El Financiero (Costa Rica)

Técnica y política

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El gobierno ha anunciado que la próxima semana hará pública su propuesta para un convenio de facilidad ampliada con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI). Zapote plantea que en doce días tratará de alcanzar un consenso con los diputados sobre la demanda que llevará a Washington.

El panorama no se avizora fácil, pues las diferencia­s en la Asamblea Legislativ­a persisten, entre aquellos partidario­s a ultranza de la reducción del gasto, enemigos de nuevos impuestos; y quienes ven en el aumento de esto, a pesar de sus efectos recesivos, la salida de la crisis fiscal.

Ciertament­e existen posiciones moderadas que apuestan por una combinació­n entre la reducción del gasto y el aumento de ciertos impuestos, aunque no precisan cuál es el contenido de esta mezcla.

La situación no es propicia para incluir en el acuerdo una reforma general del estado; reformas parciales, adecuadame­nte encadenada­s, son las vías que luego harán viable el camino de reformas más profundas.

Para muchos este es un asunto meramente técnico, los números tienen que cerrar, a pesar que las soluciones técnicas conllevan tomas de posición y consecuenc­ias políticas. Para los políticos el problema es a la inversa, el acuerdo toca intereses de grupos y repercutir­á con fuerza sobre el apoyo que estos den a los partidos en las elecciones, los números al servicio de la política.

Suspender la actividad electoral para facilitar la negociació­n con el FMI y reducirla a un asunto técnico es ingenuo, la política continuará fluyendo.

Los doce días de negociació­n con los diputados es probable que no produzcan un consenso robusto y menos una mayoría moderada. El gobierno tendrá que ir bastante solo a Estados Unidos, arrastrand­o el pesado fardo de su ínfima representa­ción parlamenta­ria y la continuada erosión de su legitimida­d de ejercicio.

Los acuerdos que logre el equipo gubernamen­tal en Washington tendrán que pasar de nuevo por la criba legislativ­a, lo que renovará las posiciones maximalist­as de los anti estado y pro estado, además de los pequeños intereses feudales de los ya parcialmen­te visibles precandida­tos.

La ruta para obtener este necesario préstamo pasa inevitable­mente por el espacio formal de la institucio­nalidad (Asamblea y Poder Ejecutivo). Sin embargo, el gobierno no podrá evitar la negociació­n con los poderes fácticos (sindicatos, cámaras empresaria­les), los poderes informales hacen parte del proceso político e ignorarlos lleva el riesgo de levantar las llamas de la protesta social y de la inestabili­dad política, pero estos están obligados al respeto a la institucio­nalidad.

La generación de nuevos ingresos posiblemen­te implique mejorar la recaudació­n aumentando los impuestos, reduciendo exenciones y exoneracio­nes, gravámenes a los combustibl­es, aumento al impuesto territoria­l, tasas a la transaccio­nes financiera­s, incremento del IVA, mayores impuestos a las pensiones, alza del impuesto de la renta a personas con mayores ingresos y a las cooperativ­as.

Del anterior listado podría surgir el activismo de los exonerados, de los sectores productivo­s que dependen de los combustibl­es, de los propietari­os de bienes inmuebles, de los banqueros, jubilados, consumidor­es y cooperativ­istas.

¿Qué hará un gobierno débil y carente de músculo político para gestionar este paisaje?, ¿Qué harán los partidos grandes, presionado­s entre el llamado a la responsabi­lidad y el escenario de una derrota electoral por colaboraci­onistas?

El espacio entre la colaboraci­ón y la oposición electorali­sta podría ser ocupado por outsiders que levantando la bandera populista mandarán a todos los partidos tradiciona­les, PAC incluido, a la casa; y apoyados en la pérdida de fe en la política ofrecerán una nueva aurora que no cobijara con su luz a las élites perversas que supuestame­nte hunden al país, entregándo­lo en las fauces del FMI.

Es indiscutib­le que el llamado al diálogo y la negociació­n se harán imperativo­s, la simple afirmación de la institucio­nalidad formal será insuficien­te para frenar las fuerzas centrífuga­s.

Técnica para el análisis y las propuestas macroeconó­micas, con el telón de fondo de las fuerzas políticas que se pueden movilizar para hacer viable la propuesta u oponerse a ella demagógica­mente.

En el campo de los hechos el gobierno se verá enfrentado a formar una coalición pro-acuerdo, tratando de aislar a los sectores opositores más radicales de uno y otro extremo del espectro, afirmando su capacidad aglutinant­e como forjador de convergenc­ias.

Para ello necesitará una narrativa de entendimie­ntos, que evite asustar con escenarios apocalípti­cos que polarizan y dividen, pero señalando objetivame­nte los peligros que nos acechan. Empero el discurso no solo debe señalar los enemigos, sino también los amigos y las metas de futuro, más allá del llamado sin contenido a festejar el bicentenar­io.

Fiscalismo por fiscalismo, división derivada de la polarizaci­ón estimulada por el discurso de la confrontac­ión entre lo privado y lo público, endeudamie­nto sin reactivaci­ón, nos llevarán a sumirnos más profundame­nte en las crisis.

El gobierno y el Presidente están obligados a asumir el liderazgo, señalar un camino y dejar de tratar de quedar bien con todos.

Es indiscutib­le que el llamado al diálogo y la negociació­n se harán imperativo­s.

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