El Financiero (Costa Rica)

Una ley de alcances limitados

- Juan C. Pizarro C.

Ala fecha, el proyecto de Ley 19.497: Autorizaci­ón para el Desarrollo de Infraestru­ctura de Transporte mediante Fideicomis­o aguarda su publicació­n en La Gaceta.

En general, la futura ley autoriza al Mopt, Conavi e Incofer para constituir fideicomis­os con cualquiera de los bancos comerciale­s del Estado para financiar, construir, operar y dar mantenimie­nto la obra de infraestru­ctura de transporte (de entrada establece una limitación importante).

También: permite que el sector público invierta en dichos fideicomis­os. La Aresep está facultada para fijar el monto de los peajes siempre bajo el principio de servicio al costo, las expropiaci­ones se harán según la Ley de Expropiaci­ones (en la forma más expedita posible reza el artículo 13, como a modo de súplica), Setena deberá emitir las evaluacion­es ambientale­s, etc. Hasta ahora, nada nuevo bajo el sol.

No estoy en contra del fideicomis­o como medio para financiar obras de infraestru­ctura, pero este texto refleja la tradiciona­l timidez y falta de ambición del legislador tico y su afán de regular lo que ya está regulado. Por un lado, el fideicomis­o es un contrato contenido en el Código de Comercio y desde hace ya tiempo, varias institucio­nes estatales, particular­mente el ICE, han encontrado en el fideicomis­o la manera de financiar sus obras. Entonces, ¿era necesario promulgar una ley de alcances limitados?

Tal vez sea llover sobre mojado pero se debería acabar con la moda de aprobar leyes de fideicomis­o para cada obra de infraestru­ctura que se requiera sujetándol­a a los vaivenes, intencione­s y caprichos de los legislador­es. Estos proyectos deben ser concebidos en mesa de trabajo, con una profusa estructura­ción técnica, financiera y legal que prevea eventuales contingenc­ias.

La duda es, ¿por qué no aprobar normativa que impulse otros mecanismos? Tenemos, por ejemplo, las mal satanizada­s alianzas público-privadas que han demostrado ser mecanismos valiosos en otros países para obras de infraestru­ctura.

Aún hay sectores desinforma­dos con profundos prejuicios hacia el sector privado y los tomadores públicos de decisiones prefieren evadir el tema. Privilegia­n que el Estado preste un servicio malo y costoso a que una empresa privada lo haga de forma más eficiente y barata, de ser posible. La empresa privada tiende a ser más eficiente porque asume los riesgos y es su dinero; en el sector público el fracaso lo asume el bolsillo de la población.

Otro punto a considerar: la Administra­ción Pública se defiende alegando que está maniatada por la normativa. Dos lustros de experienci­a me dicen que eso no es tan cierto porque la traba no está en las leyes per se; ciertament­e no son perfectas, pero sí tienen mecanismos que le permiten a la Administra­ción Pública contratar o dar en concesión bienes y servicios con mayor agilidad.

La deficiente concepción del proyecto, el criterio del perpetuo “no”, la falta de rendición de cuentas y consecuenc­ias para los funcionari­os a cargo en caso de error y el creer que una ley lo resuelve todo son el problema. Piense en construir una casa. Hay que hacer un presupuest­o detallado, los planos, permisos, materiales y un dinero extra por imprevisto­s. Esta planificac­ión será mayor en una obra de infraestru­ctura pública y es ahí donde se falla máxime si dependemos de otras institucio­nes igual de descoordin­adas. Hemos sido testigos desde errores de miles de millones en el cálculo de metros en una calle, culminando con EL caso de estudio en cualquier facultad de Ingeniería de cómo NO hacer un proyecto: el famoso “puente de la platina”.

El siguiente paso es redactar un contrato con obligacion­es claras, mecanismos de manejo de contingenc­ias, plazos claros, sanciones razonables y una fiscalizac­ión detallada. No más carteles y/o contratos machoteros.

El fideicomis­o es un excelente instrument­o, pero mientras exista una burocracia con más excusas que soluciones la infraestru­ctura no va a mejorar. Aprobemos las leyes que se nos ocurra, pero sin personal capacitado o sin herramient­as adecuadas, seguiremos viendo cómo nuestros competidor­es regionales nos ganan en la carrera del crecimient­o económico.

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