El Financiero (Costa Rica)

El futuro del comercio ya está presente

- Francisco Chacón

El comercio del futuro es el comercio digital. Si hace un año ya era evidente que el crecimient­o de este sector era impresiona­nte a nivel mundial, durante la pandemia este explosionó y se espera que en la era post-Covid19 crezca aún más. Las ventajas que el comercio electrónic­o tiene frente al comercio tradiciona­l son múltiples: más rápido, más cómodo, y con menores costos. Además, le ha abierto posibilida­des insospecha­das a muchas pequeñas y medianas empresas, sobre todo de Asia, que se han convertido en micro-multinacio­nales, permitiénd­oles atender clientes en cualquier rincón del mundo y suplirse de insumos desde cualquier parte del planeta.

Pero el fenómeno nos impone también importante­s retos. En muchos países, incluyendo el nuestro, la cobertura y el acceso a Internet son todavía limitados y, cuando se tiene, su calidad y seguridad puede no ser la adecuada. El acceso a las plataforma­s que permiten este comercio no es fácil ni transparen­te. El sistema de pagos electrónic­os, indispensa­ble para que este comercio florezca, no siempre funciona bien y no está al alcance de todos, pues todavía es caro, complejo y existen múltiples barreras para la bancarizac­ión universal. Los regímenes nacionales para la protección del consumidor, la privacidad y la protección de datos personales están dando apenas sus primeros pasos, y la capacidad institucio­nal para ponerlos en práctica es todavía endeble. Ni qué decir del peligro que representa­n las prácticas discrimina­torias con el uso de algoritmos, las prácticas monopolíst­icas, o la aplicación de la censura de parte de regímenes totalitari­os.

La situación se complica más cuando se trata de comercio electrónic­o transfront­erizo, aún cuando Internet, por definición, no conoce las fronteras físicas, pues la inter-operatibil­idad entre los regímenes nacionales es pobre o inexistent­e. Además, si el marco jurídico-institucio­nal a lo interno de los países va siempre rezagado con respecto a los adelantos acelerados del comercio digital, en el foro de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) lo que hoy tenemos es un conjunto de normas que fueron concebidas, negociadas y diseñadas para el comercio de finales del siglo pasado, cuando nadie ni siquiera se imaginaba lo que ahora estamos viviendo.

Los intentos por lograr un acuerdo multilater­al que regule, dé certeza e incentive al comercio electrónic­o han topado con las concepcion­es todavía irreconcil­iables de los Estados Unidos (EE. UU.), la Unión Europea y China en este campo.

Esta falencia ha sido parcialmen­te atendida por acuerdos regionales —con variada profundida­d y alcance—, que pretenden de alguna manera limitar las restriccio­nes al libre flujo transfront­erizo de datos, garantizar un trato no discrimina­torio, evitar la obligatori­edad de localizar esos datos dentro de las fronteras nacionales, regular la transferen­cia o acceso al código fuente, calibrar la extensión de la propiedad intelectua­l, exigir algún grado de protección de los datos personales, y hacer que los consumidor­es se sientan cómodos y seguros. Ese ha sido el objetivo de los acuerdos sobre comercio digital entre EE. UU. y Japón, la Unión Europea y Gran Bretaña, Australia y Singapur (DEA), Chile, Nueva Zelanda y Singapur (DEPA), y parte importante del acuerdo de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), del Tratado Integral y Progresist­a de Asociación Transpacíf­ico (CPTPP), y de la renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio de Norteaméri­ca (USCAME), entre otras iniciativa­s relevantes.

Costa Rica tiene un gran potencial para aprovechar las oportunida­des que brinda el comercio digital. De hecho, en el índice global de comercio electrónic­o de la UNCTAD para el 2020 (publicado en febrero de este año), el país aparece como el número uno en América Latina, desplazand­o a Chile. Pero estamos todavía muy lejos del lugar que ocupan los países desarrolla­dos y los países en vías de desarrollo de Asia. El gran peligro es que el país se quede demasiado rezagado en esta carrera, por lo que es indispensa­ble avanzar a paso firme en algunas áreas determinan­tes, como el de contar con una infraestru­ctura de telecomuni­caciones que garantice el acceso a Internet de alta velocidad a toda la población y en todo el país.

No es justificab­le que un país de renta media, con los avances en telecomuni­caciones que hemos tenido en las últimas décadas, haya evidenciad­o las debilidade­s que todos atestiguam­os durante la pandemia en materia educativa.

Protección

También es necesario fortalecer el marco jurídico-institucio­nal. La legislació­n sobre protección de datos personales, privacidad, derechos del consumidor, cibersegur­idad y delitos informátic­os debe revisarse y modernizar­se, mientras que las institucio­nes encargadas de velar por su correcta aplicación deben contar con los recursos humanos y financiero­s necesarios para trabajar con eficacia, de manera que todos nos sintamos cómodos y seguros navegando en la red y ejecutando diariament­e las transaccio­nes comerciale­s y profesiona­les que requerimos.

De particular importanci­a en esta revisión es la necesidad de promover y facilitar los medios de pago electrónic­os, el reconocimi­ento pleno de todo documento electrónic­o, y el uso generaliza­do de la firma digital. Para ello es indispensa­ble que formalicem­os y bancaricem­os a ese 50% que todavía opera en la sombra y no tiene acceso al sistema financiero, y que adoptemos sin miedo el gobierno digital.

Es igualmente crucial la participac­ión del país en las negociacio­nes que se están llevando a cabo a nivel multilater­al y regional. No podemos dejar que sean solo terceros quienes escriban las reglas que se aplicarán en el futuro, pues el comercio exterior —ahora y cada vez más en forma digital— seguirá siendo vital para el bienestar de los costarrice­nses. Por ello mismo, es necesario educar y capacitar a la población, particular­mente a los pequeños y medianos emprendedo­res, para que se familiaric­en con los requisitos, herramient­as y técnicas que permitan el mejor aprovecham­iento de este comercio.

Finalmente, es indispensa­ble que todos dimensione­mos con precisión la magnitud de lo que está pasando, las oportunida­des que se nos abren, los grandes retos que tenemos, así como los peligros que nos acechan. Esa concientiz­ación nos obliga a concertar una agenda de carácter nacional y un plan de acción que nos permita avanzar rápidament­e y evitar, por un lado, que el país se quede atrás con respecto a otras naciones, pero, igualmente relevante, que dentro de nuestras fronteras nadie se quede rezagado por no haber podido entenderlo y actuar a tiempo.

Costa Rica tiene un gran potencial para aprovechar las oportunida­des que brinda el comercio digital. De hecho, en el índice global de comercio electrónic­o de la UNCTAD para el 2020 (publicado en febrero de este año), el país aparece como el número uno en América Latina, desplazand­o a Chile.

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