Director de El Financiero.
cursos con los que cuenta para hacerle frente a una peste en la que los encarcelados mueren entre vómitos, ataques de tos, fiebres, articulaciones inflamadas, sangrados y cuerpos adoloridos.
Es una doctora que trabaja con lo que tiene a mano, a pesar del sentimiento de derrota que la embarga ante la tozudez de quienes insisten en no aislarse ni acatar las recomendaciones.
Tal como pregunta la escritora y periodista británica Laura Spinney en su libro El jinete pálido, sobre la llamada gripe española de 1918: “Los médicos nos dicen que, durante un brote, nos mantengamos alejados de los individuos infectados, pero hacemos lo contrario. ¿Por qué?”
“¿Y desde cuándo hacemos caso a esas reglas?”, pregunta uno de los reos.
Para Tadic no hay horarios, jornadas legales, tiempo de dormir ni compromisos personales que valgan. Tiene muy claras sus prioridades y por ellas paga cualquier sacrificio y asume todo riesgo.
Orán, ciudad de Argelia, país donde nació Camus, es el escenario donde el doctor Bernard Rieux ejerce su liderazgo en medio de una mortífera peste que se manifiesta a partir de la aparición de miles de ratas muertas.
Ese médico, a quien le toca lidiar con informaciones infundadas -como que el vino mata los microbios, la clase y la elegancia espantan a la peste y que aquello es un castigo de Dios-, se ve obligado a actuar en favor del bien común en una comunidad de profesionales competentes en materia de banca, comercio exterior, agricultura, leyes y seguros, pero con conocimientos nulos en materia de calamidades en el campo de la salud.
obstante, nadie puede escapar a su responsabilidad. “Al convertirse la peste en el deber de unos cuantos, se la llegó a ver realmente como lo que era, esto es, cosa de todos”, dice el narrador de la historia (el doctor Rieux).
Este líder en tiempos de calamidad se distingue por su rigor científico. A las pruebas se remite, en lugar de ceder a rumores, presiones y ocurrencias, opta por apegarse a criterios científicos.
Rieux duda. Siempre duda. No se matricula con certezas de buenas a primeras. Es adicto a los signos de interrogación y al sano escepticismo.
Además, trabaja en equipo, no se apresura a cantar victoria, está plenamente consciente de la fragilidad humana y está dispuesto a los riesgos, amenazas y sacrificios.
Y. como si fuera poco, previsor y consciente de que hay que prepararse para nuevos desafíos y problemas.
“... el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás... puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa... espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa”.
“La vida cambia en un instante”, dice la escritora y periodista estadounidense Joan Didion (1934) en su libro El año del pensamiento mágico. ¿Alguien duda de esa verdad hoy día?
Sin embargo, eso no es lo más relevante. Lo sustancial es contar en nuestro país -como de hecho sucede- con líderes que en tiempos de crisis estén en su tinta y en su papel.