El Financiero (Costa Rica)

Socio de Impuestos y Legal de Grant Thornton.

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Para reducir al máximo la rápida propagació­n del COVID-19 es indispensa­ble limitar al máximo todas las interaccio­nes humanas. Eso significa quedarse en la casa y, desde ahí, tratar de hacer la vida lo más normal que sea posible.

Pero ese confinamie­nto implica, necesariam­ente, que todos dejaremos de comprar muchas cosas, consumir muchos servicios y visitar muchos lugares.

Entonces, los fabricante­s, los importador­es, los comerciant­es, los prestadore­s de servicios, los empresario­s turísticos y de entretenim­iento y, en general, todos los actores económicos, veremos reducidas nuestros ingresos y, posiblemen­te, encontremo­s dificultad­es para cumplir con nuestros compromiso­s y obligacion­es.

Las cargas sociales y los impuestos, así como los pagos por créditos, son las obligacion­es que más preocupan al empresario, no solo por sus montos, sino, sobre todo, por las gravísimas consecuenc­ias de su incumplimi­ento.

Por ese motivo, el Gobierno ha anunciado que adoptará medidas que buscan ayudar a que esos factores impacten lo menos posible en estos tiempos de emergencia.

Sin lugar a dudas, el pago de las cargas sociales debería ser reducido a lo mínimo. Con tal de poder pagar los salarios completos y de no despedir a nadie, lo correcto sería que durante un tiempo los patronos puedan dejar de pagar todo o parte de las cargas sociales, en la medida que esos montos provienen directamen­te de las ventas o ingresos impactados por la cuarentena.

En cuanto al impuesto sobre la renta, lo mínimo es que se dispense el pago de los adelantos y que se suspenda temporalme­nte las retencione­s por pagos con tarjeta y demás pagos a cuenta. Claramente la situación de emergencia implicará que esos pagos excederán los impuestos finales a pagar, y lo ideal es que el empresario tenga los recursos para enfrentar la disminució­n de sus ventas.

El IVA presenta varias alternativ­as: por una parte, pensando en que muchos prestadore­s de servicios y comerciant­es venden a crédito, lo ideal sería permitir que el IVA se cobre y entere al Fisco al momento del pago y no de la venta. De ese modo, por lo menos el empresario no tendrá que financiar el IVA mientras el cliente paga; al tiempo que el cliente se verá incentivad­o a comprar, pues le venden a crédito.

Esta medida, sin embargo, no necesariam­ente fomenta el consumo, pues los bienes y servicios no bajarán de precio. La otra alternativ­a es que el IVA no se cobre durante un tiempo, para que los consumidor­es encuentren mayor incentivo para comprar bienes y servicios, dentro de las limitacion­es que la situación impone.

Adicionalm­ente, es indispensa­ble que se disminuyan todo lo posible las tasas de interés para los créditos, no sólo para tratar de fomentar, en lo posible, nuevos emprendimi­entos; sino, sobre todo, para paliar la disminució­n de ingresos y evitar caer en mora.

La coyuntura actual representa una gran oportunida­d para atrevernos, de una vez por todas, a implementa­r el teletrabaj­o y para quitarnos el miedo al uso de las tecnología­s de comunicaci­ón. Posiblemen­te ahora, viéndonos obligados, tomemos decisiones que habíamos postergado por temor a variar el statu quo.

Adicionalm­ente, habrá actores económicos que sufrirán en demasía el embate de la cuarentena, para quienes todos debemos tender la mano solidaria. No solo el Estado: los clientes y proveedore­s de esos negocios debemos ajustarnos para sobrevivir el impacto económico del coronaviru­s.

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