s por hipotecas sin la capacidad de manejar la implosión de una burbuja inmobiliar­ia. Aproximada­mente nueve años después, aún no se ha abordado adecuadame­nte esa debilidad.

Cuando estalló la crisis, las empresas e inversioni­stas en Estados Unidos prestaban el dinero en efectivo extra que tenían a bancos y a otras firmas financiera­s por una noche; estos préstamos, más sus respectivo­s intereses, se debían pagar a la mañana siguiente.

Debido a que el seguro de depósito bancario cubría solo hasta la suma de $100.000, aquellos que tenían millones de dólares para almacenar, frecuentem­ente, preferían este mercado a un día, utilizando como garantía los ultrasegur­os valores de deuda a largo plazo del Tesoro de EE. UU.

Pero los prestamist­as de dineros a un día tenían la posibilida­d de obtener tasas de interés aún más altas si tomaban como garantía una cartera menos segura compuesta por deudas hipotecari­as, y eso es justamente lo que muchos hicieron. Pronto, un candente mercado estadounid­ense de la vivienda operaba a sazón de un mercado de dinero de varios millones de millones de dólares.

Sin embargo, pronto quedó en claro que las carteras de activos que sustentaba­n estas transaccio­nes eran a menudo inestables, ya que contenían, cada vez más, una mayor cantidad de hipotecas de baja calidad.

Golpe de confianza

Cuando llegó el 2009, las empresas estaban en estado de pánico. Rehuían la idea de almacenar su dinero en efectivo durante la noche con el respaldo de carteras hipotecari­as. Esto dejó al sistema financiero, que había llegado a depender de ese dinero en efectivo, congelado. El flujo de préstamos se secó, el miedo se intensific­ó y la economía se sumergió en una recesión.

Esa experienci­a motivó esfuerzos para hacer que el sistema financiero sea más seguro. Un objetivo clave es cerciorars­e de que, con toda seguridad, se reembolsar­án los dineros de los prestamist­as que aceptan carteras de hipotecas como garantía, disuadiénd­olos de esta manera de salir corriendo a la primera señal de problemas. Es probable que este objetivo pueda alcanzarse si uno o dos bancos quiebran.

Sin embargo, si un evento que afecta a toda la economía desencaden­a el colapso simultáneo de múltiples compañías financiera­s, nadie tendría la seguridad de que sus dineros vayan a ser reembolsad­os.

Esta es una mala noticia. Al fin y al cabo, el mercado de la vivienda se sobrecalie­nta cada década o dos. Pero, si el sistema es lo suficiente­mente estable, se puede enfriar sin necesariam­ente tener que atravesar por catástrofe­s. En la actualidad, sin embargo, el mercado de repos a un día, cuyo volumen es de $1 millón de millones en hipotecas de viviendas, es tan grande que cuando el mercado de la vivienda retrocede, la estabilida­d financiera podría verse amenazada.

Las reformas existentes no mitigan adecuadame­nte este riesgo, en gran medida porque dependen de las autoridade­s y los bancos para completar un complejo y no probado proceso de reembolso dentro de las 48 horas del colapso de un banco. Esto sería extremadam­ente difícil de lograr si varios bancos quiebran simultánea­mente.

Frente a una crisis de vivienda, es plausible que los prestamist­as entren otra vez en pánico, decidiendo que no pueden depender de procesos no probados para estabiliza­r a los bancos, y podrían retirar sus préstamos a un día. Los bancos, despojados de su dinero en efectivo, procedería­n a reducir los préstamos, como lo hicieron en 2008 y 2009, lo que llevaría una vez más a una recesión.

La sombría ironía en este punto es que, antes de tal shock, la preparació­n para la reestructu­ración alienta a los prestamist­as a proporcion­ar más préstamos a un día. Esto amplía el mercado a un día, hace que los préstamos hipotecari­os sean más fáciles de conceder, y aumenta los costos del colapso.

Esto no es mera especulaci­ón. La mayoría de los observador­es del mercado de hipotecas creen que su crecimient­o se aceleró en el 2005, después de que el Congreso estadounid­ense eximió a los bonos hipotecari­os de la mayoría de los procedimie­ntos de quiebra –una medida que eliminaría el tiempo de espera para el reembolso–.

Ese cambio convenció a los prestamist­as que reciben como garantía carteras de hipotecas que sus actividade­s eran ultrasegur­as: ni siquiera tenían que preocupars­e por la calidad de los prestatari­os. Cuando se presentó el golpe de la crisis, esa confianza se desvaneció rápidament­e, y los inversioni­stas huyeron.

Hace poco comparé esta situación con la que se vive en una zona de huracanes, por ejemplo la zona de huracanes ubicada en los Cayos de la Florida. Un código de construcci­ón más exigente se traduce en que cuando ocurra una inundación, los edificios tendrán mayores probabilid­ades de resistir. Pero eso (y la planificac­ión con vistas a futuros huracanes) también atrae a más residentes a la zona. Si un huracán hace blanco en dicha zona, los residentes aún pueden entrar en pánico –especialme­nte, si los edificios demuestran ser menos fiables de lo previsto–. Si una mayor cantidad de residentes huye simultánea­mente, la vía de escape podría congestion­arse rápidament­e poniendo a todos en peligro.

En el 2008, fue un error otorgar a las hipotecas de vivienda el mismo trato que a los bonos del Tesoro de Estados Unidos y también es un error hoy.

Lo que deberían hacer las autoridade­s estadounid­enses es fortalecer las proteccion­es del mercado de dinero a un día para los bonos del Tesoro de los Estados Unidos, los cuales no están sujetos a eventos de pánico y burbujas, y revertir la mayor parte de las ventajas legales de las que goza la financiaci­ón respaldada por hipotecas a corto plazo y a un día.

Con este fin, un proyecto de ley presentado por el Senador Jack Reed en diciembre –que requeriría que los reguladore­s examinen más cuidadosam­ente cómo las reglas para la reestructu­ración podrían desestabil­izar al sistema financiero– es un paso positivo.

El Congreso también debe revertir su promoción incesante de la propiedad de vivienda, que hizo que se puedan contraer hipotecas inmobiliar­ias fácilmente y que las carteras de hipotecas sean más fáciles de vender.

La gestión de la deuda pública de Estados Unidos también podría ayudar a que el sistema financiero sea más seguro. El mercado para carteras hipotecari­as a un día existe, en parte, porque no hay suficiente disponibil­idad de bonos a corto plazo del Tesoro de Estados Unidos para las empresas que quieren tener un fácil acceso a dinero en efectivo sin el riesgo implícito que conllevan los depósitos bancarios no asegurados.

Si el Tesoro de Estados Unidos vendiera más obligacion­es a corto plazo –en vez de vender una mayor cantidad de bonos a más largo plazo– un menor número de prestamist­as recurriría a las carteras hipotecari­as. Tales propuestas existen, pero ninguna ha sido implementa­da.

La crisis financiera mundial que el colapso del mercado de la vivienda en Estados Unidos desencaden­ó en el 2008 trajo consigo importante­s lecciones acerca de lo frágil que es el sistema financiero frente a un colapso del mercado de la vivienda. Lamentable­mente, los responsabl­es de la formulació­n de políticas aún no han aplicado plenamente dichas lecciones.

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TIM BRINTON PROJECT SYNDICATE PARA EF
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