Trump, el sepulturero de la OMC
En la década de 1980, el gobierno del presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, obligó a Japón a aceptar restricciones “voluntarias” de sus exportaciones, específicamente de automóviles, con el fin de reducir el déficit comercial de Estados Unidos y proteger a las empresas estadounidenses de la competencia japonesa.
Hasta 1994, el déficit no se había reducido, pero los fabricantes de automóviles estadounidenses se habían tornado en más competitivos, por lo que se descontinuaron las restricciones. Al año siguiente, se estableció la Organización Mundial del Comercio (OMC) y se prohibieron tales restricciones “voluntarias” por ser ilegales.
Desde aquel entonces, Japón – cuyo comercio representa alrededor del 35% de su PIB – ha sido un firme defensor de las normas comerciales multilaterales. Pero, eso puede haber estado cambiando en respuesta a los crecientes ataques del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al sistema de comercio basado en normas.
Japón acordó recientemente negociar un acuerdo comercial preferencial con EE. UU. que podría desafiar uno de los pilares del sistema multilateral de comercio: la obligación de la “nación más favorecida” (NMF), que establece que cualquier concesión o privilegio otorgado a un país en un acuerdo comercial debe extenderse a todos los miembros de la OMC. En este punto, Japón está actuando nuevamente “voluntariamente”, bajo una fuerte presión de Washington.
Según los informes de prensa, Trump ha puesto a Japón frente a la toma de una dura decisión: abrir su (muy protegido) mercado a las exportaciones agrícolas estadounidenses, o enfrentar un aumento de los aranceles estadounidenses a los automóviles y otros bienes industriales. Al parecer, obtener acceso al mercado agrícola de Japón reduciría las preocupaciones de “seguridad nacional” de Trump sobre Toyotas y Hondas importados – esta es la justificación que le permite a Trump eludir las normas de la OMC e imponer sus aranceles.
Sin embargo, de acuerdo con la obligación NMF, cualquier concesión que produzca el acuerdo tendría que extenderse al resto de la OMC. Este no sería el caso si Estados Unidos y Japón crearan un área de libre comercio a la que no se aplicara la obligación NMF. Sin embargo, calificar como un tratado de libre comercio (TLC) requiere la eliminación de aranceles y otras regulaciones restrictivas sobre “sustancialmente todo el comercio” – lo que se interpreta como que dicha liberación debe llegar a no menos del 90% de todos los intercambios bilaterales. El inminente acuerdo comercial entre Estados Unidos y Japón no llegaría ni de lejos a cumplir con ese estándar.
Es poco probable que el gobierno de Trump sea disuadido. En el nuevo mundo del comercio administrado hacia el cual Trump nos está arrastrando, sus propios acuerdos negociados importan más que las reglas o normas multilaterales. Al igual que con la excepción de seguridad nacional, podría intentar jugar con el sistema, alegando que el acuerdo bilateral es el primer paso en un proceso que culminará en un TLC integral, aunque, técnicamente, eso aún no eximiría al trato de cumplir con la obligación NMF. Las Naciones Unidas están agregando otro clavo al ataúd de la OMC con su Convención de las Naciones Unidas sobre los Acuerdos de Transacción Internacionales Resultantes de la Mediación. Aunque la OMC ya cuenta con un mecanismo probado de solución de controversias, se supone que esta Convención, ahora abierta para su firma, ofrece un “método alternativo y eficaz” para resolver controversias comerciales.
El mecanismo de solución de controversias de la OMC ha sido considerado durante mucho tiempo una de sus joyas de la corona. El organismo tiene jurisdicción obligatoria sobre las controversias derivadas de sus acuerdos cubiertos, y los miembros deben cumplir con los “informes del panel”