El Financiero (Costa Rica)

La Esquina de Buenos Aires: ¿cómo subsiste?

Liquidez y reducción del alquiler del local han sido claves para restaurant­e.

- María Luisa Madrigal maria.madrigal@elfinancie­rocr.com

La Esquina de Buenos Aires es un restaurant­e con historia. En sus 16 años de trayectori­a, ubicados en la misma esquina en el centro de San José, solo cerraron cuatro días por año. Hasta que llegó la pandemia y La Esquina, como la llaman sus clientes más fieles, apagó su cocina por siete semanas seguidas.

El restaurant­e se fundó con una idea fija de su dueño Javier Piere: servir la mejor comida argentina posible. No solo el clásico asado, sino la gran gama de comida que se sirve en los restaurant­es de Buenos Aires.

La idea no abandonó de la cabeza de Piere durante los dos primeros años que vivió en Costa Rica, cuando se bajó del crucero en el que había servido en los últimos años y empezó a trabajar como mesero del restaurant­e que hoy es vecino del suyo.

Para que funcionara todo debía de ser perfecto. No solo el menú debía ser amplio y los vinos variados. Tenía que ser como los restaurant­es que Javier visitaba siendo niño con paredes y decoración en madera, las mismas sillas de los cafés de Buenos Aires y los mismos mantelitos blancos.

“Tenía que ser un lugar que me gustara a mí. Con un menú más de ciudad no tan identifica­do con el campo argentino”, declaró Piere.

Aguantar

El hábito, casi religioso de no cerrar más de cuatro días al año se respetó, sin importar feriados o festivos, cumpleaños ni aniversari­os y así se mantuvo hasta el 2020 cuando el COVID-19 tocó la puerta.

Después de haber solo cerrado 60 días en total por más de 15 años, abruptamen­te, la cocina se apagó durante siete semanas. Desde el 24 de marzo, hasta el 18 de mayo cuando volvieron a abrir sus puertas y los manteles blancos volvieron a engalanar las mesas de madera.

Pero el golpe del virus se sintió antes. Días atrás a que finalmente decidieran cerrar, el restaurant­e estaba abierto pero sin público. Trabajar prácticame­nte sin clientes fue la tendencia durante 10 días, hasta que se volvió insoportab­le.

En ese momento el miedo y la incertidum­bre era el principal factor que se identifica­ba en los comensales, de acuerdo con Piere.

Conforme las noticias de ayudas estatales o moratorias llegaban, las medidas se iban implementa­ndo, pero al final fue insostenib­le.

Durante las semanas que estuvo cerrado, el restaurant­e se mantuvo con el dinero disponible en las cuentas. No mover esos fondos a cuentas personales fue algo fundamenta­l según Piere, y sirvió como un respiro para que las deudas no se disparen.

Otro punto fundamenta­l fue el pago del alquiler. El arrendador del local redujo el cobro del alquiler de abril al 50%, mientras que por mayo y junio el cobro fue de apenas un 25%. Un espaldaraz­o mientras las cosas vuelven a la normalidad, o al menos a la nueva normalidad.

Ese tiempo también significó aplicar ante el Ministerio de Trabajo la suspensión de contratos de los 34 empleados. Aunque fue una decisión difícil, era imposible tomar otra. Parte del acompañami­ento para los empleados fue ayudarlos a solicitar al bono Proteger.

Y aún así, el impás de siete semanas cerrados más los diez días previos casi desiertos, significó que, por primera vez en 16 años de existencia, las cuentas no se pudieran pagar.

Las tarjetas de crédito de las que se pagan servicios con cobros automático­s y algunos proveedore­s, empezaron a generar deudas. Fue la primera vez en la que el pago no se realizó de contado, según Piere. En los últimos tres meses, por el contrario, el depósito a las tarjetas ha sido el mínimo permitido.

Abrir con miedo

La reapertura fue una mezcla de miedo y esperanza. Para el propietari­o de La Esquina, junio parecía una fecha más segura para la reapertura y así evitar hacer una salida en falso. Pero al final, movido por colegas y por volver a generar trabajo para los empleados, la vuelta a la cocina fue el 18 de mayo

Hoy el restaurant­e avanza a media máquina, con los empleados trabajando solo algunos días por semana y los horarios limitados a las restriccio­nes sanitarias.

Para avisar a su clientela cautiva de la reapertura utilizaron dos métodos: un mensaje masivo vía Whatsapp a la lista construida con el número al que se realizan las reservas e invertir, por primera vez, en publicidad en Facebook e Instagram.

Armados con mascarilla­s, caretas plásticas, protocolos de limpieza a la entrada del local y separación de mesas, arrancaron.

El resultado fue mejor de lo esperado. Los clientes regresaron. Actualment­e el restaurant­e trabaja abierto al público de manera general, aunque la mayor cantidad de visitas las reciben con reserva previa. El 50% de la capacidad permitida, en la práctica se convierte en un 35% o 40% según Piere y dentro de unas semanas finalmente podrán hacer números de si la reapertura está siendo rentable o no.

Ese momento llegará cuando las facturas que se tengan que pagar sean acordes a la producción actual. No como ahora, que aún se acarrean cuentas grandes de los meses previos a la inactivida­d.

Pero mientras el número mágico llega no se arrepiente. Para Piere olver a abrir era necesario, por sus clientes, por sus empleados y por La Esquina misma.

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JOSE CORDERO La idea de crear La Esquina de Buenos Aires no salió de la cabeza de Javier Piere durante los dos primeros años que vivió en Costa Rica.
 ?? JOSE CORDERO ?? A pesar de las restriccio­nes y la incertidum­bre que genera la segunda ola del COVID-19, abrir el restaurant­e era necesario. En la fotografía Mauricio Cabado.
JOSE CORDERO A pesar de las restriccio­nes y la incertidum­bre que genera la segunda ola del COVID-19, abrir el restaurant­e era necesario. En la fotografía Mauricio Cabado.

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