El Financiero (Costa Rica)

Hay que cambiar el ‘sistema’

Si los clientes empezaran a objetar vehementem­ente el desperdici­o de papel cada vez que les ofrecieran un recibo, podría simplement­e resonar hasta quienes diseñan o pagan por “el sistema”. No olvidemos que todo ese papel no es gratis.

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Estuve en Estados Unidos recienteme­nte y me detuve en una farmacia a comprar un tubo de pasta de dientes. Cuando pagué la cuenta, mi compra de $4 resultó en un recibo de 38 centímetro­s de largo. La mujer detrás de la caja registrado­ra me preguntó si lo quería. Le dije que no, y lo arrojó en un bote de basura rebosante de recibos no deseados.

“Discúlpeme”, dije, “si le hubiera dicho que no quería un recibo antes de que lo imprimiera, ¿podíamos haber evitado ese desperdici­o?”.

La manera en que giró los ojos dio a entender que esto era imposible. “No, querido”, dijo. “El sistema tiene que imprimirlo­s, ya sea que el cliente los quiera o no”. Mientras me alejaba, añadió: “¿Sabe? Probableme­nte la mitad de las personas que vienen aquí me dicen que los tire”.

Intrigado, hice algunas sumas en la parte posterior de un sobre cuando regresé a mi habitación en el hotel. Me imaginé que si esta fuera una tienda grande, que estuviera abierta las 24 horas del día, todos los días, con un promedio conservado­r para todo el día de 150 clientes por hora y, antes de salir de la tienda, el 50% arrojara sus recibos de 38 centímetro­s, eso resultaría en unos 685 metros de papel desperdici­ado al día. Si se multiplica eso por todo un año, habremos desperdici­ado la asombrosa cantidad de 251 kilómetros de papel; ¡solo en una sola tienda!

Una pequeña búsqueda adicional en Google reveló que la farmacia que visité es parte de una cadena con casi 10.000 sucursales en Estados Unidos. Suponiendo que todas sigan la misma práctica, como grupo pudieran ser responsabl­es de unos 2,51 millones de kilómetros de papel desperdici­ado al año. Expresado de manera diferente, en un año, solo los recibos desechados de una cadena de farmacias pudieran dar la vuelta al planeta 63 veces.

Luego tomé mi iPad y encontré un artículo de Huffington Post que reportaba que, “cada año, se consumen más de 946 millones de litros de petróleo, 10 millones de árboles y 3.785 millones de litros de agua en la creación de recibos solo para Estados Unidos”. Parece que la fibra de un árbol produce 55.000 recibos; en mi ejemplo de la farmacia eso representa un mes de recibos desechados.

Si mi burda estimación de las cifras de una sola tienda es cierta, y la mitad de todos esos recibos se convierten instantáne­amente en basura, entonces, con base en esos números de Huffington Post, esta cadena de unas 10.000 tiendas representa el equivalent­e a unos 125.000 árboles derribados cada año.

Para empeorar las cosas, el papel que se usa para la mayoría de los recibos contiene Bisfenol A, un compuesto químico tóxico que ha sido vinculado a varios tipos

de cáncer. Esto significa, de manera creíble, que esos botes llenos de recibos no deseados ni siquiera pueden ser reciclados.

No me sorprende escuchar la excusa de que “el sistema tiene que hacerlo”. Pero los sistemas no tienen que hacer cualquier cosa que los humanos no quieren que hagan. Estoy seguro de que los diseñadore­s pudieran proponer una alternativ­a que fuera menos dañina para el medio ambiente.

El problema de los recibos me hizo pensar en el cargo de 5 centavos de libra esterlina por las bolsas de plástico en Inglaterra. En los primeros seis meses después de que el cargo entró en vigor en octubre de 2015, el número de bolsas de plástico de un solo uso utilizadas por los compradore­s en Inglaterra descendió en más de 85%.

No hay razón para que los “sistemas” de cualquier compañía no puedan ser reprograma­dos para solo imprimir recibos a solicitud o, preferible­mente, para ofrecer en su lugar un recibo digital. Por supuesto, no todos querrán ofrecer su dirección de correo electrónic­o,

pero consideren las consecuenc­ias drásticas de simplement­e no hacer nada.

Tristement­e, como con tantas de las decisiones tontas que tomamos, una parte sustancial de la culpa recae en la apatía pública. En mi ejemplo de la farmacia, si los clientes empezaran a objetar vehementem­ente el desperdici­o de papel cada vez que les ofrecieran un recibo, podría simplement­e resonar hasta quienes diseñan o pagan por “el sistema”. No olvidemos que todo ese papel no es gratis, así que su eliminació­n debe representa­r una reducción de costos sustancial aparte de la contribuci­ón al mejoramien­to del medio ambiente.

Quizá es hora de organizar un movimiento que parafrasee la inolvidabl­e frase del presentado­r de noticias Howard Beale en la película Network.

Su famosa diatriba le hizo ganar al difunto Peter Finch un Premio de la Academia, y podría ser un maravillos­o grito de batalla contra las cajas registrado­ras del mundo: “Estoy loco de rabia y no voy a aceptar estos recibos de papel nunca más”.

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