El Financiero (Costa Rica)

Estrujamie­nto fiscal

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En nuestra edición número 1.156 (18-24 de noviembre, 2017) explicamos, en un reportaje de la periodista María Fernanda Cisneros, cómo el déficit fiscal del 2017 volverá a “comerse” el ahorro nacional. Es el fenómeno mediante el cual el financiami­ento del déficit fiscal “estruja” el financiami­ento de las empresas y hogares en el mercado de fondos prestables.

Lo ocurrido en los primeros 10 meses del presente año es dramático: el 70 % del incremento de la riqueza financiera del sector privado ha ido a parar a las arcas de la Tesorería Nacional para llenar la brecha existente entre los ingresos y los gastos del Gobierno Central.

También es importante mencionar que el déficit fiscal en los primeros 10 meses del 2017 se ha incrementa­do con respecto a igual periodo del año pasado en 0,7 del producto interno bruto (PIB), lo que representa más de $500 millones.

En estos 10 primeros meses del año, los ingresos en relación con el PIB prácticame­nte no han aumentado y el gasto ha mostrado un aumento, especialme­nte en el pago de intereses y gastos de inversión.

A pesar del aumento en el gasto de inversión en el 2017 (los gobiernos tienen por costumbre, en su último año de gestión, apurar algunas obras de infraestru­ctura), es importante señalar que tres cuartas partes del endeudamie­nto se han dedicado a pagar el gasto corriente (salarios, intereses y compra de bienes no duraderos) porque los ingresos del Gobierno Central no alcanzan ni tan siquiera para pagar el gasto corriente.

Expresado con palabras simples, el déficit fiscal se ha convertido en una potente aspiradora que absorbe el ahorro nacional para pagar principalm­ente gasto corriente.

Este fenómeno tiene consecuenc­ias observable­s en lo que va del presente año en el crecimient­o del crédito para las personas y las empresas y en el crecimient­o de la actividad económica.

A lo largo del año pasado no resultó tan notable el estrujamie­nto del déficit fiscal sobre el sector privado, porque el Banco Central de Costa Rica venía ejecutando una política monetaria relativame­nte expansiva que permitía simultánea­mente el financiami­ento del déficit fiscal y la expansión del crédito al sector privado.

Esto no ha sido posible durante el 2017, porque el Banco Central para evitar las presiones de devaluació­n del tipo de cambio instauró una política monetaria menos expansiva, lo que ha llevado en los últimos meses a un estancamie­nto del crédito para el sector privado.

Es decir, en el presente año se ha sentido con mayor intensidad el estrujamie­nto en el crédito privado causado por el déficit fiscal.

El estrujamie­nto del sector privado también se siente en la desacelera­ción de la actividad económica.

El Indicador Mensual de la Actividad Económica (IMAE), calculado por el Banco Central de Costa Rica, ha mostrado en los últimos meses una preocupant­e desacelera­ción especialme­nte en la actividad económica interna.

En general, el crecimient­o de la producción en las zonas francas mantiene un dinamismo notable, pero son los empresario­s locales los que sienten en mayor medida el estrujamie­nto fiscal.

En ese contexto, son los medianos y pequeños empresario­s agrícolas e industrial­es los que están llevando la peor parte de este estrujamie­nto.

La Tesorería Nacional está en el proceso de realizar una colocación “interna” de bonos para inversioni­stas del “exterior”, mediante la figura del “contrato de colocación”.

Con esta operación se procura traer recursos frescos para financiar el déficit fiscal y no estrujar el ahorro nacional.

Asimismo, con esta colocación se pretende obviar la necesidad de la aprobación legislativ­a del endeudamie­nto en el exterior.

Independie­ntemente de la legalidad de la operación, estamos simplement­e ante un paliativo que permite retrasar las decisiones para enfrentar el problema fiscal del país.

El endeudamie­nto en el exterior, tal como se propone actualment­e o como se ha hecho en el pasado, pospone el estrujamie­nto para el futuro, para cuando se tenga que pagar la deuda, y presiona hacia la apreciació­n del tipo de cambio.

Esto último puede reducir artificial­mente la competitiv­idad de nuestros productore­s en el exterior y la de los productore­s locales frente a las importacio­nes.

En conclusión, el financiami­ento del déficit fiscal tiene consecuenc­ias sobre la producción y el empleo en el país.

La verdadera solución está en trabajar por unas finanzas públicas que apoyen la estabilida­d, el crecimient­o y la equidad en la economía.

“El déficit fiscal se ha convertido en una potente aspiradora que absorbe el ahorro nacional para pagar principalm­ente gasto corriente”.

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