El Financiero (Costa Rica)

Puddlefish apuesta por aprovechar apertura comercial de Jacó

Cervecería artesanal y su restaurant­e hermano Grafitti operan con lo mínimo

- María Luisa Madrigal maria.madrigal@elfinancie­rocr.com

Danny Clarke está a punto de cumplir las tres décadas de vivir en Costa Rica, siempre en Playa Hermosa de Jacó. En este tiempo logró que vieran la luz negocios: Puddlefish Brewery y Graffiti.

En sus años de experienci­a, aunque han existido dificultad­es, nunca se había enfrentado a algo tan fuerte como la pandemia que parece ensañarse con el comercio local.

Cerrar, abrir, volver a cerrar, volver a abrir. Esa es la dinámica desde marzo consecuenc­ia de la COVID-19. En la nueva normalidad se abre al público a la espera de una nueva medida que implique el cierre inmediato. Esto ha cambiado, por completo, la forma de trabajar con el objetivo de hacer rentables los negocios.

Graffiti es el más antiguo de los dos restaurant­es, un local de 10 años en el que convergen la comida gourmet y un bar de vinos, con un ambiente elegante e industrial. “Un servicio cinco estrellas, pura calidad”, lo define Clarke. El local tiene capacidad para 84 personas, aunque con la mitad del aforo, no pueden ingresar más de 42 a la vez.

En la práctica es una medida que sale sobrando. A pesar de la capacidad instalada y las ganas de trabajar de sus dueños y empleados, el promedio de visita diario actual no supera las ocho personas.

Puddlefish es más relajado, una cervecería artesanal con cocina que en temporada alta llega a tener hasta 16 cervezas distintas disponible­s, con capacidad para 60 personas.

Pero, además, Puddlefish es un espacio donde convergen varias cosas. Dentro de la cervecería hay una fábrica de tablas, un taller de madera, una cafetería, una tienda de surf y otros espacios disponible­s, donde los clientes pueden acceder y hacer preguntas, mientras degustan de una cerveza.

Lo que seguía era habilitar un espacio para food trucks, pero se vio truncado por la pandemia a menos de un mes de de ser inaugurado. El proyecto para completar el heterogéne­o espacio de Puddlefish empezó en octubre del 2019, y la inauguraci­ón estaba prevista para junio. El parón significó atrasar todo, por al menos, otros cinco meses, según Clarke.

Quedaron en pausa los tours, las charlas y los talleres que acompañarí­an la cerveza artesanal y la comida.

No fue el único golpe de la pandemia. Desde finales de marzo y durante todo abril, Graffiti cerró por completo y Puddlefish se mantuvo exclusivam­ente con servicio exprés. Actualment­e operan a un 10% y 15% del total de la producción, respectiva­mente.

“Es muy poco, estamos en rojo. Si falta un cliente más, no va a funcionar”, resume Clarke.

La experienci­a de lograr mantener a flote a un negocio enfocado al turismo durante la temporada baja ha sido fundamenta­l para que ambos locales sigan vivos.

“Estoy entrenado a trabajar con flujos de dinero. Ese es el único método para mantener los negocios ahora, al tener poco flujo de efectivo”, explicó.

Pero no ha sido solo cuestión de aguantar con poco dinero. De acuerdo con Clarke ha sido necesario gastar ahorros, renegociar los alquileres de ambos locales y utilizar todos los métodos disponible­s en la ley.

Los locales están produciend­o cerca del 80% del mínimo para funcionar. Con casi todos los ahorros gastados, si se para un solo día, es grave.

Un ejemplo de otros recursos utilizados fue la suspensión de jornadas. Del total de los 28 trabajador­es de Graffiti, el restaurant­e ahora solo opera con cuatro, los más antiguos mientras los demás están en espera de volver a ser llamados. Puddlefish se mantiene con tres de sus 13 empleados iniciales y la atención es de un máximo de 25 personas por día, muchas solo llegan por una cerveza o un café.

Dentro del “plan emergencia”, como lo llama Clarke, la posibilida­d de volver a cerrar está latente. Cada reapertura incluye un gasto extra, mucho más caro que mantenerse operando.

En medio de todo esto, las medidas sanitarias se han extremado. Afuera de cada uno de los restaurant­es hay lavatorios instalados que se suman a los dispensado­res de alcohol en gel en varios lugares, mascarilla­s para los empleados y separación de mesas. Además, hay una explicació­n para cada cliente que entra a los locales.

Para Clarke esta explicació­n es fundamenta­l. No es solo que piensen que toman las medidas porque son obligatori­as, sino que entiendan que hay un compromiso completo en mejorar la situación.

El modelo completo está cambiando, para Graffiti el nuevo público ya no es el extranjero, sino el local, el vecino de Jacó. La idea de Clarke es dejar de ser un restaurant­e “pre COVID, 2D” sino dar el salto a ser un lugar que cuente historias, en el que se le pueda decir a cada cliente de dónde viene cada producto y que incluso el chef salga a compartir sus recetas.

Para la cervecería Puddlefish la estrategia es ser 4x4, que el cliente pueda complement­ar su cerveza artesanal con los talleres, las charlas y todos los demás espacios disponible­s dentro del mismo terreno. Es decir, convertirs­e en un lugar lleno de opciones, mientras se disfruta de buena comida y bebida.

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CORTESÍA GRAFFITI Y PUDDLEFISH BREWERY PARA EF En Paddlefish Brewery no solo se consigue cerveza, sino también se imparten talleres y charlas sobre temas desde botes hasta surf.
 ?? CORTESÍA GRAFFITI Y PUDDLEFISH BREWERY PARA EF ?? Este era el ambiente en Graffiti Restro antes de la llegada de la pandemia. Ahora el local tienen las mesas mucho más separadas y con muchos menos clientes.
CORTESÍA GRAFFITI Y PUDDLEFISH BREWERY PARA EF Este era el ambiente en Graffiti Restro antes de la llegada de la pandemia. Ahora el local tienen las mesas mucho más separadas y con muchos menos clientes.

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