Plataformas digitales, Uber y los caddies
Uber, Airbnb, Spotify y muchas otras plataformas digitales han cambiado la vida tanto de prestatarios de servicios tradicionales como taxistas u hoteles como de millones de usuarios en todo el planeta.
A mi manera de ver, la adopción de las nuevas tecnologías digitales es imparable. Según Peter Diamandis fundador de Singularity University y su modelo de las 6D (digitalización, decepción, disrupción, desmaterialización, Desmonetización y democratización ) una vez que una tecnología llega a las últimas etapas no hay vuelta atrás.
Los usuarios son los más fervientes defensores de la nueva forma de hacer las cosas y no van a ceder en lo que ellos consideran es su derecho de usar su preferencia y su billetera para escoger. El regulador no va a poder revertir este uso generalizado y creciente por las aplicaciones digitales así invoque razones de equidad o justicia o imponga restricciones, limitaciones o prohibiciones.
Sin embargo, hay desafíos para las compañías como Uber en mantenerse vigentes en todas las jurisdicciones.
En Londres, el regulador y los tribunales están decidiendo el futuro de Uber no basado en la tecnología sino en cuál es la relación entre la compañía que aglutina a los choferes, la compañía dueña de la tecnología y los choferes. Uber ha mantenido que su relación con los choferes no es laboral y que lo único que hace es facilitarle a los mismos una aplicación y sugerencias de tarifas y rutas. Algunos choferes, sin embargo, han reclamado ante la justicia los beneficios laborales propios de una relación de trabajo. Uber ha peleado a muerte argumentando que sus choferes no son ni empleados ni asociados sino socios comerciales individuales.
El regular argumenta que los choferes son empleados similares a un caddie en un club social y que para efectos laborales son empleados con derechos y beneficios laborales. No son, contra argumenta Uber, mas que “performers” en un escenario compartido pero separado que son las calles de Londres; parecido aducen a ‘pole dancers’ que bailan en un salón para deleitar a una audiencia atraída por la atmósfera (o por la aplicación) pero que son independientes.
Este asunto decidirá el futuro de Uber en Londres. ¿Será que argumentos parecidos le desafiarán en otras latitudes?