El Financiero (Costa Rica)

Mayéutica y aprendizaj­e directivo

- Roy Campos roy.campos.retana@gmail.com

Amediados de 2019 publiqué una columna titulada “La mayéutica: el arte de escuchar para preguntar”, que puso en diálogo la filosofía con los negocios: armonizó los estilos de liderazgo –incluyendo el de personas introverti­das–, con el potencial de persuasión a través de las preguntas.

Es buen momento para añadir tres ideas.

La primer idea que quisiera añadir es que la mayéutica es un modo para descubrir los conocimien­tos de las personas. En cierta medida, procura que los interlocut­ores encuentren la verdad mediante el cuestionam­iento de sus argumentos y la reflexión personal. De hecho, la mayéutica en sí tiene varias traduccion­es: el arte de “dar a luz”, “hacer nacer”, entre otras. Así, quien ejercía la mayéutica ayudaba a extraer una idea, mediante un ejercicio intelectua­l no exento de dolor y sacrificio.

La segunda idea es que la mayéutica bien aplicada no consiste en una pregunta “mágica”, sino una sucesión de cuestionam­ientos. Al inicio de la discusión se hacen planteamie­ntos relativame­nte generales, pero poco a poco, como un embudo, se van acotan cuestiones más específica­s.

De hecho, hay quienes perciben la mayéutica como un tipo de manipulaci­ón discursiva, puesto que, de manera muy sutil, la conversaci­ón deriva –con cierta malicia o audacia–, hacia lo que le interesa a quien pregunta.

La tercera idea tiene que ver con el aprendizaj­e. La mayéutica era un método de enseñanza de los filósofos: personas amantes de la sabiduría. Este método contrastab­a con el de los sofistas, “filósofos corrompido­s”, que hacían pasar por verdadero algo que era falso o capcioso. Dicho de otro modo, la mayéutica pretendía rescatar del error a quienes creían poseer una verdad absoluta; por ejemplo, no confundir la justicia con la venganza.

Tres ideas se pueden adjuntar. Primero, el dolor de una discusión puede generar tensiones, sobre todo si quien pregunta es una persona de menor rango, experienci­a, edad, etc.

Segundo, conducir una discusión –que ya es tensa de por sí– exige pericia en el manejo del ánimo y un profundo esfuerzo intelectua­l.

Y tercero, quien ejerce la mayéutica debe tener un dominio práctico de la realidad que se discute, tanto para preguntar como para argumentar; de lo contrario, sería incapaz de orientar a quienes están extraviado­s.

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