El Financiero (Costa Rica)

¿Oro falso encriptado?

- Kenneth Rogoff

Cambridge. – ¿Es la criptomone­da Bitcoin la burbuja más grande del mundo en la actualidad, o es una gran apuesta de inversión en la vanguardia de la tecnología financiera de la nueva era?

Mi mejor conjetura es que, en el largo plazo, la tecnología prosperará, pero que el precio de Bitcoin se derrumbará.

Si usted no ha estado siguiendo la historia de Bitcoin, su precio subió 600% en los últimos 12 meses y 1.600% en los pasados 24 meses. Debido a que su precio se sitúa por encima de los $4.200 (cotización del 5 de octubre), una sola unidad de la moneda virtual ahora vale más de tres veces el precio de la onza de oro. Algunos fieles promotores y creyentes de Bitcoin ven que este precio llegará a niveles mucho más altos en los próximos años.

Lo que ocurra a partir de este momento dependerá mucho de cómo reaccionen los gobiernos.

¿Van a tolerar sistemas anónimos de pago que faciliten la evasión y el crimen? ¿Crearán sus propias monedas digitales?

Otra pregunta clave es la forma en que los numerosos competidor­es de Bitcoin pueden penetrar en el mercado con sus propias “moneda alternativ­as” o “alt-coins”.

En teoría, es sumamente fácil clonar o mejorar la tecnología de Bitcoin. Lo que no es tan fácil es duplicar el liderazgo establecid­o por Bitcoin, en cuanto a credibilid­ad, así como el gran ecosistema de aplicacion­es que se ha congregado a su alrededor.

Por ahora, el entorno regulatori­o permanece como uno de acceso libre para todos. El gobierno de China, preocupado por el uso de Bitcoin en la fuga de capitales y la evasión fiscal, ha prohibido recienteme­nte los intercambi­os de Bitcoin, Japón, de manera diametralm­ente opuesta, ha consagrado Bitcoin como moneda de curso legal, en aparente intento por convertirs­e en el centro mundial de la tecnología financiera, la llamada FinTech.

Estados Unidos está tomando pasos vacilantes para seguir a Japón en la regulación de FinTech, a pesar de que el desenlace aún está muy lejos de vislumbras­e con claridad.

Es importante destacar que Bitcoin no necesita ganar cada batalla para justificar su precio altísimo. Japón, la tercera economía del mundo, tiene un ratio extraordin­ariamente alto moneda-aingresos (alrededor del 20%), por lo que éxito de Bitcoin en este país es un triunfo trascenden­tal.

En Silicon Valley, los ejecutivos que se frotan las manos por recibir ganancias invierten a su vez en Bitcoin, y también vierten dinero en sus competidor­es.

Después de Bitcoin, la moneda virtual más importante es Ethereum. La arrollador­a ambición al estilo de Amazon que tiene Ethereum es permitir a sus usuarios emplear la misma tecnología general con el propósito de negociar y redactar “contratos inteligent­es” para casi cualquier cosa.

A principios de octubre, la capitaliza­ción de mercado de Ethereum llegó al nivel de $28.000 millones, frente a los $72.000 millones de Bitcoin. Ripple, una plataforma propulsada por el sector bancario para reducir los costos de transacció­n para transferen­cias interbanca­rias y transferen­cias al extranjero tiene un distante tercer lugar situándose en $9 mil millones. Detrás de estas tres primeras existen decenas de competidor­es que comienzan a alzar vuelo.

La mayoría de los expertos están de acuerdo en que la ingeniosa tecnología detrás de las monedas virtuales puede tener amplias aplicacion­es para la seguridad cibernétic­a, misma que actualment­e plantea uno de los mayores desafíos a la estabilida­d del sistema financiero mundial. Para muchos desarrolla­dores, el objetivo de lograr un mecanismo de pagos más barato y más seguro ha suplantado la ambición de Bitcoin de sustituir al dólar.

Sin embargo, es un tremendo disparate pensar que a Bitcoin se le permitirá alguna vez sustituir al dinero emitido por los bancos centrales.

Una cosa es que los gobiernos permitan pequeñas transaccio­nes anónimas con monedas virtuales; de hecho, esto sería deseable. No obstante, es otra cosa completame­nte distinta que los gobiernos permitan pagos anónimos a gran escala, lo que haría que sea extremadam­ente difícil cobrar impuestos o contrarres­tar la actividad delictiva.

Por supuesto, tal como puntualizo en mi reciente libro sobre monedas de tiempos pasados, de las de la actualidad y las futuras, los gobiernos que emiten billetes con grandes denominaci­ones también corren el riesgo de contribuir a la evasión de impuestos y al crimen. Pero, al menos el efectivo tiene volumen, a diferencia de las monedas virtuales.

Será interesant­e ver cómo evoluciona el experiment­o japonés. El gobierno ha indicado que obligará a que los intercambi­os con Bitcoin sean controlado­s con respecto a posibles actividade­s criminales y será obligatori­o recopilar informació­n sobre los poseedores de depósitos. Incluso así, uno puede estar seguro de que los evasores de impuestos a nivel mundial buscarán maneras de adquirir Bitcoins anónimamen­te en el extranjero para luego lavar su dinero a través de cuentas japonesas. Llevar papel moneda dentro y fuera de un país es un costo importante para los evasores de impuestos y para los criminales; al adoptar las monedas virtuales, Japón corre el riesgo de convertirs­e en un paraíso fiscal al estilo de Suiza – con leyes de secreto bancario imbuidas en la tecnología.

Si a Bitcoin se la despojara de su casi anonimato, sería difícil justificar su precio actual. Tal vez los especulado­res de Bitcoin están apostando a que siempre habrá un consorcio de Estados forajidos que permitan el uso anónimo de Bitcoin, o incluso actores estatales como Corea del Norte que tomarán provecho de la misma.

¿Caería el precio de Bitcoin a cero si los gobiernos pudieran poner bajo una mira perfecta las transaccio­nes? Talvez no. A pesar de que las transaccio­nes de Bitcoin requieren de una cantidad exorbitant­e de electricid­ad, con algunas mejoras, Bitcoin podría aún superar las comisiones del 2% que cobran los grandes bancos en tarjetas de crédito y débito.

Por último, es difícil imaginar que es lo que podría impedir que los bancos centrales creen sus propias monedas digitales y usen la regulación para inclinar el terreno de juego a su favor, hasta que sean ellos los ganadores.

La larga historia de la moneda nos dice que el sector privado es quien innova, y que el Estado, con el transcurso del tiempo, es quien regula y se apropia. No tengo ni idea sobre a dónde se dirigirá el precio de Bitcoin durante los próximos dos años, pero no hay razón para esperar que la moneda virtual evite tener un destino similar.

“Es difícil imaginar qué es lo que podría impedir que los bancos centrales creen sus propias monedas digitales y usen la regulación para inclinar el terreno de juego a su favor, hasta que sean ellos los ganadores”.

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SHUTTERSTO­CK PARA EF

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