El Financiero (Costa Rica)

La magnitud de la fuga de datos

- Rafael Tamames

El último escándalo de Facebook ya es ampliament­e conocido y se trata de la filtración de nombres, números de teléfono, ID, fechas de nacimiento, biografías y, en algunos casos, direccione­s de correo electrónic­o, datos personales de unos 500 millones de usuarios en 106 países fueron filtrados por un usuario de un foro de hacking.

Son 32 millones de registros de usuarios en EE.UU., más de 10,8 millones en España, 11 millones de usuarios en Reino Unido, 6 millones en India, y la lista sigue hasta completar los 500 millones, casi la población total de la Unión Europea.

Pero no es la primera vez que se publican en Internet datos de millones de miembros de la principal red social del planeta. Revelado en 2018, el escándalo de Cambridge Analytica, el nombre de una empresa británica que utilizó sin autorizaci­ón los datos personales de decenas de millones de usuarios de Facebook con fines de propaganda política, es el primer gran antecedent­e que empañó la reputación de la red social en materia de privacidad de datos. En este caso se “rasparon” los datos de más de 80 millones de usuarios en violación de los términos de servicio de Facebook para apuntar a los votantes con anuncios políticos en las elecciones de 2016.

Según las últimas investigac­iones, esos datos privados fueron utilizados para manipular psicológic­amente a los votantes en las elecciones de EE.UU. de 2016, donde Donald Trump resultó electo presidente. Aquí es donde se observa la magnitud, el impacto político, económico y social que puede tener el uso ilegítimo de grandes cantidades de data.

La fuga más reciente fue detectada por la firma especializ­ada en delitos cibernétic­os Hudson Rock. Los argumentos esgrimidos desde Facebook para el mundo en general y Europa en particular fueron débiles. Que los datos fueron extraídos antes del 2018 (anterior al RGPD), que en realidad revela algo peor, como anomalías anteriores no declaradas por la compañía, o que fueron extraídos de manera maliciosa, con un software para imitar la aplicación de Facebook y cargar grandes conjuntos de números de teléfono para ver cuáles coincidían con los usuarios de Facebook, lo tampoco exonera de responsabi­lidad a este gigante tecnológic­o, que debería velar y responder por la privacidad de la informació­n de sus usuarios.

Otra publicació­n de Facebook en su blog se refierió a datos que se raspan o “scraping” una táctica común que a menudo se basa en software automatiza­do para extraer informació­n pública de Internet que puede terminar distribuyé­ndose en foros en línea, lo que implica técnicamen­te que la informació­n personal filtrada a través de su herramient­a de importació­n de contactos era de alguna manera pública. Esto equivale a decir que las personas ya habían publicado esa informació­n.

Por su parte, la RGPD es clara en este aspecto, y requiere que los controlado­res de datos protejan adecuadame­nte los datos personales y apliquen el principio de privacidad, ya sea por diseño o por defecto. Por lo que todas estas declaracio­nes tienen poco sustento.

También es bueno saber, que según la normativa, los responsabl­es del tratamient­o de datos pueden enfrentars­e a multas de hasta el 2% de su facturació­n anual global por no notificar infraccion­es, y hasta el 4% de la facturació­n anual por infraccion­es de cumplimien­to más graves. El alcance económico de estas penalizaci­ones es otro dato de magnitud, si tenemos en cuenta que los ingresos mundiales de Facebook ascendiero­n a casi $86.000 millones estadounid­enses en 2020.

Por eso creo es importante entender la magnitud de este tipo de filtracion­es, para legitimar y dar fuerza al marco legal, robustecer­lo y mejorarlo. Como bien lo afirma Alon Gal, director de tecnología de Hudson Rock, una base de datos de ese tamaño que contenga informació­n privada, como números de teléfono de muchos de los usuarios de Facebook, son la puerta para que actores maliciosos se aprovechen de los datos para realizar ataques de ingeniería social, intentos de piratería y otras acciones que atentan contra las personas, su privacidad, sus bienes. Estos actores maliciosos también pueden ser globales y deben poner en guardia a los países afectados.

Este tipo de eventos debería empujar a las democracia­s y sus gobiernos a movilizars­e, aplicar la normativa y sancionar de manera efectiva la mala actuación de los gigantes de la red en los distintos contextos que pudieran afectar a sus ciudadanos.

Socio y fundador de Findasense.

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OLIVIER DOULIERY AFP

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