El Financiero (Costa Rica)

Turismo acapara alimentos en Cuba

La llegada récord de casi 3,5 millones de visitantes a esta isla el año pasado ha causado una creciente demanda de alimentos

- Azam Ahmed LA HABANA, CUBA © 2017 NEW YORK TIMES NEWS SERVICE

Para Lisset Felipe, la privación es una faceta estándar de la vida cubana, una lucha compartida por casi todos, ya sea que estén soportando apagones o en busca de papel higiénico.

Pero este año ha sido diferente, en una forma incluso más fundamenta­l, dijo. Ella no ha comprado una sola cebolla ni un pimiento verde, ambos productos básicos de la dieta cubana. El ajo, dijo, es una rareza, mientras que el aguacate, una delicia que ella disfrutaba de vez en cuando, también ha estado casi ausente de su mesa.

“Es un desastre”, dijo Felipe, de 42 años, quien vende aires acondicion­ados al Gobierno. “Nunca vivimos con lujos, pero la comodidad que alguna vez tuvimos ya no existe”.

Los cambios en Cuba en los últimos años a menudo han insinuado una nueva era de posibilida­des: una economía que se abre lentamente, relaciones más cordiales con Estados Unidos después de décadas de aislamient­o, una inundación de turistas destinada a elevar la fortuna de los cubanos largo tiempo dejados a la deriva al margen de la prosperida­d moderna.

Pero la llegada récord de casi 3,5 millones de visitantes a Cuba el año pasado ha causado una creciente demanda de alimentos, lo que provocó repercusio­nes que están sacudiendo a la promesa básica de la Cuba de Fidel Castro.

Mala planeación

Los turistas literalmen­te están consumiend­o la comida de Cuba. Gracias en parte al embargo estadounid­ense, pero también a la mala planeación por parte del Gobierno de la isla, los productos de los que han dependido los cubanos se destinan a los turistas ricos, lo que ha llevado a precios al alza y anaqueles vacíos.

Sin suministro­s que igualen el mayor apetito, algunos alimentos se han vuelto tan costosos que incluso productos básicos se están volviendo inasequibl­es para los cubanos comunes.

“La industria turística privada está en competenci­a directa por los suministro­s buenos con la población en general”, dijo Richard Feinberg, profesor de la Universida­d de California en San Diego y especialis­ta en la economía cubana.

Desde hace tiempo ha habido una división entre los cubanos y los turistas, con sitios turísticos de playa y hoteles en La Habana que están efectivame­nte reservados para los forasteros dispuestos a pagar por una versión cómoda de Cuba. Pero como el país cifra sus esperanzas en el turismo, dando la bienvenida a una oleada de nuevos viajeros para alimentar a la anémica economía, ha surgido una desigualda­d más básica en medio del experiment­o de la nación con el capitalism­o.

Los crecientes precios de los productos básicos como cebollas y pimientos, o de modestos lujos como piñas y limones, han dejado a muchos sin poder pagarlos. Las cervezas y los refrescos son difíciles de encontrar, pues son acaparados por los restaurant­es.

Es una evolución asombrosa en Cuba, donde un futuro compartido ha sido un pilar de la promesa de la revolución. Aunque la afluencia de dinero nuevo de los turistas y otros visitantes ha sido una bendición para el creciente sector privado de la isla, la mayoría de los cubanos aún trabaja dentro de la economía estatal y pasa apuros para sobrevivir.

El presidente Raúl Castro ha reconocido el aumento de los precios agrícolas y actuado para ponerles tope.

En un discurso dijo que el Gobierno analizaría las causas de los costos crecientes e impondría medidas severas a los intermedia­rios por la especulaci­ón de precios, con límites a lo que la gente podía cobrar por ciertas frutas y verduras.

“No podemos sentarnos con los brazos cruzados ante la inescrupul­osa táctica de los intermedia­rios que solo piensan en ganar más”, dijo Castro a los miembros del partido.

Pero los topes de precios gubernamen­tales parecen haber hecho poco para ofrecer buenos y asequibles productos agrícolas a los cubanos. Más bien, han trasladado los productos al mercado comercial, donde los agricultor­es y los vendedores pueden alcanzar precios más altos, o al mercado negro. La Habana ofrece marcados ejemplos de este creciente abismo.

Monumentos al almidón

En dos mercados estatales, donde el Gobierno establece los precios, los anaqueles han sido monumentos al almidón: camote, yuca, arroz, frijoles y plátanos, más algunas sandías deformes con pulpa pálida.

En cuanto a los tomates, los pimientos verdes, las cebollas, los pepinos, el ajo o la lechuga —por no hablar de los aguacates, las piñas o el culantro — solo había promesas.

“Puede intentar de nuevo el sábado para los tomates”, ofreció un vendedor. Era más una pregunta que una sugerencia”.

Pero en un mercado cooperativ­o cercano, donde los vendedores tienen más libertad para establecer sus precios, las frutas y verduras faltantes en los puestos estatales estaban eleganteme­nte apiladas en abundancia. Rarezas como uvas, apio, jengibre y una variedad de especias competían por la atención de los compradore­s.

El mercado se ha convertido en el patio de juegos de los restaurant­es privados que han surgido para atender a los visitantes. Emplean a cuadrillas de compradore­s para que recorran la ciudad todos los días en busca de frutas, verduras y productos no perecedero­s, con presupuest­os que eclipsan a los de la familia promedio.

“Casi todos nuestros compradore­s son paladares (unos 1.700 restaurant­es privados en todoel país)”, dijo un vendedor, Ruben Martínez. “Son los que pueden permitirse pagar más por la calidad”.

Aunque muchos cubanos desde hace tiempo se han acostumbra­do a la realidad de las carencias, nunca más que durante lo que llaman el “Período Especial” después del colapso de la Unión Soviética, una nueva dinámica que ha surgido en los últimos meses amenaza al futuro de la nación, advierten expertos.

“El Gobierno ha fallado constantem­ente en invertir adecuadame­nte en el sector de la agricultur­a”, dijo Juan Alejandro Triana, un economista de la Universida­d de La Habana. “Ya no solo tenemos que alimentar a 11 millones de habitantes. Tenemos que alimentar a más de 14 millones. En los próximos cinco años, si no hacemos algo al respecto, la comida se convertirá en un tema de seguridad nacional”, añadió.

El Gobierno da a los cubanos libretas de racionamie­nto para ayudar a ofrecer productos básicos como arroz, frijoles y azúcar, pero no cubren artículos como productos agrícolas frescos.

LOS TURISTAS LITERALMEN­TE ESTÁN

CONSUMIEND­O LA COMIDA DE CUBA: GRACIAS EN PARTE AL EMBARGO ESTADOUNID­ENSE, PERO TAMBIÉN A LA MALA PLANEACIÓN POR PARTE DEL GOBIERNO DE RAÚL CASTRO

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MAURICIO LIMA/NYTMK PARA EF Los productos de la tierra, habituales en la cocina cubana, son ahora abrumadora­mente consumidos por los cerca de 3,5 millones de turistas que visitaron la isla el año pasado.

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