Cursos presenciales son el reto para universidades
Cursos como los laboratorios deben ser impartidos en los campus
En esta etapa de cierres y aperturas intermitentes, puede parecer lejano el regreso a las clases presenciales en las universidades, pero se debe evitar el error de descartar por completo la vuelta a las aulas.
Las razones para abogar por las lecciones físicas son de diferentes tipos: sociales, prácticas e incluso legales. Con cualquiera de estas motivaciones, los centros de educación superior deberán adaptar sus plantas físicas para operar con seguridad, a pesar de la escasa guía oficial en el tema.
El Ministerio de Salud emitió en abril un documento que puede servir de referencia: Lineamientos para uso de laboratorios de computación en sedes universitarias de todo el país, debido a la alerta sanitaria por Coronavirus (COVID-19).
También se conoce la existencia de una estrategia del Ministerio de Educación ( MEP) denominada “Regresar”, pero su contenido todavía está en aprobación por las diferentes partes involucradas, y puede cambiar con la incertidumbre de la pandemia. Esta iniciativa fue creada en función de la educación básica: desde preescolar hasta los niveles de educación técnica diversificada (finalización de la secundaria).
Las firmas arquitectónicas Gensler y DUAL arquitectura han estudiado las repercusiones del coronavirus en las plantas físicas de las universidades y dan sus recomendaciones sobre cómo deberían prepararse estos centros para operar con seguridad y ventaja competitiva.
Instituciones como el Tecnológico de Costa Rica y la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnologia (Ulacit) ya están tomando medidas para el regreso.
¿Por qué volver?
Si la población universitaria es adulta, y por lo tanto, capaz de tomar la responsabilidad por su formación educativa ¿qué obliga a las universidades a regresar a las clases presenciales?
Para Silvia Castro, decana de Ulacit, la razón principal para el regreso es de viabilidad legal: para virtualizarse en forma permanente se requieren permisos específicos.
“La opción de clases virtuales se autorizó por el Consejo Nacional de Educación Superior (Conesup) solamente durante la pandemia; el proceso de autorización de carreras virtuales sufre de las mismas dificultades de la autorización de carreras regulares”, explicó Castro.
En la incertidumbre actual, es posible que surjan medidas oficiales para extender o modificar requisitos, pero mientras eso sucede, el punto de partida es la legalidad. Ulacit ofrecía opciones para aprendizaje en línea desde antes de la crisis y en esta coyuntura ha fortalecido alianzas para potenciar esa plataforma mediante acceso a opciones complementarias de terceros como LinkedIn Learning, Coursera y la Universidad de Arizona, con la cual opera un campus virtual conjunto.
Además, el ejercicio de la educación superior supone consideraciones adicionales. Omar Quesada Arias, líder regional del área de Educación en Gensler, comentó que el espacio físico de aprendizaje debe considerar las diferentes situaciones socioeconómicas de la población costarricense y dar la posibilidad de recibir estudiantes que no tengan mejores condiciones en sus hogares, en función de la equidad.
“A su vez, la tecnología y la virtualidad permitirán que los espacios puedan ser utlizados de nuevas maneras, con incluso conceptos de burbujas de estudiantes, viendo cómo su capacidad se ve reducida pero que por medio de estrategias podrán usarse por turnos a lo largo de las semanas para no perder la interacción presencial del estudiantado”, proyectó Quesada.
Fabiola Suárez Matarrita, fundadora de la firma Dual Arquitectura, enfatizó en la capacidad de las universidades para disminuir la brecha de desigualdad mediante el espacio físico y sus recursos, y recordó que algunos cursos prácticos requieren áreas especializadas para su enseñanza.
“Hay carreras que requieren de laboratorios, los cuales tendrán que agendar su uso por medio de plataformas digitales. Es una realidad que estamos cambiando a lo virtual en el modelo de enseñanza universitario, entonces esto quiere decir que los espacios físicos ahora serán utilizados para que los estudiantes profundicen o aclaren sus dudas con el profesor. Con esto, se debe migrar de un modelo educativo que estaba centrado en el profesor a un modelo pedagógico centrado en el estudiante”, advirtió Suárez.
Un ejemplo de este desafío se encuentra en el Tecnológico de Costa Rica (TEC). La vicerrectora de docencia, Grettel Castro Portuguez, explicó que sus carreras parten del principio de “aprender haciendo”.
“En la aplicación y generación de la ciencia y la tecnología, la experimentación es fundamental y esto requiere presencialidad, por ello el TEC no ha pensado en hacer virtuales sus carreras; aunque tiene algunas en el nivel de posgrado en esa modalidad, no es lo común. Para alcanzar el perfil profesional de salida que tienen las carreras del TEC es imprescindible el trabajo en campo, talleres y laboratorios, lo que no es posible lograr sin la presencia; la simulación no sustituye la realidad”, afirmó Castro Portuguez.
Este centro de estudios alcanzó la virtualización de un 98% de la oferta de cursos, pero ese otro 2% se debió suspender o cerrar. Ya está previsto que el regreso a las aulas será más allá del 2020 y están en busca de soluciones para dar clases en grupos más pequeños con un impacto económico controlado.
Diagnóstico
Si bien para el TEC el tema de los talleres y laboratorios es generalizado, otras universidades pueden verlo como casos puntuales dentro de carreras específicas, pero todas deberán enfrentarse a la necesidad de ciertas prácticas en sus procesos educativos que es imposible replicar en casa.
Una solución sería la construcción de más laboratorios, otra la reducción del tiempo de uso mediante la simulación previa en casa, para así hacer viable el uso por turnos. En cada caso, las medidas deberán adaptarse a la realidad de la institución y a un proceso de diagnóstico a la medida.
Suárez va más allá y asegura que desde este análisis previo se debe tener el plan de comunicación con los públicos de interés.
“Se debe realizar una visita a las instalaciones, analizar los planos constructivos y capacidades actuales de los espacios, para realizar una reforma, un cambio en las políticas de capacidad y tomar en cuenta las variaciones que a nivel operacional esté desarrollando la universidad. Definir un plan de comunicación con la comunidad estudiantil y una campaña de concientización es clave”, advirtió.
A partir de encuestas y grupos focales con clientes del sector en diferentes partes del mundo, Gensler recomienda una serie de preguntas básicas para saber cómo aplicar ese análisis:
¿Cómo se pueden rediseñar las experiencias de aprendizaje para garantizar equidad, inclusión y acceso?
¿Cuáles espacios o procesos se deben equipar tanto para procesos virtuales cómo presenciales?
¿Cómo se puede gestionar esta transformación en el campos y simultáneamente seguir construyendo comunidad?
¿Cómo podemos aplicar las lecciones de esta temporada de aprendizaje remoto para aumentar el compromiso estudiantil?
¿Cómo podemos replantear los espacios existentes para aplicar las mejores prácticas en esta coyuntura y hacia el futuro?
La firma desarrolló guías para la readecuación de diez espacios educativos claves: aulas, auditorios, laboratorios, servicios administrativos, salas de profesores, bibliotecas, áreas de estudio, cafeterías o comedores y residencias estudiantiles.
Además, están las consideraciones físicas específicas para áreas comunes y edificios: el monitoreo de entrada, señalización y ventilación.
Cada organización deberá analizarse según la magnitud de su operación y la complejidad de su campus.