Solo en medio de la crisis
La Iglesia católica y empresarios le dieron la espalda mientras el ejército se desmarcó de la represión
Los tres bastiones que apoyaron al líder sandinista y presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, ahora lo abandonan para buscar la paz.
Nicaragua está sumida en la peor crisis de su historia reciente. Las protestas para exigir la renuncia del presidente Daniel Ortega y las acciones represivas de la Policía Nacional desataron una escalada de violencia.
Los datos son contradictorios. Las organizaciones de derechos humanos contabilizan más de 215 muertos y 5.000 heridos, mientras que el Gobierno de Nicaragua defiende que la cifra de fallecidos apenas alcanza los 46.
Todo empezó el 18 de abril cuando una pequeña protesta de estudiantes universitarios detonó una gran crisis. Los manifestantes reprochaban al gobierno de Ortega
una serie de reformas al Seguro Social que afectarían a miles de trabajadores y pensionados.
Esa manifestación pacífica fue irrumpida con violencia por activistas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Ese fue el punto de quiebre.
Rechazo empresarial
Los empresarios fueron los primeros en darle la espalda a Ortega en medio de la crisis.
José Adán Aguerri, presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), fue el encargado de romper la “relación de consenso” que mantuvo esta élite con el gobierno de Daniel Ortega.
Tras el inicio de las protestas y la represión que puso en marcha el Gobierno con la ayuda de la Juventud Sandinista, la Policía y otros grupos calificados como paramilitares, los empresarios asumieron una posición crítica. Aguerri declaró a la revista
The Economist que los disturbios de los últimos dos meses en las calles de Nicaragua le han costado al país $600 millones. El jerarca del Cosep también se alejó del Gobierno y criticó la violencia desatada por los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes.
El líder de la cúpula empresarial –el Cosep agrupa a las cámaras y asociaciones de empresas privadas más importantes– también decidió renunciar a los cargos que ocupaba en las juntas directivas del Banco Central de Nicaragua (BCN) y de la Empresa Administradora de Aeropuertos Internacionales (EAAI).
Este golpe de timón en la élite empresarial de Nicaragua fue respaldado por figuras importantes. Carlos Pellas, presidente de Grupo Pellas y el hombre más rico del país, aseguró que se deben adelantar las elecciones.
En una entrevista concedida al diario La Prensa, el empresario más reconocido de Nicaragua aseveró que es necesario encontrar una salida ordenada y constitucional para adelantar las elecciones y elegir a un nuevo gobierno en un proceso libre y transparente.
Otra voz empresarial que secundó a Pellas, es la de Piero Coen, presidente de Grupo Coen, quien respalda la exigencia de un cambio de gobierno. Coen declaró a El Confidencial, que es momento de resolver la crisis sin que se pierdan más vidas y sin que las personas tengan que migrar.
Ortega cosechó una firme y cercana relación con los empresarios del país desde su regreso al poder en 2007, cuando se estableció esa “relación de consenso” en que la que ambos bandos negociaban y pactaban directamente las grandes decisiones en Nicaragua.
Desde entonces, el líder del FSLN se ha perpetuado en el mandato presidencial por tres periodos y prepara el camino para instaurar un régimen familiar.
Una rabieta evangélica
Otro de los bastiones que estuvo cercano al poder de Ortega fue la Iglesia católica. Sin embargo, la oleada de violencia y la represión de la Policía Nacional provocó una ruptura en esta larga relación político-religiosa. El excadernal cabeza de la Iglesia católica de Nicaragua, Miguel Obando y Bravo, fue un controvertido líder que en los últimos años mantuvo una cercanía con Ortega. Aunque primero criticó con fuerza la dictadura militar de Anastasio Somoza y luego la Revolución Sandinista, en el 2007 avaló el regreso de Ortega al poder y aceptó un cargo en la comisión de reconciliación como una señal de “buenos oficios” en pro del gobierno del exguerrillero. El pasado 3 de junio, Obando falleció y el nuevo jerarca de la Iglesia católica en Nicaragua, el arzobispo y presidente de la Conferencia Episcopal, Leopoldo Brenes, cambió el rumbo de la relación con el desgastado gobierno de Ortega. El prelado anunció que cuatro obispos fungirían como mediadores en el diálogo que se instauró para buscar una salida pacífica a la crisis. También participan la Alianza Cívica por la Justicia y Democracia (grupo de ciudadanos y estudiantes) y el gobierno. La Conferencia Episcopal abrió tres mesas de trabajo para negociar en diferentes áreas temáticas. Tras días de suspenso, el gobierno cumplió uno de los acuerdos clave para que la discusión continúe, al enviar cartas de invitación a la CIDH, al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, a la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos y a la Unión Europea para que visiten el país. Ahora estas organizaciones preparan el envío de misiones. La hoja de ruta propuesta incluye la celebración de elecciones anticipadas el 31 de marzo del 2019, la renuncia de miembros del Poder Electoral y una nueva ley de partidos políticos. Estas iniciativas no cayeron bien dentro del gobierno de Daniel Ortega, y por esa razón, el mandatario y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, decidieron invitar al país al presidente de la iglesia evangélica Ministerio Clamor de Dios Internacional, el puertorriqueño, Jorge Raschke. El evangelista defendió a Ortega, le dio su bendición y recomendó al mandatario “pedir perdón” por los errores cometidos.
El guante fantasma
El Ejército de Nicaragua también se desmarcó desde el inicio y aseguró que no empuñará las armas a favor de ninguno de los dos bandos: ni el Gobierno ni los manifestantes ciudadanos.
El portavoz del Ejército, coronel Manuel Guevara, externó que están a favor del diálogo como vía para superar el conflicto social.
Nicaragua es un país con amplio arraigo militar, por esa razón la intervención del Ejército para frenar los enfrentamientos armados entre los manifestantes, la Policía Nacional, la Juventud Sandinista y los grupos paramilitares empeoraría la crisis.
El comandante en jefe del Ejército de Nicaragua, Julio César Avilés, se ha mantenido en silencio y no ha emitido mensajes a favor de Ortega.
En redes sociales circulan videos y denuncias de ciudadanos que captaron en imágenes a presuntos francotiradores, algunos de ellos con uniformes o con distintivos del Ejército.
Las organizaciones de derechos humanos de Nicaragua señalan a los francotiradores como los responsables de la mayoría de muertes en las protestas.
Algunas voces apuntan a que el Ejército no interviene directamente en favor de Ortega, pero destina recursos de forma clandestina como una especia de “guante fantasma”, aunque no existen pruebas contundentes para sostener esas acusaciones.
Desgaste con el ALBA
Ortega no solo ha perdido apoyo en el interior de Nicaragua, sus alianzas con otros regímenes también se han debilitado. La crisis económica y política en la que vive Venezuela desencadenó un resquebrajamiento de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
Este bloque fundado en 2004 y que integra a países del Caribe, Centroamérica y Suramérica con doctrina de izquierda, fue impulsado por el entonces presidente venezolano Hugo Chávez.
Nicaragua forma parte del ALBA y durante muchos años recibió recursos de cooperación de Cuba y Venezuela, principalmente cuando este país suramericano gozó de las bonanzas de los altos precios internacionales del petróleo.
Sin embargo, la relación entre Ortega y Nicolás Maduro, sucesor de Chávez, se resquebraja.
El pasado 23 de febrero, el Gobierno de Nicaragua se abstuvo de votar en contra de una resolución de la OEA que rechazaba las elecciones en Venezuela.
Nicaragua también fue el último país del ALBA que emitió un pronunciamiento en contra del veto que impuso la OEA para que Venezuela no asistiera a la Cumbre de las Américas que se celebró en Perú el 13 y 14 de abril.
El panorama en Nicaragua es complejo. A medida que la crisis aumenta, los aliados de Daniel Ortega poco a poco toman distancia de él.■■