Inflación recibe pocas presiones en el corto plazo
Menor ritmo en consumo evita que IPC suba
El confinamiento y las medidas por la emergencia sanitaria han traído como resultado un descenso inicial y luego un estacamiento de la inflación muy cercano al 0% de la inflación. En este momento, el indicador que se utiliza para su medición carece de presiones importantes que lo hagan moverse de manera significativa.
Sin embargo, la medición que se hace con Índice de Precios al Consumidor (IPC) enfrenta amenazas a un mediano plazo. Una de estas es la presión que pueda ejercer el crecimiento de la deuda pública y el déficit fiscal sobre las tasas de interés.
También el eventual incremento en el tipo de cambio podría generar presiones al alza.
No obstante, de acuerdo con los datos más recientes el IPC se mantiene en un nivel inferior al esperado.
El pasado 30 de julio en la revisión del programa macroeconómico del Banco Central, Rodrigo Cubero, jerarca de esta institución, aseguró que este índice muestra una tendencia a la baja como consecuencia de la caída en los precios de los hidrocarburos.
Puntualmente, durante enero, marzo, abril, mayo y junio, la gasolina, electricidad y diésel fueron los bienes y servicios que mostraron el mayor efecto negativo dentro del cálculo. En sentido opuesto, la televisión por suscripción presentó durante el primer mes de confinamiento (marzo), una alza en el impacto positivo.
El economista Víctor Umaña, descartó que estemos a las puertas de un proceso de deflación, por el contrario, aseguró que a corto o mediano plazo la inflación podría dispararse.
Los motivos de este cambio, destacó Umaña, recaen en que en primera instancia hay una tendencia del gobierno para seguir endeudándose y esto afecta directamente la tasas de interés y a la vez será más costoso para las empresas financiarse. La consecuencia de proceso es el aumento de precios.
El segundo punto que señala el economista es que si el gobierno decide financiar o emitir moneda inorgánicamente por parte del Banco Central, habrá más colones en la calle y eso generará esa presión inflacionaria grande.
“Lo que uno esperaría es que la inflación se dispare en el mediano plazo si las condiciones siguen como están. Además, si llegamos a una devaluación más acelerada eso le metería presión”, agregó.
Según Luis Diego Herrera, analista económico del Grupo Financiero Acobo, el comportamiento actual del IPC está relacionado con dos factores producto de la pandemia: el aislamiento y el desempleo, los cuales influyen en un menor nivel de consumo.
“Los datos más recientes publicados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) respecto a la variación en los precios de la economía (inflación) son consistentes con el comportamiento de la inflación en los meses anteriores y reflejan la disminución en el consumo que ha causado la Covid-19, tanto por las medidas de aislamiento social como por el aumento en el desempleo”, detalló Herrera.
La emergencia sanitaria ha determinado el comportamiento y consumo de los costarricenses. A agosto la inflación interanual fue de -0,07%, la expectativa —firmemente anclada— es que se ubique por debajo del rango meta del BCCR (ubicado entre 2% y 4%).
El IPC sumó su segundo mes consecutivo en valores muy cercanos al cero. Incluso en la variación acumulada (enero-agosto) el resultado fue de 0,01%.
En todo el 2020 el nivel interanual del IPC ha estado por abajo del rando meta del Central. El mes con el valor más alto fue marzo con 1,91% de variación, desde entonces se ha presentado un ritmo descendente.
¿Qué mueve la inflación?
El economista Víctor Umaña, aseguró que la tendencia a la baja en la inflación es el resultado de dos factores. El primero, es la reducción de la Tasa de Política Monetaria (TPM), que actualmente se ubica en 0,75% .
“Costa Rica desde hace rato que persigue una política monetaria para tener bajos niveles de inflación”, destacó Umaña.
Un factor que ha ayudo ha mantener a bajos niveles de precios es el tipo de cambio. El Banco Central ha intervenido para mantener el colón ligeramente sobrevaluado para ‘calmar’ las presiones inflacionarias que podrían presentarse en esta vía.
“Mantener el tipo de cambio ha funcionado por dos motivos, el primero porque Costa Rica estuvo recibiendo muchos dólares producto Inversión Extranjeta Directa (IED) y por las exportaciones. También, en lo últimos años el país cambió mucha de la deuda en colones a dólares y eso mantuvo el tipo de cambio sobrevaluado y como resutado le quitó presión a la inflación”, comentó Umaña. Por otra parte, existe un doble
‘shock’ que la economía nacional ha recibido debido a la COVID-19, tanto de demanda porque hay poco consumo por parte de los agentes económicos, como de oferta debido a la baja en la producción. Ambos factores contribuyen al descenso en la inflación.
En cuánto a la fuerzas que la incrementarían, Umaña destacó que la principal amenaza de Costa Rica es la deuda del Estado tanto a nivel interno como externo, que combinada con el déficit fiscal siguen un ritmo ascendente.
“Estamos en niveles peores que la crisis del 80, el país ya no tiene margen para endeudarse más, por el contrario lo que sigue es un buen acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y evitar el default”.
Perspectivas de consumo
Herrera comentó que el comportamiento del índice cambiará de acuerdo a las medidas sanitarias, es decir conforme más estrictas es más probable que la inflación siga su tendencia a la baja, pero en el caso de ser más flexible podremos notar una ligera recuperación.
Las expectativas del BCCR indican que el consumo de los hogares se contraería 3,0%, principalmente explicado por la menor adquisición de servicios de suministro de comidas, bebidas y alojamiento, financieros, transporte, salud, enseñanza y servicios domésticos, así como bienes duraderos y semiduraderos.
No obstante, los datos del Índice de Confianza del Consumidor (ICC) revelan que la crisis provocada por el impacto del coronavirus ha provocado un desmoronamiento histórico en la confianza de los consumidores en Costa Rica. Actualmente, por cada consumidor optimista hay nueve pesimistas, hace tres meses la relación era de uno a cuatro respectivamente.
La confianza de los consumidores registró una caída 8,4 puntos entre los resultados de mayo y agosto. Esto ubica el índice en un nivel de 28,3 puntos, el más bajo desde 2002, fecha en que se empezó a aplicar la encuesta.
En contraste, aumentarían los servicios esenciales: alquiler de vivienda, electricidad, telecomunicaciones, consumo de bienes no duraderos, en particular, productos de farmacia y cuidado personal.