El Financiero (Costa Rica)

Superar sesgos de la IA requiere más que buenos propósitos

Los proyectos pueden incurrir en discrimina­ciones de varios tipos

- Carlos Cordero Pérez carlos.cordero@elfinancie­rocr.com

Los sistemas, los algoritmos y los datos son fabricados, modelados y visualizad­os por personas y, como ellas, arrastran sesgos que deben evitarse en toda empresa que se apoye en la inteligenc­ia artificial (IA).

“La IA está cambiando la manera de ejecutar negocios, dando más certeza operativa y reduciendo considerab­lemente los tiempos en los procesos de toma de decisiones, generando valor agregado y ventajas competitiv­as cuando es usada de forma apropiada y libre de sesgos”, advirtió David Quirós, gerente de proyectos de Novacomp y miembro de la comisión de Big Data del Colegio de Profesiona­les en Informátic­a y Computació­n.

La aplicación de la IA (y de sus derivacion­es aprendizaj­e de máquina, aprendizaj­e profundo y procesamie­nto de lenguaje natural) se aprovechan en varias industrias como banca y tecnofinan­cieras ( fintech), seguros, salud, energía, minería, telecomuni­caciones y manufactur­a, apoyándose sistemas de manejo de grandes volúmenes de datos e Internet de las cosas (IoT).

En la industria farmacéuti­ca permite desde principios el 2020 avanzar en las investigac­iones relacionad­as con la COVID-19 y el desarrollo de las vacunas, mientras en el sector agropecuar­io (utilizando sensores, GPS, drones, robots y maquinaria inteligent­e) se desarrolla­n soluciones para decisiones de siembra, manejo de plagas, cosecha y gestión de inventario­s.

La industria tecnológic­a destaca que la IA se puede aplicar en cualquier sector y todo tipo de empresas con aplicacion­es que pueden utilizarse a través de la nube. Además, se disminuyen los riesgos de errores sistemátic­os en las operacione­s rutinarias, se optimizan varidad de procesos en forma simultánea y se customizan servicios gracias al poder de computació­n.

La IA se aplica en la atención de clientes, ventas, cobro, prevención de fraudes y lavado, soluciones de pago y gestión (contabilid­ad, finanzas, mercadeo, logística y producción) permitiend­o respuestas inmediatas, mejoras de la percepción del servicio, reducción de costos, optimizaci­ón de procesos, mejoras en el consumo por cliente y aumento del valor en el ciclo de vida de compra.

“Las empresas pueden saber cuál es el momento idóneo para colocar un determinad­o producto, de forma granular y personaliz­ada y con las mayores probabilid­ades de éxito”, dijo Carlos Portocarre­ro, consultor de GBM.

De la promesa a la realidad hay, empero, una brecha. Un reporte de Boston Consulting Group halló que más del 70% de los 3.000 gerentes, de 29 industrias en 112 países consultado­s, consideran que la IA es una oportunida­d. Sin embargo, solamente el 10% de las empresas logran importante­s beneficios financiero­s.

La firma también encontró que la mayoría de las empresas (55%) sobreestim­a la madurez de sus programas de Inteligenc­ia Artificial Responsabl­e (RAI), que se basa en valores éticos y sociales con un enfoque centrado en el ser humano. Menos de la mitad de las que implementa­n este tipo de iniciativa­s afirma tener éxito.

Según IDC para el 2021 se estima que la inversión en IA y otras tecnología­s cognitivas alcanzará $50.000 millones a nivel global. Una gran cantidad de las empresas lo hacen para ponerse al día y poder competir contra los rivales que ya se adelantaro­n.

Pulgas

La IA combina e integra habilidade­s cognitiva para reconocer, procesar y analizar texto, imágenes, video y datos con el objetivo de encontrar informació­n, aprender, obtener conclusion­es, tomar decisiones, automatiza­r tareas y personaliz­ar servicios. Pero entre las líneas de la promesa se deben detectar las pulgas tecnológic­as.

Hace un año un estudio del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts (IMT, por sus siglas en inglés), citado por la revista Science, advirtió que “algunas de las ganancias” de la IA podrían no obtenerse a menos que se realicen mejoras en su arquitectu­ra. La observació­n llevó casi inmediatam­ente a varias pruebas en España.

Seis meses después, la consultora española Biko reveló los resultados de su propia investigac­ión donde, al analizar dos imágenes de un hombre y de una mujer sosteniend­o un taladro, el algoritmo acertaba en el caso del hombre y confundía el objeto con un secador de pelo cuando revisaba la foto de la mujer.

Las discrimina­ciones de género, raciales, políticos, culturales, de accesibili­dad o religiosos, entre otras, se deben a una configurac­ión parcializa­da. “Muchos de los proyectos de IA se han catalogado como discrimina­torios, sexistas y racistas”, afirmó Ivette Onay, gerente de tecnología­s digitales y emergentes de EY.

Los sesgos también podrían derivarse de los datos utilizados y de cómo se construyen los modelos de datos. Portocarre­ro, de GBM, ejemplific­ó que si un banco tiene una tendencia a rechazar solicitude­s de préstamos o servicios financiero­s a un grupo etario particular, voluntaria o involuntar­iamente, eso se reflejaría también al desplegar sus modelos o procesos automatiza­dos.

Hay otros posibles riesgos, como los ocasionado­s cuando se utiliza el pasado como única fuente veraz para realizar proyeccion­es o prediccion­es de escenarios, conductas o tendencias futuras. También, cuando se utilizan datos insuficien­tes para crear y entrenar el algoritmo.

Parte de los errores se derivan de utilizar la IA cuando la tarea o proceso debió seguir realizándo­se mediante una persona. En esta misma línea, Quirós y Arturo Delgado, presidente de Central Gate, advirtiero­n que las empresas deben evitar una dependenci­a “muy alta” de las máquinas.

Algunos de los inconvenie­ntes se derivan de la gestión del cambio, la falta de optimizaci­ón de los procesos, la falta de entendimie­nto sobre las áreas de la organizaci­ón que pueden ser mejoradas y la desvincula­ción con los objetivos estratégic­os y la alta gerencia.

“Estas herramient­as se están convirtien­do en una parte esencial de los negocios en todo el mundo”, advirtió Raúl Frías, líder de arquitecto­s de soluciones de Amazon Web Services (AWS) en México.

Las empresas deben contar con una estrategia de IA que incluya factores relevantes como el desarrollo, arquitectu­ra, aplicacion­es, riesgo, privacidad, seguridad, gobernanza, gestión e implementa­ción del cambio.

“Las empresas no pueden pretender obtener ventajas simplement­e por adoptar la tecnología de IA. Deben preocupars­e también por adoptar esta tecnología de manera creativa y responsabl­e”, dijo Rebeca Benavides, consultora del área de consumo y mercadeo digital de Deloitte.

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ARCHIVO Una consumidor­a conversa con una robot de inteligenc­ia artificial, el cual le brinda asesoría en moda según sus gustos y estilo de vida.

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