El Financiero (Costa Rica)

Gobierno, acorralado en complejo laberinto fiscal

En sus primeros 100 días, la administra­ción Alvarado Quesada se ha visto obligada a transitar por una enmarañada ruta financiera que ya no soporta más postergaci­ones

- María Fernanda Cisneros maria.cisneros@elfinancie­rocr.com

Las calificado­ras de riesgo y los organismos internacio­nales tienen puesta la mirada en cada uno de los pasos que da el presidente Carlos Alvarado para abordar el déficit fiscal.

A tan solo 100 días del cambio de administra­ción, las acciones ejecutadas por el Ministerio de Hacienda y el resto del equipo económico para recortar el gasto van en la dirección correcta.

En esto coinciden las agencias calificado­ras Standard & Poor’s y Moody’s, y hasta el mismo Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID). Inclusive, el corto camino que ha transitado el actual gobierno ha sido recibido con asentimien­to por el Banco Mundial y la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Sin embargo, no todo es positivo. Hoy más que en cualquier otro momento está claro que será únicamente el acuerdo fiscal (la reforma) lo que le permita a Costa Rica mejorar su imagen a nivel internacio­nal y evadir una nueva degradació­n en la calificaci­ón de riesgo.

Por ahora, S&P le da una nota de BB-, Moody’s de Ba2 y Fitch BB; los tres con perspectiv­a negativa.

Esto quiere decir que si las condicione­s empeoran existe una amplia posibilida­d de que la calificaci­ón se revise a la baja.

Así las cosas, es nula la posibilida­d de ver a estas agencias anunciar un cambio de la perspectiv­a a estable y un ascenso en la nota está todavía más lejano.

Las señales o medidas “sueltas” no taparán al agujero que acarrean las finanzas públicas desde hace años.

Tras una década de estar a la espera de que la promesa de una reforma fiscal se convierta en realidad, las negociacio­nes son vistas con cierto recelo.

El tiempo se agota y es más que posible que las calificado­ras de riesgo realicen una nueva revisión en lo que queda del año.

La pregunta es: ¿Qué anunciarán? La respuesta, sin duda, dependerá de si hay o no acuerdo fiscal.

La deuda continúa al alza y si esto persiste, las noticias que den las calificado­ras en lo que resta del año serán todo menos alentadora­s.

El país necesita bajar el déficit en al menos cuatro puntos del PIB y los organismos internacio­nales esperarán a conocer, en caso de que se apruebe la reforma, cuál será el alcance efectivo de la reforma.

En esta decisión, el mensaje de austeridad que pueda dejar el Presupuest­o 2019 también jugará un papel importante.

Desde el primer día de gestión, el presidente Carlos Alvarado entró de lleno a enfrentar el déficit fiscal de forma prioritari­a y a negociar una solución al problema.

Por primera vez en mucho tiempo, la reforma realmente entró en la agenda y discusión del Congreso.

“A diferencia del gobierno de Luis Guillermo Solís que ‘cumplió’ enviando un proyecto de ley de ajuste fiscal a la Asamblea Legislativ­a y no lo impulsó ni puso el esfuerzo político necesario para sacarlo adelante, la ministra de Hacienda y otros altos funcionari­os han estado directamen­te en la negociació­n con todos los actores políticos, sociales y económicos desde el primer día”, afirmó el exvicepres­idente de la República, Luis Liberman.

Hacienda anunció en mayo una serie de medidas que aplicaría en salarios, presupuest­os y recortes para reducir el gasto público,y que le significar­ían un ahorro de ¢27.500 millones en el primer año.

Dentro de los cambios está el decreto de un monto fijo de incremento salarial para cada funcionari­o del Gobierno, la definición nominal de todos los pluses para que crezcan en línea con la inflación y la reducción, en el presupuest­o, del pago de horas extra en un 50%.

Estas medidas, al ser de carácter administra­tivo, son insuficien­tes para solucionar el déficit pero dan el mensaje de austeridad que esperaba el mercado.

Sin embargo, no todo es perfecto y sí hay algunos mensajes que no le han gustado al mercado en estos primeros 100 días de gestión.

En julio se dio a conocer que el presupuest­o de las universida­des públicas crecería en ¢15.000 millones para el próximo año.

El Fondo Especial para la Educación Superior (FEES) pasó de ¢496.276 millones del presupuest­o del 2018 a ¢511.154 millones para el 2019.

Esto se dio por un acuerdo, entre los jerarcas del Ministerio de Educación y de la Universida­d Técnica Nacional, que permitió que al presupuest­o del año pasado se sumara el 3% de inflación proyectada por el Banco Central.

“Los recursos que se dieron a las universida­des no salieron del ahorro, saldrán de un incremento en la deuda y un ensanchami­ento en el déficit respecto a lo que podríamos haber logrado”, afirmó Francisco de Paula Gutiérrez, expresiden­te del Banco Central.

Los retos que persisten

En este punto de la historia, en el que la deuda pública alcanza casi el 50% del Producto Interno Bruto (PIB) y el déficit, por su parte, llegaría al 7,2% al término del año, no hay remiendo rápido e indoloro que valga.

Cuando la deuda como porción del PIB empiece a bajar, mejorará la percepción de riesgo que actualment­e tiene Costa Rica a nivel internacio­nal, mientras tanto queda esperar a que se decida sobre el futuro de las finanzas públicas en el Congreso.

Mientras se discuten una serie de impuestos en la bancada legislativ­a, los organismos internacio­nales hablan de que las acciones no se acabarán con la reforma.

En el ínterin, el Gobierno deberá ser más conservado­r con los gastos, porque no tiene mucho sentido aumentar salarios y transferen­cias con un déficit como el actual, afirmó José Rafael Brenes, gerente de la Bolsa Nacional de Valores (BNV).

La deuda pública crece y los egresos también lo hacen pero, las entradas de dinero más bien bajan su ritmo.

Los gastos no se aceleran por nuevas inversione­s, sino que son empujados por el repunte de las transferen­cias al sector público y de las cargas sociales.

A esto se le suma el ya conocido lastre del pago de intereses de la deuda, que a junio le significó a Hacienda un pago de casi ¢600.000 millones.

Este monto equivale al faltante en el presupuest­o del 2018 que salió a la luz el 31 de julio y generó una reacción por parte de la calificado­ra Moody’s pocos días después.

Este bache llegó como un legado de la administra­ción anterior y fue producto de la colocación de títulos valores a corto plazo con vencimient­o al 2018, que se ejecutó después de que formulara el presupuest­o del año en curso.

Esto puede impactar la credibilid­ad del país, al exaltar aún más cuáles son las principale­s debilidade­s de las finanzas públicas.

Por ahora, los pasos del Gobierno son más vigilados que nunca.

El oxígeno se acaba y el futuro de las calificaci­ones o la imagen del país dependerá de la aprobación de la reforma y de cuán austero sea el presupuest­o para el 2019.■■

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ARCHIVO EF Rocío Aguilar, ministra de Hacienda, visita constantem­ente el Congreso para impulsar la reforma fiscal.

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