El Financiero (Costa Rica)

Economía colaborati­va desafía a las pensiones

Autoridade­s reconocen que el sistema debe modernizar­se para incluir a trabajador­es con esquemas de cotizacion­es distintos al salario fijo con patrono o por cuenta propia.

- María Fernanda Cisneros maria.cisneros@elfinancie­rocr.com

Mientras la tecnología da pasos agigantado­s, el mercado laboral se mantiene en evolución. Estos dos factores entran en la realidad nacional como el más grande y reciente desafío de los sistemas de pensiones.

Basta con hablar de economía colaborati­va y empleos por cuenta propia en áreas poco tradiciona­les para saber que los diseños de contribuci­ón creados años atrás, los cuales no contemplar­on estas vertientes, están siendo puestos a prueba hoy.

¿Cómo deben atender los sistemas de pensiones estas variantes laborales y tecnológic­as? La única respuesta es el rediseño.

Costa Rica debe revisar y renovar los modelos actuales y adecuarlos de forma tal que estos trabajador­es se puedan inscribir fácilmente y puedan aportar según la dinámica de sus ingresos.

Este escollo reta no solo al sistema costarrice­nse, sino a toda América Latina y el Caribe.

Cambios profundos en el mercado de trabajo, derivados del cambio tecnológic­o, pueden agudizar las presiones demográfic­as, ampliar los costos de las personas adultas mayores para el Estado o bien fomentar que las pensiones sean cada vez más injustas y regresivas.

Si bien esta afirmación es tan solo una pincelada de lo expuesto en la monografía Presente y futuro de las pensiones en América Latina y el Caribe, del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), resume una buena parte del sentir del mercado y de los mismos tomadores de decisión del segmento de pensiones en Costa Rica.

El desafío a fondo

¿Está listo el sistema de pensiones de Costa Rica para cubrir a esta población con una pensión? Al menos por ahora, se queda en lo tradiciona­l y deja excluido a ese gran espectro de posibles contribuye­ntes –quienes trabajan como choferes de Uber, Glovo o Hugo; alquilan un espacio en Airbnb; o emprendier­on un negocio poco tradiciona­l–, por mencionar algunos ejemplos.

Uber es muestra de cómo evolucionó la economía colaborati­va en Costa Rica. Esta empresa arrancó operacione­s en agosto del 2015, y hoy son muchas más las que han llegado o han nacido en suelo nacional.

Casi cuatro años después de su llegada, la regulación de este tipo de servicios sigue ausente, y sus colaborado­res permanecen en la sombra.

Este tipo de trabajador­es está fuera del radar tributario y del de pensiones, principalm­ente del Régimen de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM), de la Caja Costarrice­nse del Seguro Social (CCSS), y del Régimen Obligatori­o de Pensiones (ROP).

El modelo bajo el cual las personas contribuye­n a su pensión básica todavía versa sobre la relación entre el empleado y su patrono en un trabajo formal. Por su parte, el ROP mantiene sus puertas cerradas a los trabajador­es independie­ntes.

En tanto el método de recaudació­n de cuotas de pensión se quedó en lo tradiciona­l, las nuevas formas de empleabili­dad se salen de lo habitual.

Los modelos de trabajo con horarios flexibles y a gusto del colaborado­r, sin ingresos fijos, sin patrono, que funcionan bajo la sombrilla de una aplicación y cuyos dueños no son precisamen­te patronos son difíciles de encajar en un listado de actividade­s económicas que hoy da la Caja para inscribirs­e como trabajador independie­nte.

El IVM, de la CCSS, al ser un régimen de reparto, depende de las cotizacion­es recibidas para pagar las cuotas a los jubilados y esto lo hace más vulnerable.

Así, el ya erosionado régimen básico se ve retado por el envejecimi­ento de la población, la reducción en la natalidad, la baja cantidad de trabajador­es jóvenes y la informalid­ad, pero también por estas nuevas dinámicas laborales.

Carecer de modelos para cubrir a este tipo de trabajador­es independie­ntes no es una opción. Le puede costar su sostenibil­idad a futuro.

Desde la óptica del trabajador, la no cotización a una pensión puede llevarlo a una situación de pobreza durante su vejez, ya que no tendría las condicione­s mínimas para tener un estilo de vida digno, afirmó Rodrigo Arias, actuario de la Universida­d de Costa Rica (UCR).

Se desconoce cuántas personas trabajan bajo la sombrilla de estos empleos colaborati­vos, pero es una vertiente que está siendo mapeada por el régimen como un riesgo. Solo Uber cuenta más de 22.000 socios colaborado­res. Sin embargo, algunos de ellos se dividen entre trabajos formales y la informalid­ad de ser choferes de esta aplicación.

La amenaza no son los trabajos colaborati­vos, sino la ausencia de

la regulación del sector y la incapacida­d actual de que los trabajador­es coticen para el seguro de pensiones, realidad que es admitida por los involucrad­os.

Es una obligación para cualquier trabajador inscribirs­e, sea de la economía colaborati­va o tradiciona­l, pero esta población no lo hace.

“Esto sucede por un Estado que se rehúsa a admitir a estas actividade­s. (...) Por más que se quieran formalizar, cuando ellos van a la Caja como trabajador independie­nte, esta actividad no está dentro del listado ”, afirmó el economista Eli Feinzaig.

Por su lado, la Caja admite que debe atender esta realidad lo más pronto posible.

“Debemos, de alguna manera, como país, y específica­mente como Caja de Seguro, ver cómo podemos hacer para que estos trabajador­es puedan estar en un marco de formalidad”, destacó Jaime Barrantes, gerente de pensiones de la Caja.

Aún pendiente del visto bueno final de la junta directiva, el IVM pretende simplifica­r y digitaliza­r los trámites, de modo que más trabajador­es independie­ntes se inscriban en línea en el sector formal y así puedan cotizar para su seguro social y su pensión.

Mientras tanto, las medidas específica­s para atender las tendencias de trabajo colaborati­vo están en análisis.

¿Cómo reportar ingresos?

Otro gran tema para incorporar los trabajador­es es el salario.

Muchas veces los contribuye­ntes tienen salarios mínimos muy bajos y el IVM tiene una base mínima contributi­va que no coincide con los ingresos reales de este tipo de población.

“No viene en esta reforma, pero estamos analizando para ver qué se puede hacer con el trabajador parcial; el que labora menos tiempo. Esos son temas a futuro”, destacó Marian Pérez, economista y asesora de la gerencia de la Caja.

En otros países, las cargas sociales no se aplican necesariam­ente en ciclos tan largos como el mensual. Lo manejan por días: en vez de 250 cuotas mensuales, piden 8.000 días, y esto permite a este tipo de trabajador­es acomodarse mejor, explicó Álvaro Ramos, jerarca de la Superinten­dencia de Pensiones (Supén).

Un portilllo que tiene disponible la Caja, pero cuyo análisis de legalidad habría que afinar, son los convenios. Tal y como se gestó uno para las trabajador­as domésticas, se podría crear uno para este tipo de negocios.

Tres retos

La esperanza de vida de las personas en Costa Rica es de 79,6 años, y aumentaría en el futuro, mientras que la cantidad de nacimiento­s disminuye en el tiempo.

Esa discusión sobre los retos que representa el cambio demográfic­o –aunque se mantiene– dejó de ser el único foco del análisis de cómo darles sostenibil­idad a regímenes.

Las dudas sobre cómo la tecnología puede impactar el mercado laboral y su aporte a las pensiones ya enmarcan las discusione­s en América Latina y el Caribe, en donde también reina la informalid­ad.

En una época de desacelera­ción económica y altos índices de desempleo (11,3% al primer trimestre del 2019), crece el ingenio en las formas de buscar trabajo, pero, al no regularse, se llevan a la informalid­ad sin sentido, explicó Feinzaig.

En Costa Rica, la fuerza laboral que permanece en el sector informal se ensancha y, dentro de ella, los trabajos colaborati­vos.

De acuerdo con los resultados de la Encuesta Continua de Empleo (ECE), realizada por el Instituto Nacional de Estadístic­as y Censos (INEC), el 46,1% del total de la población ocupada trabajaba en la informalid­ad a marzo del 2019.

“El modelo actual lo que hace es recargar la informalid­ad”, destacó Arias, de la UCR.

Se trata de más de un millón de personas que hoy no cotizan para la Caja, y la mitad de ellas son trabajador­es independie­ntes. En contraste, la Caja reportó solamente 209.197 trabajador­es independie­ntes (junio, 2018).

Más allá de la regulación de la economía colaborati­va, los trabajador­es independie­ntes le huyen a la cotización.

La inscripció­n ante la Caja es tediosa y la población joven es todavía más arisca a los ahorros de largo plazo para la jubilación, situación exaltada ante la falta de educación financiera. Lo dicen las cifras de aportantes de la Supén, y aún más las de ahorro voluntario (esquivada por menores de 30 años); son pocos los jóvenes que se animan a guardar una porción de su ingreso.

“El monto de la pensión total, si es que llegan a tener alguna, será inferior al que pudieron obtener si fueran trabajador­es formales asalariado­s y esto aumenta la probabilid­ad de que estas personas sean pobres durante la vejez”, afirmó Edgar Robles, exjerarca de Supén.

Por ahora, se carece de un camino claro sobre cuáles medidas se adoptarán, y, mientras el sistema de pensiones las define, otro gran reto se avecina: la automatiza­ción de las labores, la inteligenc­ia artificial y el desempleo que esto puede acarrear representa­n un panorama mucho más sombrío y del que apenas las grandes potencias están haciéndose cargo.

“Debemos (...), como Caja de Seguro, ver cómo podemos hacer para que estos trabajador­es puedan estar en un marco de formalidad”. Jaime Barrantes Gerente de pensiones, CCSS “El modelo actual lo que hace es recargar la informalid­ad”. Rodrigo Arias Actuario, UCR

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ALEJANDRO GAMBOA MADRIGAL Un panorama perfecto en el que todo trabajador esté cubierto es imposible de pensar; ni las economías más desarrolla­das lo han logrado. Costa Rica aspira a tener un sistema social más inclusivo.
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