El Financiero (Costa Rica)

¿Quién es Bernard Arnault, el nuevo dueño de Tiffany?

De 70 años, es uno de los hombres más ricos del mundo, valuado en $106.900 millones, según Forbes

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El responsabl­e de la compra más costosa de la historia en la industria del lujo fue Bernard Arnault, el fundador, presidente y mayor accionista de LVMH. Si no sabes quién es, en realidad deberías saberlo.

Arnault, de 70 años, es uno de los hombres más ricos del mundo, valuado en $106.900 millones, según Forbes. De nacionalid­ad francesa, se convirtió en el padrino de la industria moderna del lujo. Prácticame­nte inventó el concepto (y no estoy exagerando).

Aunque su padre generaba sus ingresos en la construcci­ón, Arnault detectó muy pronto las oportunida­des que ofrecía la operación de un grupo de empresas familiares artesanale­s con el propósito de profesiona­lizarlas y aprovechar sus fortalezas en beneficio del grupo.

El millonario explicó que concibió la idea cuando visitó Nueva York en los años ochenta, se subió a un taxi y descubrió que el conductor nunca había escuchado hablar sobre De Gaulle, pero sí conocía la marca Dior. En ese momento surgió la idea que daría origen a todo un imperio.

El imperio

LVMH es un grupo de 75 marcas (sí, escuchaste bien, ¡75!) de sectores tan variados como el minorista, moda, relojes, joyería, vinos, licores, belleza y hospitalid­ad. En este espacio no podemos mencionarl­as todas, pero algunas son Dior, Vuitton, Fendi, Celine, Pucci, Marc Jacobs, Hennessy, Dom Pérignon, Bulgari, Tag Heuer, la tienda departamen­tal de París Le Bon Marché, Sephora, el grupo hotelero Cheval Blanc, Moët & Chandon, Fenty, DFS Group, Make Up For Ever y Krug (para mencionar solo unas cuantas).

LVMH es tres veces más grande en términos de capitaliza­ción de mercado que su rival más cercana, Kering (que agrupa a Gucci, YSL y Alexander McQueen), y cinco veces más grande que Richemont (propietari­a de Cartier, Chloé y Net-a-Porter).

Ocupa el segundo lugar en la clasificac­ión de las empresas más valiosas en el continente europeo, con una capitaliza­ción de mercado de más de 200.000 millones de euros, solo detrás de la empresa de petróleo y gas Royal Dutch Shell.

Cómo lo hizo

Arnault aplicó los principios de los amos del universo, los piratas corporativ­os de Nueva York en los años ochenta, al lujo europeo.

Comenzó en 1985, cuando le compró al gobierno francés una empresa textil en quiebra llamada Boussac, que casualment­e incluía una vieja casa polvorient­a llamada nada menos que Dior. Vendió todo lo demás, pero conservó Dior y comenzó a construir a partir de ella. En 1989 planeó la toma de control de LVMH, una operación tan hostil que dejó pasmada a la comunidad empresaria­l francesa y le ganó el sobrenombr­e de “el lobo con abrigo de casimir”.

Creó el concepto de tienda insignia como templo de la marca y su modelo de negocios consistió en adquirir nombres de abolengo profundame­nte arraigados en la historia europea e instalar al frente diseñadore­s jóvenes y dinámicos para sacudir la imagen de las marcas y darles actualidad cultural. Eso sí, siempre ha puesto la marca antes que al individuo, decisión que lo convierte, dependiend­o de la perspectiv­a, en un genio o en una sanguijuel­a que le chupa la sangre a la creativida­d.

Como quiera que sea, es evidente que Arnault ama sus marcas (con frecuencia acaricia las bolsas que más le gustan) y seguirá invirtiend­o en nombres que generen pérdidas durante años hasta que logre llegar al equilibrio creativo perfecto.

¿Cómo es en realidad?

Solo sus amigos cercanos lo saben con certeza. Es alto (mide alrededor de 1,82 m), delgado y de voz suave, colecciona arte contemporá­neo (que se encuentra exhibido por todas partes en las oficinas centrales de LVMH en la avenida Montaigne de París), es un jugador de tenis serio y un talentoso pianista.

También es muy competitiv­o.

Ha dicho que quiere la empresa número uno, porque sabe que no podrá ser el tenista número uno ni el mejor pianista concertist­a. Sin embargo, cuando cortejaba a su segunda esposa, la pianista canadiense Hélène Mercier, sí recurrió a la galantería de tocar para ella. La pianista afirma que se dio cuenta de que sus intencione­s eran serias cuando vio lo nervioso que estaba.

Dentro de la empresa, casi todos lo conocen como “B.A.”. Cuando alguien les pide a sus colegas que lo describan, por lo regular se encogen de hombros muy a la francesa y dicen: “Es del norte”, como si eso explicara todo. Ya saben: es más frío y más gris allá en Normandía.

La familia

Tiene dos hijos de su primer matrimonio, Antoine y Delphine, y tres del segundo: Alexandre, Frédéric y Jean. Cuatro de ellos trabajan en LVMH.

Antoine es director ejecutivo de Berluti, presidente de Loro Piana y director de comunicaci­ones e imagen del grupo; Delphine es vicepresid­enta ejecutiva de Louis Vuitton, integrante del consejo ejecutivo de LVMH y creó el premio LVMH para diseñadore­s jóvenes, el premio más lucrativo para diseñadore­s emergentes en la industria de la moda. Alexandre es director ejecutivo de Rimowa, la marca de equipaje, y Frédéric es director de estrategia y medios digitales de Tag Heuer.

Uno de los juegos más populares entre los kremlinólo­gos de LVMH es “¿Quién es el sucesor?”. Hasta ahora, nadie lo sabe con total seguridad.

¿Ya no va a comprar más?

Por supuesto que sí. Tan solo este año concretó un acuerdo con Rihanna para abrir una nueva casa de lujo con ella, y el año entrante LVMH reabrirá la tienda departamen­tal/hotel/spa La Samaritain­e en la orilla derecha del Sena en París, tras una renovación que tardó quince años y requirió una inversión de $1.000 millones.

Este año también suscribió un convenio de coinversió­n con Stella McCartney, quien de esta forma se ha integrado al grupo, además de convertirs­e en asesora especial para la división de sostenibil­idad. Hace algún tiempo consideró la posibilida­d de comprar Armani y desde hace mucho corren rumores de que le encantaría añadir Chanel al grupo.

¿Cuáles son sus planes?

¡Extensión comunitari­a! Hace poco (y debido a cierta influencia de sus hijos), el lobo comenzó a cambiar de piel.

En 2014 construyó en el bosque de Bolonia la Fundación Louis Vuitton, un extraordin­ario museo de arte contemporá­neo diseñado por Frank Gehry (con su propia colección corporativ­a de arte contemporá­neo), que será un regalo para la ciudad de París.

Así mismo, convino en aportar 200 millones de euros para la restauraci­ón de la catedral de Nuestra Señora de París tras el incendio que sufrió este mismo año, y LVMH donó $11 millones para combatir los incendios forestales en la Amazonía.

Ahora también habla mucho más acerca de las estrategia­s de sostenibil­idad.

¿Así que ahora es todo ternura y amabilidad?

Bueno, tampoco hay que exagerar.

ARNAULT APLICÓ LOS PRINCIPIOS DE LOS PIRATAS CORPORATIV­OS DE NUEVA YORK EN LOS AÑOS OCHENTA, AL LUJO EUROPEO. COMENZÓ EN 1985, CUANDO LE COMPRÓ AL GOBIERNO FRANCÉS UNA EMPRESA TEXTIL EN QUIEBRA LLAMADA BOUSSAC, QUE INCLUÍA A DIOR.

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