El Financiero (Costa Rica)

Moviendo al elefante (que llevamos dentro)

- Ramiro Casó ramiro.caso@incae.edu Investigad­or del Incae

Con frecuencia decimos que este año, finalmente, seremos más disciplina­dos, cumpliremo­s las metas planteadas y dejaremos atrás conductas poco sanas, como la procrastin­ación o el sedentaris­mo.

Detrás de esas conversaci­ones en apariencia triviales, se esconde un fascinante debate sobre la motivación humana: ¿Por qué, si la gente genuinamen­te quiere cambiar, le cuesta tanto hacerlo? ¿Es la gente irresponsa­ble?

La respuesta está en que las intencione­s y la lógica, si bien son condicione­s necesarias para el cambio, rara vez son suficiente­s. Jonathan Haidt, psicólogo de la Universida­d de Virginia, afirma que nuestro sistema mental puede entenderse como un elefante que es dirigido por un jinete. El elefante es nuestro sistema automático y emocional; el jinete es nuestro sistema secuencial y racional. Cuando ambos sistemas entran en conflicto, termina siempre ganando el elefante.

Para lograr el cambio, afirma Haidt, hay que apelar a ambos. El jinete proporcion­a la planificac­ión y la dirección, pero el elefante aporta la energía. Extendiend­o la analogía al campo gerencial, sí apelamos a los “jinetes” en nuestros equipos, tendremos comprensió­n pero poca motivación. Si, por el contrario, apelamos solo al elefante, tendremos pasión sin dirección. Ambas situacione­s pueden ser catastrófi­cas.

Una forma de trabajar con ambos es combinar liderazgo y empatía con pequeños cambios en el ambiente que aumenten la probabilid­ad de que la gente se comporte de forma debida.

Un ejemplo perfecto lo encontramo­s en los baños públicos. Todos sabemos que luego de ir al baño debemos lavarnos las manos. Sin embargo, cerca del 20% de las personas no lo hacen. ¿Por qué no, si saben que es algo que debe hacerse? Pues porque les da pereza o están apurados. Pero movemos el lavamanos fuera del baño a la vista de todos, todo el mundo se lavará las manos. La razón es obvia: el castigo social por no lavarse las manos es un motivador más fuerte que la pereza o la prisa, por lo que la gente termina haciendo lo correcto.

Pensemos en todos los reforzamie­ntos externos, positivos o negativos, que podemos implementa­r para ayudar a la gente a sostener el cambio: reglas, políticas, premios o castigos.

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