Cambios en el modelo de negocio personal
Hace 25 o 30 años, muchos teníamos interiorizado un “modelo de negocio” personal: finalizar la carrera, trabajar, formar una familia, tomar una hipoteca, sacar adelante a los hijos y esperar un retiro decente con la pensión de la CCSS.
Sin embargo, algo ha pasado en una generación. Desde mi labor en la Oficina del Consumidor Financiero he comprobado la frecuencia con que personas, bien pasadas de los 50 años, acaban de adquirir una hipoteca a 20 y hasta 30 años plazo. Un “modelo de negocio” como ese me plantea al menos tres reflexiones.
Primera, resulta curioso que las entidades financieras financien la compra de una casa, a esos plazos y por montos muy respetables, a alguien por encima de los 50 años. Los riesgos de un crédito hipotecario son los mismos, pero no las habilidades del deudor para sortearlos, como si estuviera comenzando o se encontrara a la mitad de su carrera laboral.
Segunda, me duele imaginar
que alguien a los 70 u 80 años aún esté cancelando un patrimonio que quizás debió constituir dos o tres décadas atrás. Desde luego que las personas a esa edad hasta se podrían tirar en paracaídas, pero entendido que estamos más para disfrutar a los nietos, a los amigos y cualquier amanecer.
Tercera, la grada en los ingresos, al pasar de asalariado a pensionado, no es despreciable, aun si tuviéramos acceso a la pensión máxima de la Caja. Lo sorprendente es que ni las entidades ni los deudores parecen fijarse en ese detalle al tramitar el préstamo.
A la Oficina llegan personas desanimadas porque de repente se percatan que pasarán de ganar ¢3 o ¢4 millones por mes a una pensión de millón y medio, en el mejor de los casos. Deben resolver así una encrucijada: seguir trabajando por 10 o 15 años más, para mantener el ingreso, o pensionarse y vivir al borde de la mora, porque los medicamentos y los exámenes estarán a la orden del día.
¿No habría sido más justo que la entidad financiera le hubiera negado el crédito?