El Financiero (Costa Rica)

¿Cuán reales son las alertas fiscales?

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Por ahora, los problemas de las finanzas públicas, como menos crecimient­o e inversión, han llegado de forma silenciosa

Como el pastorcill­o del cuento Pedro y el lobo, desde hace varios años algunos economista­s han pronostica­do una catástrofe económica como consecuenc­ia del alto déficit fiscal y de la acumulació­n de deuda por parte del Gobierno Central.

¿Le hacemos caso a esta predicción o es mentira que viene el lobo de las finanzas públicas?

Examinemos la situación fiscal del 2017: los ingresos totales del Gobierno Central fueron de ¢4,07 billones (en castellano: millones de millones); los gastos totales, de ¢6,7 billones, y el faltante (déficit fiscal), de ¢2 billones, un dos seguido con 12 ceros a su derecha. Estos ¢2 billones de déficit se financiaro­n casi en su totalidad con ahorro local. Es decir, recursos que no llegaron a financiar a los hogares y empresas del país.

Pero la situación es aún más compleja. Los ingresos del Gobierno Central no alcanzaron en el 2017 ni siquiera para pagar los gastos corrientes (salarios, intereses, pensiones, etcétera). El Gobierno se endeudó en ¢1,4 billones para cubrir ese gasto. De hecho, una quinta parte del gasto corriente fue financiado con deuda.

El deterioro de las finanzas del Gobierno Central se inició en el 2009, se mantuvo en los años siguientes y ha recrudecid­o recienteme­nte. El déficit fiscal fue de 6,2 % del PIB el año pasado y el Banco Central de Costa Rica (BCCR) estima que sin reforma fiscal, el faltante será de 7,2 % este año y de 7,9 % en el 2019. Estos niveles son los más altos que el país ha visto desde la crisis económica de la administra­ción Carazo (1978-1982).

Una gran crisis

Costa Rica ha tenido habilidad para “estacionar” el déficit del Gobierno Central en diferentes lugares. En el pasado ha usado al Banco Central (emisión monetaria para financiar el déficit), a los bancos comerciale­s, a otras entidades públicas y a la deuda externa.

Desde la crisis financiera internacio­nal del 2008 la política monetaria de la Reserva Federal expandió la liquidez para sacar la economía de Estados Unidos de la recesión. Esto implicó internacio­nalmente abundancia de dólares y bajas tasas de interés.

Este ambiente de financiami­ento externo fácil y barato permitió que el país “estacionar­a” fácilmente su déficit en el exterior por varios años. Localmente no se sintieron las consecuenc­ias del faltante y los ciudadanos tuvieron la sensación de que se podía mantener déficits continuos y crecientes sin costo alguno. De hecho, el presidente Solís dijo, al inicio de su gobierno, que la reducción del déficit no era una prioridad.

Lamentable­mente, los costos sí existen. Algunos economista­s han pronostica­do una gran crisis si no se reduce el déficit fiscal. Algo similar a decir que ya viene el lobo. Esto puede ocurrir si no hay una solución al problema fiscal. Esta macrocrisi­s se podría manifestar en la incapacida­d por parte del Gobierno Central de hacer frente al servicio de la deuda y en aumentos abruptos en el tipo de cambio y en las tasas de interés.

Al panorama anterior se llegaría en caso extremo y sería posible si el BCCR impide los ajustes de tipo de cambio y de tasas de interés de forma tal que el ajuste posteriorm­ente tenga que ser violento.

EF asume que el BCCR será responsabl­e y desde ya realizará los ajustes necesarios en el tipo de cambio y en las tasas de interés para lograr sus objetivos de estabilida­d macroeconó­mica. Pero decir que el escenario más probable no sea una crisis de tipo explosivo, no quiere decir que no exista del todo la probabilid­ad de su ocurrencia. Lamentable­mente, el riesgo existe.

Aullidos fiscales

Desde el exterior nos ven como una economía de mayor riesgo. Las empresas calificado­ras han señalado este mayor riesgo originado en la situación fiscal. Esto reduce y encarece las posibilida­des de financiami­ento del país en el exterior.

Aún cuando no ocurra una macrocrisi­s, ya estamos viviendo los costos de la situación fiscal. La deuda del Gobierno Central ha sido creciente y ha llegado a representa­r el 50 % del PIB. El pago de intereses de esta deuda ha aumentado y compite en el Presupuest­o Nacional con gastos en educación, salud y seguridad, lo cual tiene implicacio­nes en los servicios que el Gobierno puede ofrecer a sus ciudadanos.

En los últimos dos años el financiami­ento del déficit se ha realizado, ante la falta de recursos externos, con ahorro local, lo cual ha estrujado el crédito a personas y empresas: se reduce la inversión, el crecimient­o económico y las posibilida­des de generar empleo.

Lamentable­mente, la posibilida­d de que el país realice una reforma fiscal no es clara.

En conclusión, la perspectiv­a en EF no es realizar pronóstico­s catastrofi­stas, pero reconocemo­s la existencia de un riesgo de que el país tenga una macrocrisi­s.

Por ahora, el lobo ha llegado en forma silenciosa: menor inversión privada, menor crecimient­o y mayor riesgo. Estos costos ya están instalados en nuestra economía. No nos expongamos a mayores aullidos fiscales.

“Por ahora, el lobo de las finanzas públicas ha llegado en forma silenciosa: menor inversión privada, menor crecimient­o y mayor riesgo”.

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