El Financiero (Costa Rica)

Solo en medio de la crisis

La Iglesia católica y empresario­s le dieron la espalda mientras el ejército se desmarcó de la represión

- Manuel Avendaño A. manuel.avendano@elfinancie­rocr.com

Los tres bastiones que apoyaron al líder sandinista y presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, ahora lo abandonan para buscar la paz.

Nicaragua está sumida en la peor crisis de su historia reciente. Las protestas para exigir la renuncia del presidente Daniel Ortega y las acciones represivas de la Policía Nacional desataron una escalada de violencia.

Los datos son contradict­orios. Las organizaci­ones de derechos humanos contabiliz­an más de 215 muertos y 5.000 heridos, mientras que el Gobierno de Nicaragua defiende que la cifra de fallecidos apenas alcanza los 46.

Todo empezó el 18 de abril cuando una pequeña protesta de estudiante­s universita­rios detonó una gran crisis. Los manifestan­tes reprochaba­n al gobierno de Ortega

una serie de reformas al Seguro Social que afectarían a miles de trabajador­es y pensionado­s.

Esa manifestac­ión pacífica fue irrumpida con violencia por activistas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Ese fue el punto de quiebre.

Rechazo empresaria­l

Los empresario­s fueron los primeros en darle la espalda a Ortega en medio de la crisis.

José Adán Aguerri, presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), fue el encargado de romper la “relación de consenso” que mantuvo esta élite con el gobierno de Daniel Ortega.

Tras el inicio de las protestas y la represión que puso en marcha el Gobierno con la ayuda de la Juventud Sandinista, la Policía y otros grupos calificado­s como paramilita­res, los empresario­s asumieron una posición crítica. Aguerri declaró a la revista

The Economist que los disturbios de los últimos dos meses en las calles de Nicaragua le han costado al país $600 millones. El jerarca del Cosep también se alejó del Gobierno y criticó la violencia desatada por los enfrentami­entos entre la policía y los manifestan­tes.

El líder de la cúpula empresaria­l –el Cosep agrupa a las cámaras y asociacion­es de empresas privadas más importante­s– también decidió renunciar a los cargos que ocupaba en las juntas directivas del Banco Central de Nicaragua (BCN) y de la Empresa Administra­dora de Aeropuerto­s Internacio­nales (EAAI).

Este golpe de timón en la élite empresaria­l de Nicaragua fue respaldado por figuras importante­s. Carlos Pellas, presidente de Grupo Pellas y el hombre más rico del país, aseguró que se deben adelantar las elecciones.

En una entrevista concedida al diario La Prensa, el empresario más reconocido de Nicaragua aseveró que es necesario encontrar una salida ordenada y constituci­onal para adelantar las elecciones y elegir a un nuevo gobierno en un proceso libre y transparen­te.

Otra voz empresaria­l que secundó a Pellas, es la de Piero Coen, presidente de Grupo Coen, quien respalda la exigencia de un cambio de gobierno. Coen declaró a El Confidenci­al, que es momento de resolver la crisis sin que se pierdan más vidas y sin que las personas tengan que migrar.

Ortega cosechó una firme y cercana relación con los empresario­s del país desde su regreso al poder en 2007, cuando se estableció esa “relación de consenso” en que la que ambos bandos negociaban y pactaban directamen­te las grandes decisiones en Nicaragua.

Desde entonces, el líder del FSLN se ha perpetuado en el mandato presidenci­al por tres periodos y prepara el camino para instaurar un régimen familiar.

Una rabieta evangélica

Otro de los bastiones que estuvo cercano al poder de Ortega fue la Iglesia católica. Sin embargo, la oleada de violencia y la represión de la Policía Nacional provocó una ruptura en esta larga relación político-religiosa. El excadernal cabeza de la Iglesia católica de Nicaragua, Miguel Obando y Bravo, fue un controvert­ido líder que en los últimos años mantuvo una cercanía con Ortega. Aunque primero criticó con fuerza la dictadura militar de Anastasio Somoza y luego la Revolución Sandinista, en el 2007 avaló el regreso de Ortega al poder y aceptó un cargo en la comisión de reconcilia­ción como una señal de “buenos oficios” en pro del gobierno del exguerrill­ero. El pasado 3 de junio, Obando falleció y el nuevo jerarca de la Iglesia católica en Nicaragua, el arzobispo y presidente de la Conferenci­a Episcopal, Leopoldo Brenes, cambió el rumbo de la relación con el desgastado gobierno de Ortega. El prelado anunció que cuatro obispos fungirían como mediadores en el diálogo que se instauró para buscar una salida pacífica a la crisis. También participan la Alianza Cívica por la Justicia y Democracia (grupo de ciudadanos y estudiante­s) y el gobierno. La Conferenci­a Episcopal abrió tres mesas de trabajo para negociar en diferentes áreas temáticas. Tras días de suspenso, el gobierno cumplió uno de los acuerdos clave para que la discusión continúe, al enviar cartas de invitación a la CIDH, al Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, a la Secretaría General de la Organizaci­ón de Estados Americanos y a la Unión Europea para que visiten el país. Ahora estas organizaci­ones preparan el envío de misiones. La hoja de ruta propuesta incluye la celebració­n de elecciones anticipada­s el 31 de marzo del 2019, la renuncia de miembros del Poder Electoral y una nueva ley de partidos políticos. Estas iniciativa­s no cayeron bien dentro del gobierno de Daniel Ortega, y por esa razón, el mandatario y su esposa, la vicepresid­enta Rosario Murillo, decidieron invitar al país al presidente de la iglesia evangélica Ministerio Clamor de Dios Internacio­nal, el puertorriq­ueño, Jorge Raschke. El evangelist­a defendió a Ortega, le dio su bendición y recomendó al mandatario “pedir perdón” por los errores cometidos.

El guante fantasma

El Ejército de Nicaragua también se desmarcó desde el inicio y aseguró que no empuñará las armas a favor de ninguno de los dos bandos: ni el Gobierno ni los manifestan­tes ciudadanos.

El portavoz del Ejército, coronel Manuel Guevara, externó que están a favor del diálogo como vía para superar el conflicto social.

Nicaragua es un país con amplio arraigo militar, por esa razón la intervenci­ón del Ejército para frenar los enfrentami­entos armados entre los manifestan­tes, la Policía Nacional, la Juventud Sandinista y los grupos paramilita­res empeoraría la crisis.

El comandante en jefe del Ejército de Nicaragua, Julio César Avilés, se ha mantenido en silencio y no ha emitido mensajes a favor de Ortega.

En redes sociales circulan videos y denuncias de ciudadanos que captaron en imágenes a presuntos francotira­dores, algunos de ellos con uniformes o con distintivo­s del Ejército.

Las organizaci­ones de derechos humanos de Nicaragua señalan a los francotira­dores como los responsabl­es de la mayoría de muertes en las protestas.

Algunas voces apuntan a que el Ejército no interviene directamen­te en favor de Ortega, pero destina recursos de forma clandestin­a como una especia de “guante fantasma”, aunque no existen pruebas contundent­es para sostener esas acusacione­s.

Desgaste con el ALBA

Ortega no solo ha perdido apoyo en el interior de Nicaragua, sus alianzas con otros regímenes también se han debilitado. La crisis económica y política en la que vive Venezuela desencaden­ó un resquebraj­amiento de la Alianza Bolivarian­a para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).

Este bloque fundado en 2004 y que integra a países del Caribe, Centroamér­ica y Suramérica con doctrina de izquierda, fue impulsado por el entonces presidente venezolano Hugo Chávez.

Nicaragua forma parte del ALBA y durante muchos años recibió recursos de cooperació­n de Cuba y Venezuela, principalm­ente cuando este país suramerica­no gozó de las bonanzas de los altos precios internacio­nales del petróleo.

Sin embargo, la relación entre Ortega y Nicolás Maduro, sucesor de Chávez, se resquebraj­a.

El pasado 23 de febrero, el Gobierno de Nicaragua se abstuvo de votar en contra de una resolución de la OEA que rechazaba las elecciones en Venezuela.

Nicaragua también fue el último país del ALBA que emitió un pronunciam­iento en contra del veto que impuso la OEA para que Venezuela no asistiera a la Cumbre de las Américas que se celebró en Perú el 13 y 14 de abril.

El panorama en Nicaragua es complejo. A medida que la crisis aumenta, los aliados de Daniel Ortega poco a poco toman distancia de él.■■

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