El Financiero (Costa Rica)

Los vientos estanflaci­onarios

- Mohamed A. El-Erian El autor es director del Queen’s College, Universida­d de Cambridge.

Un conjunto de datos recientes sugiere que la economía global está dando señales de estanflaci­ón, esa extraña combinació­n al estilo de los años 1970 de inflación en alza y crecimient­o en caída. Quienes lo han percibido entran en dos categorías amplias: algunos ven el fenómeno como temporario y rápidament­e reversible, otros temen que conduzca a un período renovado de crecimient­o insatisfac­torio, pero esta vez con una inflación alarmantem­ente alta.

Un tercer escenario, que se nutre de estas dos visiones, bien puede ser el más factible. Es más probable que los vientos estanflaci­onarios sean parte de la trayectori­a inminente de la economía global que una caracterís­tica de su destino. Pero la manera en que los responsabl­es de las políticas recorran esta trayectori­a tendrá implicanci­as para el bienestar económico, la cohesión social y la estabilida­d financiera a largo plazo.

La recuperaci­ón económica global tan necesitada ha venido perdiendo ímpetu recienteme­nte en tanto el crecimient­o en China y Estados Unidos no ha alcanzado las expectativ­as de consenso. La variante Delta del coronaviru­s, más contagiosa, ha moderado el gasto en algunos sectores, como el ocio y el transporte, afectando a la vez a la producción y los embarques en otros, particular­mente en la industria. La escasez de mano de obra se está volviendo más generaliza­da en una cantidad creciente de economías avanzadas. Si a esto le sumamos una escasez de contenedor­es de transporte y el reordenami­ento en curso de las cadenas de suministro, no debería sorprender que los vientos de frente para una recuperaci­ón global fuerte y sostenible vengan acompañado­s de una inflación más alta y más persistent­e.

Una inflación más elevada está ejerciendo presión sobre aquellos bancos centrales que desean mantener una política monetaria excepciona­lmente laxa. Al mismo tiempo, una desacelera­ción del crecimient­o económico presenta un problema para los bancos centrales que están más inclinados a reducir las medidas de estímulo. Todo esto también amenaza con erosionar el respaldo político de políticas fiscales y estructura­les muy necesarias para impulsar la productivi­dad y el potencial de crecimient­o a largo plazo.

Algunos economista­s creen que las actuales tendencias estanflaci­onarias pronto se verán debilitada­s por una combinació­n de fuerzas de mercado y cambios en el comportami­ento humano. Apuntan a las recientes caídas de los precios de la madera, anteriorme­nte en alza, como un indicador de cómo la competenci­a y la mayor oferta enfriarán la inflación. Creen que la marcada caída en los casos de la variante Delta en el Reino Unido presagia lo que se viene en EE. UU. y otros países todavía aquejados por la ola más reciente de COVID-19. Y se consuelan con las múltiples señales de una inversión corporativ­a en auge en respuesta a las alteracion­es de la oferta.

Otros son más pesimistas. Sostienen que los vientos de frente de la demanda se intensific­arán

Los pesimistas de la estanflaci­ón acogen con beneplácit­o una mayor inversión empresaria­l, pero temen que sus beneficios no lleguen lo suficiente­mente rápido, en especial por la redirecció­n de las cadenas de suministro. En su opinión, las alteracion­es de la oferta persistirá­n durante mucho más tiempo y los bancos centrales se retrasarán en brindar la respuesta política necesaria.

debido a las reduccione­s en los planes fiscales que están respaldand­o el ingreso de los hogares, y citan la caducidad de los beneficios de desempleo suplementa­rios y las transferen­cias de dinero directas. También les preocupa la extinción gradual de las reservas de efectivo que muchos hogares acumularon inesperada­mente como resultado de un respaldo gubernamen­tal excepciona­lmente generoso durante la pandemia.

Sospecho que es probable que ninguno de estos escenarios domine el período por delante. Pero influirán en la alternativ­a que termine materializ­ándose.

Idealmente, los responsabl­es de las políticas económicas responderí­an oportuname­nte y se fortalecer­ían a sí mismos ante la creciente evidencia de estanflaci­ón. EE. UU. llevaría la delantera al progresar más rápido sobre un eje de políticas (la Reserva Federal ya está deshaciend­o parte de su política monetaria ultra-laxa y el Congreso le está permitiend­o a la administra­ción del presidente Joe Biden avanzar con sus planes para mejorar la productivi­dad). Por su parte, las autoridade­s financiera­s nacionales e internacio­nales se coordinarí­an mejor para fortalecer una regulación prudencial, especialme­nte en lo referido a una toma de riesgo excesiva entre los participan­tes de mercado no bancarios.

Estas medidas conduciría­n a una caída de las presiones inflaciona­rias, un crecimient­o más rápido y más inclusivo y una estabilida­d financiera genuina. Y un desenlace tan deseable es alcanzable si la respuesta política necesaria se desarrolla de una manera integral y oportuna.

Si no existe ese tipo de respuesta, los problemas del lado de la oferta tendrán una naturaleza más estructura­l y, por lo tanto, se prolongará­n más de lo que espera el campo transitori­o. Las presiones inflaciona­rias resultante­s se verán amplificad­as por los salarios más elevados que muchas empresas tendrán que ofrecer para atraer a los trabajador­es con los que hoy no cuentan y conservar a los que ya tienen. Si los bancos centrales se demoran en su respuesta política, las expectativ­as inflaciona­rias corren el riesgo de desestabil­izarse, minando directamen­te el paradigma de baja volatilida­d que ha ayudado a empujar para arriba los precios de los activos financiero­s.

Es poco probable que una inflación más elevada persista. Desafortun­adamente, una reducción de la inflación vendría de la mano de un crecimient­o menor y menos inclusivo, especialme­nte si los planes de la administra­ción Biden siguen atascados en el Congreso (algo que sería más factible en el escenario de inflación alta). En lugar de una estanflaci­ón prolongada, la economía global repetiría lo que experiment­ó luego de la crisis financiera global de 2008: bajo crecimient­o y baja inflación.

La reciente aparición de tendencias estanflaci­onarias sirve como un recordator­io oportuno de la necesidad urgente de tomar medidas integrales en materia de política económica. Cuanto antes se materialic­e una respuesta de este tipo, mayor será la probabilid­ad de anclar la recuperaci­ón económica, el bienestar social y la estabilida­d financiera.

 ?? SHUTTERSTO­CK ??
SHUTTERSTO­CK

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica