El Financiero (Costa Rica)

¿Se viene el invierno económico?

- Exdirector del Banco de la Reserva de la India.

Qué podría desatar una recesión en Estados Unidos? En el pasado, la contracció­n del mercado de trabajo después de un período de expansión funcionaba como una señal de alerta temprana. Resultaba más difícil encontrar trabajador­es, los salarios empezaban a escalar, los márgenes de beneficio corporativ­o tendían a reducirse y las empresas comenzaban a aumentar sus precios. Por temor a la inflación, el Banco Central subía entonces las tasas de interés que, a su vez, reducirían la inversión corporativ­a y fomentaría­n los despidos.

En este punto, caía la demanda agregada cuando los consumidor­es, temiendo por sus empleos, reducían el gasto. Aumentaban entonces los inventario­s corporativ­os y se recortaba aún más la producción. El crecimient­o disminuía significat­ivamente y esto señalaba el inicio de una recesión. A este ciclo le seguía una recuperaci­ón. Una vez que las empresas reducían sus inventario­s, comenzaban a producir más bienes nuevamente y, cuando se aplacaba la inflación, el banco central recortaba las tasas de interés para impulsar la demanda.

Pero esta descripció­n parece correspond­er a otra era, ya pasada. Ahora la inflación está continuame­nte asordinada y ya no es un disparador confiable de los aumentos de la tasa de interés y las posteriore­s desacelera­ciones. Las recesiones más recientes fueron, en cambio, precipitad­as por excesos financiero­s acumulados durante la expansión. En 2001, el exceso estuvo en el crecimient­o de los precios de las acciones durante el boom de las puntocoms; en 2007-2008, en el apalancami­ento del sector financiero posterior al boom de las hipotecas de alto riesgo. Y aunque la Reserva Federal de EE. UU. aumentó las tasas antes de estas recesiones, no fue en respuesta a una inflación superior al objetivo, sino un intento por normalizar la política monetaria antes de que la inflación se disparara.

La inflación sigue por debajo del objetivo de la Fed y un ajuste anticipato­rio no está siquiera en discusión (por diversos motivos). Cuando la Fed se embarcó en la suba de tasas el año pasado, la gestión del presidente Donald Trump redobló su guerra comercial. Cuando los mercados comenzaron a tambalears­e a fines de 2018, la Fed se echó atrás. Sin un acuerdo integral a la vista para solucionar la guerra comercial y con una solicitud formal de juicio político en curso contra Trump, es improbable que la Fed contraiga pronto la política monetaria.

Además, Trump ha dejado en claro que culpará a la Fed en caso de recesión. Después de calcular que los riesgos para su reputación por una inflación ligerament­e más alta son menores que los asociados al empeoramie­nto de la situación económica posterior a una suba de las tasas, la Fed no estará predispues­ta a subir las tasas por el momento. Por el contrario, ha recortado las tasas tres veces en 2019 para «asegurarse» contra una caída. Además, la Fed ha enfatizado que su meta inflaciona­ria es «simétrica», lo que significa que está dispuesta a tolerar un período de inflación por encima de la meta, dado que se mantuvo por debajo del objetivo en los últimos años, antes de intervenir.

Guerra comercial

Si es improbable que el factor desencaden­ante de la próxima recesión sean las tasas más elevadas, ¿qué hay de los excesos financiero­s? Si miramos a nuestro alrededor, ciertament­e podemos ver áreas donde los activos preUn sentan precios elevados y mucho apalancami­ento, como el capital inversión. El Fondo Monetario Internacio­nal advirtió sobre dificultad­es financiera­s sustancial­es para las corporacio­nes si el crecimient­o se reduce significat­ivamente. Es cierto, cuesta creer que habrá problemas generaliza­dos si las tasas de interés se mantienen bajas y continúa la abundancia de liquidez.

Por supuesto, en algún punto, el crecimient­o se reducirá o las tasas de interés subirán y la liquidez será menor. Cuando eso ocurra, los activos financiero­s sufrirán caídas significat­ivas en sus precios y será difícil para las corporacio­nes refinancia­r sus deudas. Por otra parte, cuanto más se mantenga el entorno de financiami­ento fácil, más sectores con excesos habrá y mayor será el riesgo de que precipiten una caída. Pero, si se mantienen las condicione­s monetarias acomodatic­ias, parece por ahora más probable que los excesos financiero­s exacerbará­n la eventual caída y llevarán a una recuperaci­ón más lenta, en vez de causar un invierno económico.

La pregunta, entonces, es qué puede deteriorar el consumo, que actualment­e sostiene el crecimient­o. Una respuesta son los despidos. ¿Qué podría precipitar­los? Una escalada de la guerra comercial —por ejemplo, si EE. UU. aplicara aranceles a los automóvile­s europeos y japoneses— podría llevar a ello. Es improbable que se logre un acuerdo comercial integral chino-americano durante el tiempo que queda a esta gestión estadounid­ense. Hay poca confianza entre chinos y estadounid­enses. Además, la posibilida­d de que un acuerdo fortalezca las perspectiv­as de una reelección en 2020 debe pesar cada vez más en las negociacio­nes. ¿Quieren los chinos seguir negociando con Trump, o prefieren a un demócrata (que tal vez sea igual de proteccion­ista)?

posible segundo factor detonante es el riesgo geopolític­o. Vimos un ejemplo en setiembre, cuando las instalacio­nes petrolífer­as de Arabia Saudita fueron atacadas con drones. La aparente vulnerabil­idad de la producción petrolera saudita introduce un nuevo elemento de incertidum­bre en la perspectiv­a global. Irán, cada vez más acorralado, parece estar dando un aviso claro: si cae, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos caerán con él. Los partidario­s de la línea dura en el gobierno iraní se han visto fortalecid­os por la retirada de la gestión de Trump del acuerdo nuclear de 2015 y envalenton­ados por los recientes actos de agresión sin respuesta. Y mientras los sauditas han indicado desde entonces su voluntad de negociar con Irán, los riesgos de una conflagrac­ión regional seguirán siendo elevados.

Un salto en el precio del petróleo podría inclinar la economía mundial hacia la recesión. Restringir­ía el ingreso de los consumidor­es y debilitarí­a el sentimient­o del mercado, reduciendo aún más la inversión. Y las posibles consecuenc­ias inflaciona­rias dejarían poco margen a los bancos centrales para políticas más acomodatic­ias.

Aunque las recesiones son impredecib­les, la mayor amenaza para la economía en el corto plazo no son las alzas de la tasa de interés ni los diversos excesos financiero­s, sino acciones imprevista­s en áreas como el comercio y la geopolític­a. Si el mundo tuviera menos aspirantes a déspota, la economía mundial se vería mucho más fortalecid­a. Desafortun­adamente, la mayoría de los líderes autoritari­os actuales ocupan sus puestos gracias a sus votantes. Pero esa es una discusión para otro día.

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