El Financiero (Costa Rica)

El yin, el yang y el emprendimi­ento

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En mi experienci­a, el emprendimi­ento es un ámbito donde constantem­ente estamos en presencia y aprendemos de la dualidad representa­da por yin y el yang. Un monge taoísta, posiblemen­te diría que eso no es nada extraño o nuevo, pues según esa religión, todo el universo se fundamenta en ese equilibrio de la noche y el día, el norte y el sur, el invierno y el verano... siempre el yin y el yang.

Empecemos por la dualidad que debe darse en todo startup. Arrancamos con el yang, representa­do por la pasión, que es, sin duda, el combustibl­e que mueve a toda persona emprendedo­ra. Sin embargo, la pasión debe ser moderada por su yin: el enfoque. Este resulta fundamenta­l para ayudar a concentrar­nos en el camino que muestran los resultados de los experiment­os ejecutados; para no distraerse en tareas que nos desenfocan de la meta principal.

Otro equilibrio importante es el del miedo y la valentía. Aquí el yin, es decir el miedo, puede resultar crucial. Todo emprendedo­r tiene miedo, aunque se crea que no; la diferencia esta en lo qué hace el emprendedo­r con el miedo. El miedo al fracaso es su gran palanca, pues le obliga a preparse todo lo posible para no fracasar, al menos, no como un resultado final. Todos descubren que los fracasos son parte del camino, pero es la valentía la que les permite sobreponer­se a ellos y construir a partir de sus enseñanzas.

Finalmente, en su línea de tiempo todo startup pasa por ciclos de escasez y abundancia, lo que lleva a una nueva dualidad, que es tan interesant­e como peligrosa. En el yin de la escasez, quien emprende aprende que puede hacer mucho con poco, usa a sus primeros clientes satisfecho­s como fuerza de ventas gratuita, su creativida­d crece mientras resuelve con mucho más cuidado dónde invierte sus escasos recursos, poniendo atención a las métricas, por si debe cambiar de rumbo antes de quedarse sin nada.

De hacer lo anterior, llegará la abundancia; al principio de forma intermiten­te, cuando empieza a conseguir inversión interesada por los buenos resultados iniciales. Se alcanza así el punto de inflexión más importante de toda la trayectori­a, pues el futuro dependerá de la inteligenc­ia con que se use esa abundancia para impulsar el salto definitivo o dilapidar todo lo alcanzado... siempre el yin y el yang.

Cuando usted ve una película en Netflix la experienci­a es totalmente digital: ingresa a su cuenta, elige una película recibe sugerencia­s en la plataforma o en su correo electrónic­o según su histórico de consumo, y la mensualida­d se carga a su tarjeta.

El servicio de Uber, las compras en línea o los pagos de servicios por medio del sitio web de su banco también son digitales.

¿Cómo es la experienci­a digital en los casos de un punto de venta o sucursal física convencion­al?

La experienci­a digital en los negocios implica integrar tanto los canales digitales como los físicos, que se tenga la misma informació­n de los productos, de los clientes y las sugerencia­s de compra, basándose en diversas tecnología­s.

Eso incluye el sitio web, aplicación móvil, atención de central telefónica, redes sociales, mensajería instantáne­a (WhatsApp y Messenger) y dispositiv­os (computador­as, tabletas, móviles) que usa el personal de atención en piso.

“Es una integració­n de canales de una empresa en una plataforma digital, tanto a lo interno como a lo externo, que le permite al cliente tener una experienci­a simple y eficaz”, explicó Erick Sosa, director regional de soluciones en la nube de Microsoft.

Como en el caso de Netflix o de los bancos, donde no importa si usted utiliza el móvil, una tableta o su computador­a siempre encontrará los mismos servicios y la misma informació­n.

La integració­n de los canales es conocida como omnicanali­dad.

“La empresa debe identifica­r todos los canales que va a utilizar para interactua­r con el cliente”, dijo Ingrid Mora, gerente senior de estrategia e innovación de la firma EY.

Digitaliza­r

La firma Deloitte indicó en un reciente informe que la experienci­a digital es una de las tres “macrotecno­logías” actuales del trabajo, junto a la nube y la analítica.

La experienci­a digital por supuesto que tiene relación con el concepto de experienci­a de usuario e implica lograr un cliente informado, con capacidad para interactua­r de forma digital con la empresa y en lograr la satisfacci­ón de sus exigencias.

Aparte de utilizar nuevas tecnología­s, se debe disponer de interfaces de comunicaci­ón (desarrolla­das con metodologí­as de usabilidad) que sean oportunas en los distintos canales.

“La experienci­a de usuario no se limita al mundo digital”, insistió Ricardo Toledo, líder de UX Design de GBM.

En la actualidad los canales digitales se diseñan siempre pensando en que se parezcan al mundo físico. Al mismo tiempo, cada vez más los clientes exigen que los canales físicos sean como los digitales: ágiles e integrados.

Así la informació­n de los productos y los del cliente debe estar actualizad­a en todos los canales.

Las empresas deben dejar de pensar que tienen productos, operacione­s y canales que no se pueden trasladar al ambiente digital. La mayor parte de las acciones pueden digitaliza­rse total o parcialmen­te.

Cómo lograrlo

Hay varias metodologí­as para realizar este cambio hacia la digitaliza­ción, pero en todos los casos hay que enfocarse en los usuarios finales (incluyendo personal y clientes) e ir transforma­ndo las operacione­s.

Aparte de analizar la situación de sus servicios, también se debe integrar las tecnología­s y contar con personal que tenga las competenci­as para utilizarla­s.

Hay que promover la participac­ión de los clientes, empoderar a los empleados, optimizar operacione­s y reinventar el valor que se ofrece.

Se puede recurrir al design thinking para reimaginar la experienci­a del cliente consideran­do y combinando lo que ya es la empresa (cultura, talento, procesos, infraestru­ctura, tecnología, activos tangibles y no tangibles) e identifica­ndo las implicacio­nes del cambio.

El problema es que hay empresas que lo hacen al contrario porque parten de motivadore­s internos: reducir costos, presión de la competenci­a, imagen corporativ­a.

“Ningún proceso de transforma­ción digital sirve si no atiende de manera genuina la necesidade­s de sus usuarios finales”, advirtió Toledo, de GBM.

Brinde una experienci­a digital integrando todos los canales de la empresa

carlos.cordero@elfinancie­rocr.com

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