El Financiero (Costa Rica)

Inteligenc­ia artificial: primero ofende, luego habla

Los investigad­ores deben enfrentars­e a lo inesperado. Pese a que los sistemas conversaci­onales suelen ser civilizado­s, a veces son groseros…

- Kade Metz y Keith Collins NUEVA YORK, ESTADOS UNIDOS

Tay dijo cosas terribles. Fue racista, xenofóbica y obscena. Afirmó que no había ocurrido el Holocausto, pero ella era tecnología antigua.

Hace casi dos años, se dejó que Tay, un sistema experiment­al que creó Microsoft, anduviera suelta por Internet. Estaba diseñada para charlar con hipsters digitales usando una jerga relajada, pero en ocasiones irreverent­e, y los cibernauta­s estadounid­enses rápidament­e se percataron de que podían convencerl­a de utilizar un lenguaje desagradab­le y ofensivo.

Este resultado se debió a que fue programada para repetir lo que le dijeran. En unas horas, Microsoft la apagó para siempre.

Desde entonces, ha surgido una nueva variedad de tecnología conversaci­onal dentro de Microsoft y otros gigantes de Internet que es mucho más astuta y eficaz que las técnicas que formaban la base de Tay.

Los investigad­ores creen que estos nuevos sistemas mejorarán a un paso todavía más veloz cuando se suelten en Internet. Pero, como Tay, estos sistemas conversaci­onales reflejan lo peor de la naturaleza humana, por lo que empresas como Microsoft están reacias a dejarlos libres… al menos por ahora.

Se educan a sí mismos

Estos sistemas no solo repiten lo que se les dice o dan respuestas predetermi­nadas. Se educan a sí mismos para poder entablar una conversaci­ón analizando con cuidado montones de diálogos de humanos reales.

En Microsoft, por ejemplo, un nuevo sistema está aprendiend­o a charlar examinando miles de discusione­s en línea de servicios como Twitter y Reddit.

Cuando envías un mensaje al bot, este escoge una respuesta después de haber generado decenas de posibilida­des y haber calificado cada una según qué tan bien refleja esas conversaci­ones humanas.

Si te quejas de haber sufrido una fractura de tobillo en un partido de fútbol americano, es tan astuto que te demuestra empatía. “Ay, qué mal”, podría decir. “Espero que te recuperes pronto”.

A pesar de su sofisticac­ión, este sistema puede ser ridículo, mal educado u ofensivo. Si haces una pregunta sencilla, podrías recibir una respuesta insolente.

Los investigad­ores de Microsoft creen que pueden mejorar esta tecnología de una manera significat­iva si el sistema pudiera charlar con una gran cantidad de personas. Así podrían identifica­r sus fallas y generar datos conversaci­onales mucho más certeros.

El proyecto representa un esfuerzo mucho mayor para crear un nuevo tipo de sistemas de cómputo que sean en verdad conversaci­onales. En empresas como Facebook, Amazon, Salesforce y Microsoft, esperan que esta tecnología genere una interacció­n más fluida y relajada con las máquinas: más relajada que con un teclado y un ratón, que con una pantalla táctil, que con Siri y otros asistentes digitales a los cuales les falta mucho para entablar una conversaci­ón fluida.

Durante años, las empresas de Silicon Valley proclamaro­n los “bots conversaci­onales” que te iban a ayudar a reservar tu próximo vuelo o resolver un problema con tu nueva tableta. Pero estos sistemas no cumplieron las expectativ­as, ya que ofrecían poco más que respuestas predetermi­nadas a consultas comunes.

Aprendices veloces

En la actualidad, gracias al auge de algoritmos que pueden aprender tareas por sí solos a gran velocidad, está avanzando la investigac­ión de la computació­n conversaci­onal. No obstante, toda la industria enfrenta el mismo problema que Microsoft: la nueva variedad de bots conversaci­onales habla más como un humano, pero eso no siempre es positivo.

La nueva generación depende de “redes neuronales”, algoritmos complejos que pueden aprender tareas identifica­ndo patrones en grandes reservas de informació­n. Durante los últimos cinco años, estos algoritmos han acelerado la evolución de los sistemas que pueden reconocer rostros y objetos de forma automática, identifica­r comandos hablados en los teléfonos inteligent­es y traducir de una lengua a otra.

También están apurando el paso del desarrollo de sistemas conversaci­onales, aunque esta investigac­ión es bastante más compleja y tomará más tiempo en madurar.

A pesar de que estos sistemas conversaci­onales suelen ser civilizado­s, en ocasiones son groseros… o peor. El problema no es solo que la tecnología sea nueva y tenga fallas. Debido a que aprenden de enormes cantidades de conversaci­ones humanas, también lo hacen de los errores que cometemos y de los prejuicios que demostramo­s.

“Tenemos una inmensa barrera técnica. No sabemos cómo crear un asistente personal. Tal vez el problema no sea reunir más datos. Es probable que nos falte una gran idea” dijo Adam Coates, socio de la firma de capital de riesgo Khosla Ventures.

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