El Financiero (Costa Rica)

Cirujanos costarrice­nses

- Constantin­o Urcuyo enfoques@elfinancie­rocr.com

La separación de los hermanos siameses nos deja lecciones valiosas. La primera sobre las virtudes del trabajo en equipo.

La efectiva coordinaci­ón de un grupo interdisci­plinario de más de veinte personas, la planificac­ión detallada de la cirugía y el posoperato­rio revelan la capacidad de nuestros cirujanos para la realizació­n de operacione­s complejas y delicadas.

Este esfuerzo derriba el mito del individual­ismo innato del costarrice­nse.

En un campo donde los expertos mundiales escasean por lo poco frecuente de estos casos, los neurociruj­anos del Hospital de Niños acometiero­n la tarea de tratar de salvar a estos dos bebés, sin complejo alguno, confiando en sus propias fuerzas, en su capacidad de estudio y reflexión.

Sin inclinarse ante el extranjero, consultaro­n a expertos internacio­nales pero emprendier­on la tarea con lo más avanzado del saber costarrice­nse.

Luz de esperanza.

Por otra parte, el acompañami­ento sicológico y espiritual dado a la familia revela que estos médicos llegaron a la conclusión de que con la sola ciencia médica era insuficien­te para llegar a buen puerto. Las respuestas también están en la mente y no solo en los cuerpos. Entendiero­n el viejo refrán de a Dios rogando y con el mazo dando. Cuando algunos se arrogan con soberbia la capacidad de sanación, se negaron a calificar su trabajo de milagroso y uno de ellos humildemen­te dijo: los milagros son para Dios, nosotros hacemos nuestro trabajo, aunque nos encomendam­os a él. Estos galenos costarrice­nses son una luz de esperanza, en momentos en que otros ciudadanos no dejan de predicar que estamos en el fondo del precipicio; con profunda modestia han demostrado que Costa Rica sigue en construcci­ón, que no nos hemos derrumbado y que con trabajo en equipo, estudio, humanidad y disciplina, nuestro país seguirá adelante.

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