Elecciones 2022: La esperanza del bicentenario
Más de 22 partidos políticos podrán presentar candidatura en los próximos comicios electorales del país, todos con la misión de despertar el interés de la ciudadanía y colocarse como la alternativa viable, capaz de unir una sociedad golpeada por la polarización y de definir una ruta país con visión a largo plazo
Con candidatos reciclados y algunas figuras conocidas en el ámbito mediático que ya se animaron a calentar los aires electorales, la campaña política electoral en Costa Rica está por iniciar, con un componente particular, la ciudadanía está deseando que el presidente de turno, Carlos Alvarado y todo su gabinete termine su mandato político.
Según los últimos estudios, solo el 18% de los costarricenses respalda la labor presidencial y la población califica la mala gestión del gobierno como una de sus principales preocupaciones.
La tasa de desempleo, la situación económica y el chapuceo que ha hecho el gobierno con las negociaciones técnicas del FMI, ha servido en bandeja de plata a una oposición dormida dominada por liderazgos enquistados que no reaccionan con rapidez a las demandas ciudadanas.
Los partidos políticos continúan con sus intereses partidarios viéndose al ombligo y conversando entre los que piensan igualitico. La fragmentación en las fuerzas políticas mayoritarias son más que evidentes y los “sin partido” siguen siendo los que determinan el futuro político, económico y social del país.
Ante este panorama, no es de extrañarse que la indiferencia hacia la clase política se encuentre sigilosa, esperando el momento, la chispa de esperanza que marque el norte, la voz contundente de un liderazgo claro y de un equipo dispuesto a dejar sus colores partidarios y a hacer las cosas mejor.
El frío no está en las cobijas, dice ese viejo refrán popular, y a quienes el pueblo les dio la oportunidad de gobernar y por incapacidad o facturas pendientes no supieron sacar la tarea, es hora que den un paso al lado y que reconozcan su inexperiencia, su falta de visión y su falta de liderazgo. Es de valientes reconocer los errores y solo de grandes personas enmendarlos.
En gran medida se tiene que reconocer que, lo que impulsa el sistema son las decisiones tomadas por los partidos y los líderes políticos en las contiendas electorales, así como las estrategias que adoptan para alcanzar el poder, así que lo que estamos viviendo es producto de sus decisiones y de su gestión política durante todos estos años.
Entre egos y alianzas
Es de reconocer la matemática sencilla que ya hicieron algunas personas y se han percatado que es difícil, con el surgimiento de tantos partidos políticos, llegar a la presidencia en primera ronda. Si a eso le sumamos esas “bombas molotov”, de las que algunas agrupaciones políticas se han hecho expertas en que caigan directo en la doble moral del costarricense; es claro que, sin alianzas no se podrá alcanzar el poder en el Ejecutivo.
Las funciones representativas de los partidos están desapareciendo, como también se han debilitado fuerzas que canalizan las demandas ciudadanas en el sistema. Ya no son la voz de la sociedad, porque sencillamente ejercen el poder de espaldas a la ciudadanía, con una oposición endeble y con propuestas poco estructuradas para enfrentar los retos que nos acontecen.
Una retórica barata, sin contenido y sin voluntad política, es la carta de despedida de cualquier persona que incursione en la política y cuya bandera de lucha no sea la coherencia entre lo que ha hecho, lo que dice y lo que piensa que hará. La mejor palabra de un político es la que se cumple y no hay narrativa más poderosa, que el testimonio de aquellos a quienes se les han abierto oportunidades y se les ha enseñado a pescar.
No dudo en la buena intención de aquellos que miran las alianzas como la única esperanza para salir victoriosos, pero ¿dónde queda el trabajo de años atrás o su interés genuino porque un “gobierno de unidad” encabezado por un político de poca experiencia y trayectoria, pudiera ser exitoso? ¿Qué pasó con esa propuesta y por qué se desmoronó solo unos meses después?
Ahí es donde entran los egos y las negociaciones de puestos políticos y de eso los costarricenses ya estamos hartos. Subestimar la inteligencia del votante solo abrirá las puertas para que liderazgos frescos entren a la contienda y rompan con la penumbra que adolece nuestra sociedad.
En un mundo fiscalizado por las redes sociales no hay información que no salga a la luz, así que ya no se puede jugar con el votante. Tiene sentido en este punto, hablar de un proceso de refuerzo mutuo: los ciudadanos se apartan de los partidos, siguen los mismos de siempre dominando estas estructuras y para la ciudadanía, no hay espacio de diálogo, de consenso y mucho menos de participación.
Fragmentación política y social
En medio de la fractura política, social y económica, se requiere de una organización política que lidere con aplomo y cale en la percepción ciudadana. Un liderazgo que logre la confianza de los costarricenses que día a día salen a trabajar y buscar como estar al día con sus cuentas.
Hablar de macroeconomía, de los de izquierda o los de derecha, de los progres o los conservadores y de los temas que continúan dividiéndonos, podrá ser muy útil en procesos electorales, pero es nefasto llegar al poder con esa factura social.
La Costa Rica del bicentenario necesita “resetear” el sistema y llamar a líderes comprometidos con causas para que la juventud gire su mirada con esperanza hacia un presente de oportunidades. Contamos con condiciones envidiables, una marca país posicionada, reconocimientos internacionales por la gestión de recursos naturales, una población educada, solidaria y competitiva.
Es hora de exigirle a los partidos políticos que si no están a la altura de representar el país que tenemos y la sociedad que somos, mejor revisen esos números porque la proporción seguirá siendo 8 a 2 en cuanto al rechazo hacia los candidatos que nos proponen.
Es responsabilidad de los partidos que en la próxima campaña si haya por quien votar y que no tengamos que ejercer un voto arrinconado, como en el 2018, cuando el 75% de los costarricenses -en primera ronda- no querían que el presidente que hoy tenemos gobernara este país. Sin embargo, tal como cita el Quijote, “si mal gobernares, tuya será la culpa, y mía la vergüenza”.